LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (G...

By marlenequen

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La vida de Mariajo es tan anodina, que incluso aburre a los aburridos. Sin embargo, la visita de un hombre im... More

¿Preparad@s para una nueva historia?
SINOPSIS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPITULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPITULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
EPÍLOGO (parte 1)
EPÍLOGO - (Parte 2)

CAPÍTULO 35

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By marlenequen

En el momento en que logro reaccionar le sigo llevada por el instinto y unos metros más adelante veo como trata de abrirse paso entre la gente. Corro todo lo rápido que puedo para llegar hasta él, pero cuando estoy a punto de alcanzarlo le pierdo de vista.

—¡Gorka! —grito su nombre. —¡Gorka! —Lo intento de nuevo sin éxito. Las personas que están allí vocean tan fuerte que es imposible que me oiga.

Me aparto aturdida, todavía sin saber qué está ocurriendo, y en cuanto logro centrarme observo que una mujer señala al cielo.

—¡Detenedle! ¡No permitáis que lo haga!

Miro hacia arriba buscando una explicación y al descubrir en uno de los grandes ventanales a un chico de unos veinte años a punto de precipitarse, mi corazón da un vuelco.

—¡Dios mío! —Cubro mi boca con las manos y entiendo todo. Gorka lo ha visto antes que yo y seguro que está intentando ayudarle.

Vuelvo a buscarlo entre las personas que están allí, pero es imposible. Cada vez se acumulan más y obstaculizan cualquier posibilidad de que pueda encontrarlo.

—¡Llamad a emergencias! —dice un señor que tengo a mi lado y otro le responde.

—Ya han llamado pero el acceso es complicado y han dicho que tardarán en llegar.

—Como no se den prisa... Parece muy convencido de querer saltar.

—Es una pena que alguien tan joven quiera acabar con su vida así. ¿Qué le habrá pasado?

Entre ellos buscan una explicación y, por supuesto, no la encuentran. Es imposible saber qué ha llevado a una persona a actuar de esa manera. Lo único claro es que está desesperado.

Mientras continúan con la conversación, veo como el chico inclina su cuerpo, suelta una de sus manos de los barrotes a los que está agarrado y mira hacia abajo.

—¡No! —grito a la vez que los demás y una fuerte sensación de impotencia me embarga. No podemos dejar que se lance. Debe de haber alguna forma de detenerlo. Esto no puede terminar así—. Colchones... ¡Necesitamos colchones! —exclamo a la vez que corro hasta una de las puertas y comienzo a presionar todos los timbres que encuentro en el cuadro de metal. Tengo que hacer algo. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras la vida de alguien pende de un hilo.

A medida que van respondiendo les explico como puedo lo que está ocurriendo y consigo que varias personas acepten a ayudarme. Unos minutos después, y con los nervios a flor de piel, dos mujeres salen por la puerta cargando unos grandes colchones y, a empujones, consigo abrirles paso. Las ayudo a colocarlos donde creo que puedan amortiguar el golpe pero, calculando la altura, dudo que sirvan de algo y por los comentarios que hacen las mujeres parecen pensar igual.

Con la misma impotencia que antes y sabiendo que no podremos hacer nada más hasta que llegue la ayuda, me aparto de nuevo y al levantar la mirada veo algo moverse en el tejado.

—¡No puede ser! —pronuncio en el mismo momento en que descubro que es Gorka.

Está tan alto que solo puedo distinguirlo por la ropa. Camina con dificultad por el caballete y al ver que está teniendo problemas para moverse temo que le falle la pierna y se caiga. Aún no está recuperado y caminar entre las tejas le debe de estar suponiendo un gran esfuerzo.

Se mueve ahora hacia la derecha y, agarrándose al saliente de una buhardilla, busca al chico, pero al darse cuenta de que está todavía demasiado lejos del borde y que desde esa zona no logrará localizarlo, se desliza por el faldón hasta detenerse muy cerca del alero. Vuelve a asomarse mientras mi corazón late con fuerza por el miedo y, por sus movimientos, esta vez parece verlo.

—¡Eh! Hay un hombre allí —le señalan y temo que el chico, al darse cuenta de que alguien está intentando alcanzarlo, decida saltar antes de que Gorka pueda ayudarlo.

—Por favor, callaos. ¡Callaos! —Trato de hacerles entender lo que ocurre, pero me ignoran. Por suerte, el chaval está tan nervioso que no parece darse cuenta.

De pronto, otra persona aparece en el tejado y, siguiendo las indicaciones de Gorka, extiende lo que parece una cuerda. Deben de haber hablado antes de subir. Observo como la anuda alrededor de una de las chimeneas y, cuando termina, le lanza el otro extremo a Gorka. Este, sin pensárselo dos veces, rodea su cintura y piernas con ella y tras asegurarse de que no le dará problemas se acerca más al borde. Vuelve a certificar que el chico sigue en la ventana y, al divisarlo, salta dejándose caer al vacío.

—¡Noooo! —grito con todas mis fuerzas y solo dejo de hacerlo cuando veo que Gorka se detiene en seco—. ¡Dios mío! ¡Dios mío! —Mi mente entra en bucle y lo único que hago es clamar al cielo para que no le ocurra nada malo.

Con un hábil movimiento, apoya uno de sus pies en la pared que tiene en frente y, dando un pequeño impulso, suelta algo más de cuerda y cae varios metros más de nuevo.

—¡Mirad! —exclama un grupo de chicos—. ¡Qué huevos tiene ese tío! Mirad lo que está haciendo.

Sacan sus teléfonos móviles y comienzan a grabar mientras yo sigo tan preocupada que ni siquiera puedo pestañear. Se ve claramente que sabe lo que está haciendo pero, desde ya, sé que nunca podré acostumbrarme a ello.

