LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (G...

By marlenequen

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La vida de Mariajo es tan anodina, que incluso aburre a los aburridos. Sin embargo, la visita de un hombre im... More

¿Preparad@s para una nueva historia?
SINOPSIS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPITULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPITULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
EPÍLOGO (parte 1)
EPÍLOGO - (Parte 2)

CAPÍTULO 27

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By marlenequen

A la mañana siguiente Gorka se levanta temprano y viene hasta mi habitación. Al parecer, mientras estuve detenida mi madre le ofreció la habitación de invitados y desde entonces se ha instalado ahí.

—Voy a necesitar que me hagas un favor —susurra cuando se asegura de que ya estoy despierta.

—¿Cuál? —pregunto todavía adormilada.

—Pepe está solo y aunque siempre le dejo agua y comida suficiente, necesito ir a echarle un vistazo. Me preocupa un poco que vuelva a pasarle algo y no estar allí para ayudarlo. Desde que vinimos de Toledo está mucho más nervioso y no para de hacer trastadas.

—Está bien. —Me giro dándole la espalda y, cuando menos lo espero, vuelvo a quedarme dormida.

—Mariajo. —Se echa a mi lado y en el instante en que rodea mi cintura con su brazo abro los ojos. Nos hemos besado varias veces pero que me abrace así nunca lo había experimentado—, no te duermas... —habla en mi oído y por su aliento mentolado puedo percibir que acaba de lavarse los dientes. ¿Será que mi madre también le ha comprado un cepillo? El disgusto que la pobre se va a llevar cuando descubra la verdad va a ser monumental. Tendré que inventar algo cuando esto termine para que el golpe no le resulte demasiado duro.

Está claro que algo sentimos el uno por el otro, sino él no estaría aquí..., pero otra cosa muy diferente es que lleguemos a mantener algún tipo de relación. Somos dos polos opuestos y, después de todo, él tiene su vida a varios de cientos de kilómetros de aquí. Algún día volverá a su tierra y de esto solo nos quedará un bonito recuerdo. Eso contando con que las cosas terminen bien, porque como acaben como con mi ex de bonito no tendrá nada.

Diez minutos después por fin logro reunir la voluntad suficiente como para salir de la cama y después de pedirle que me espere en el salón, me doy una ducha rápida. Cuando regreso con él recogemos todo lo que nos hará falta y tras despedirnos de mi familia, que están desayunando en la cocina, les avisamos de que no nos esperen para comer ya que lo haremos en su apartamento. Entonces nos ponemos en marcha. Aunque mi cabeza no está todavía como debería, me siento bastante más despejada que ayer y puedo conducir sin problema. Estaba tan agotada que, aunque dormí gran parte del día, al caer la noche no tardé en conciliar el sueño de nuevo.

Subimos los tramos de escalera como lo hicimos todas las veces anteriores y Gorka, una vez más, parece que vuela mientras que yo voy detrás con la lengua fuera. ¿Cómo puede tener unos brazos tan fuertes? Es increíble lo poco que le cuesta. Saca la llave para abrir mientras busca un lugar donde apoyar las muletas y cuando estiro mi mano para ayudarlo nuestros dedos se rozan haciendo que una corriente eléctrica me recorra entera. Por instinto, levanto la mirada para buscar la suya y al encontrármela de frente, lo primero que pasa por mi cabeza es si él habrá sentido lo mismo, pero viendo que actúa normal lo descarto. Tengo la impresión de que estoy esperando demasiado y al final la desilusionada terminaré siendo yo y no mi madre.

—Pepe, ¿dónde estás? —lo llama nada más entrar y veo que viene corriendo por el pasillo. Me resulta tan extraño ver a un pájaro sin plumas que creo que no podré acostumbrarme jamás. Se inclina ayudándose del mueble de la entrada para colocar la mano en el suelo y Pepe sube con confianza por su brazo hasta colocarse en su hombro—. ¿Me has echado de menos? —Besa su pronunciado pico y este emite un sonido como si hiciese lo mismo. Nunca pensé que un pájaro pudiese llegar a ser tan inteligente—. ¿Tienes comida? —le pregunta y, como si supiese lo que le está preguntando, habla:

—Comida, ummm. ¡Qué rica! Pepe ven, toma tu comida. Ummm. Comida.

Debe de haberle escuchado decir esas frases muchas veces para que haya aprendido a repetirlas con tanta claridad.

Gorka rellena sus comederos y al terminar se deja caer en el sillón a la vez que expulsa el aire de su pecho. No ha dicho nada en todo este tiempo pero por las sombras oscuras que se observan bajo sus ojos puedo intuir que no está pasando las mejores de sus noches.

Cuando estoy a punto de preguntarle, el sonido de su teléfono nos sobresalta y descuelga al segundo tono.