Gorka vuelve a hacer lo mismo y, dándose varios impulsos más, continúa descendiendo por la fachada hasta que su cuerpo hace un movimiento extraño. Al notarlo, mira hacia arriba y lo primero que pasa por mi cabeza es que la cuerda está fallando, pero al ver que el otro hombre le indica con la mano que todo está bien, exhalo.

Los gritos de la gente me asustan más y al ver que el chico está soltando su otra mano con intención de saltar chillamos para impedirlo. Si logramos llamar su atención quizás consigamos sacarle por unos segundos de su estado y, con ello, ganar algo más de tiempo. Es su única posibilidad ya.

—¡No saltes! ¡Todo tiene solución! ¡Quédate con nosotros! ¡Te ayudaremos! —ignorando nuestras súplicas, hace caso omiso y al ver que se santigua la gente se aparta, convencidos de que va a saltar.

—Mierda... —lloriqueo angustiada y cuando voy a apartar la mirada Gorka suelta casi toda la cuerda y mi corazón se salta un latido—. ¡Gorkaaaa! —grito fuera de mí, y cuando su cuerpo llega a la altura del balcón se detiene frente al chico, sorprendiéndolo a él, a mí y a todos los que estamos allí. Sin que este lo espere, lo empuja con sus pies tan fuerte que por la inercia cae dentro del apartamento. Durante unos segundos todos nos quedamos en silencio. Ha sido tan sorprendente lo que acabamos de presenciar que somos incapaces de procesarlo.

—¡Sí! ¡Síííí! —Doy pequeños saltitos—. ¡Sí, sí, sí! —Todos comienzan a aplaudir emocionados y mis ojos se llenan de lágrimas. ¡Es un puto héroe!

Sin perder ni un solo segundo, Gorka se ayuda con los barrotes a los que antes estaba sujeto el chico y los salta para entrar al apartamento. Por sus movimientos se aprecia que está tratando de inmovilizarlo, imagino que para asegurarse de que no lo vuelva a intentar y cuando cierra la ventana busco la entrada al edificio emocionada. Tengo que verlo. Necesito ir con él para decirle lo mucho que lo admiro.

El sonido de unas sirenas me indica que la ayuda acaba de llegar, pero sigo mi camino. Antes de que pueda terminar de subir el primer tramo de escalones, dos policías me adelantan entrando antes que yo y cuando uno de ellos se fija en mí no duda en detenerme.

—No puede entrar, señorita.

—Mi... novio está ahí. —Todavía me cuesta llamarlo así—. Ha sido él quien ha salvado al chico y quiero comprobar que está bien. Lo que ha hecho ha sido muy arriesgado y su pierna...

—Me temo que tendrá que esperar. —Me cierra la puerta casi en las narices y siento una punzada de rabia.

—Gilipollas —balbuceo mientras bajo los escalones de nuevo y me acomodo en un banco que hay en la acera. Mis piernas tiemblan tanto que parecen dos gelatinas.

Varios minutos después llegan los bomberos junto a un par de ambulancias y hasta una hora después no salen con el chico. Al ver que las autoridades empiezan a marcharse y que Gorka todavía no ha salido me pongo en pie y vuelvo a intentar entrar al edificio. Esta vez lo consigo y cuando estoy alcanzando el primer piso lo veo bajar.

—¡Gorka! —Me mira e inmediatamente noto que algo no va bien. No sabría decir exactamente el qué, pero su expresión no deja lugar a dudas—. ¿Te has hecho daño? —Niega con la cabeza y al acercarse noto algo raro en sus ojos—. ¿Te... encuentras bien? —Me preocupo.

Sin responder, coloca una de sus manos en mi mejilla para acariciarme y por el rabillo del ojo puedo ver que hay varios arañazos de la cuerda en su muñeca. Me mira fijamente a la vez que humedece sus labios y, enredando sus dedos en mi pelo, tira con decisión hasta que su boca se estrella contra la mía. Ese gesto ansioso me pilla por sorpresa y a medida que profundiza siento que más que besarme está buscando consuelo ¿Qué le pasa? Su pecho se eleva con rapidez llenando la camiseta y cuando sin querer me muerde, gruñe.

—Te necesito —murmura a la vez que me invade con su lengua y no tarda en hacerme sentir tan excitada como parece estar él. Mi respiración comienza a agitarse al ritmo de la suya y solo el sonido de unos pasos nos detiene. Gorka mira a nuestro alrededor mientras que intento reponerme y cuando creo que ya hemos terminado, tira con fuerza de mi mano—. Ven. —Es lo único que dice antes de abrir una puerta que encontramos cerca y de un pequeño empujón me introduce en el cuarto. Cierra tras él y aunque apenas cabemos en el habitáculo, vuelve a rodearme con sus brazos.

—Gorka —Trato de hablar, pero no me deja. Tengo miedo de que entre alguien en cualquier momento y nos sorprenda. Ignorándome, se aprieta más contra mí y mi cuerpo queda atrapado entre la pared y él—. Esto no está bien... —Cuando sus manos se deslizan bajo mi ropa para entrar en contacto con mi piel, jadeo y mi sentido común, como por arte de magia, se desconecta.

Poco a poco el deseo me gana la batalla y, como si fuese fuego vivo, las estimulantes imágenes del rescate me abrasan por dentro. Necesito apagar de una vez este fuego que, sin piedad, está acabando conmigo.

___________

Si ya sabéis cómo os dejo siempre de intrigad@s, ¿para qué me leéis? 😂😂😂😂

¡OS ADOROOOO!

Uníos al grupo Elena García (Novelas) si queréis reíros un buen rato 😘😘😘

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