—¡Hola! ¿Qué? ¿Ya estás en Sevilla? —dice enarcando las cejas y rápidamente le miro. ¿Será la persona que ayer dijo que nos ayudaría?—. ¡Qué rapidez! Te esperaba más tarde. —Hace una pausa—. Sí, estoy en casa. Vale, vale, pues si vienes ya aquí te espero. —Parpadea pensativo al colgar.

—¿Es la persona que...?

—Sí. —Sabe perfectamente lo que le voy a preguntar—. Al principio verás que es un poco... Bueno, ya lo verás —ríe, pero no me preocupa. Desde que trabajo de cara al público estoy acostumbrada a tratar con todo tipo de personas.

—¿Tenemos que ir a buscarlo a algún lugar? —Levanta una ceja, gracioso, y no acabo de entender por qué. No he dicho nada fuera de lugar.

—No, tranquila. Casi está aquí ya. Ha venido un par de veces, así que conoce la zona.

—Ah, ok. —Nos quedamos en silencio—. ¿De dónde es? —Tengo curiosidad.

—De Toledo, igual que yo. —Volvemos a quedarnos callados y el sonido del timbre nos indica que ya está abajo. Me levanto para desbloquear el portón exterior desde el telefonillo y cuando llega a nuestra puerta mis ojos se abren con gran sorpresa al verla. En ningún momento pensé que fuese una mujer. Ahora entiendo por qué le resultó gracioso que hablase de ella como si fuera un hombre.

—Buenos días —me saluda—, he quedado con Gorka.

—Está ahí... —Me hago a un lado para que pase y no puedo evitar fijarme en su flamante y ajustado traje de cuero negro de dos piezas y en su brillante casco del mismo color bajo el brazo. ¿Ha venido desde Toledo en moto?

—¡Hola, cabezón! —Su efusivo saludo al verlo me saca de mis pensamientos—. ¿Cómo estás? —Se inclina para abrazarlo y sus impresionantes nalgas quedan casi a la altura de mis ojos.

Se cuida, eso no me cabe duda. Su cuerpo es igual que un hermoso reloj de arena y con cada gesto que hace parece restregármelo por la cara. Empiezo a odiar que siempre se rodee de mujeres tan atractivas. Eso, de algún modo, me hace desconfiar. ¿Por qué teniendo toda esta carne bien puesta a su alcance insinúa estar interesado en mí? Físicamente no soy nada en comparación con ellas.

—Estoy genial, como siempre. —Dobla y levanta sus brazos para mostrarle sus músculos y eso no me gusta.

—Ya veo, ya... —dice mientras revisa su pierna—. ¿Cómo llevas la rodilla? ¿Has empezado la rehabilitación ya?

Deben de hablar a menudo porque parece que está enterada de todo.

—No, pero no creo que tarde en hacerlo. Por cierto, ella es mi amiga Mariajo. La chica de la farmacia—. ¿Ha dicho "mi amiga"? ¿La chica de la farmacia? Esto empieza a olerme muy mal.

—Hola —me saluda desde el sillón—, yo soy Rebeca, aunque imagino que Gorka ya te habrá hablado de mí. —No. Por desgracia no me ha hablado de ella, pero evito decírselo para no herir su ego. Parece que viene a ayudarme y no quiero tensar el ambiente—. Lamento lo que le ha ocurrido a tu negocio.

—Gracias.

No sé qué más decir. Me siento molesta. ¿Por qué a la otra chica que vino a verle le dijo que era su novia y a esta no le ha dicho nada? ¿Será que no quiere cerrarse la puerta con ella?

—Mariajo también está haciendo de enfermera conmigo, ¿verdad? —Sonríe y al ver que no respondo arruga su frente. No acabo de entender mi enfado, pero lo estoy y mucho.

—Te compadezco, niña. —Niega con la cabeza y este levanta una de sus cejas—. Es un enfermo horrible. —Sus palabras me llevan a entender que lo conoce demasiado bien y eso tampoco me agrada—. Quejarse no se queja, pero pedir lo hace hasta por los codos.

—¡Oye! —la riñe—. No le hagas caso. Yo no pido nada. —Al notar que de nuevo evito hablarle vuelve a dirigirse a ella—. ¿Hasta cuándo te vas a quedar?

—Pues... como estoy de vacaciones creo que una semana. Si no le importa a tu compañero, claro.

«¿Qué? ¿Va a quedarse aquí? Sola, ¿con él?» Me muevo inquieta. No quiero que noten cuánto me está afectando.

—No creo que le importe, ya sabes que la última vez fue él quien te ofreció la casa. Además, también está de vacaciones, así que tienes dos opciones: la habitación de invitados o el sillón.

—Sin duda la habitación. Donde esté una buena cama que se quite todo lo demás. —Le guiña un ojo y mi estómago se tensa. Definitivamente, su intención es quedarse en la casa.

—¿Tú también te vas a quedar? —me pregunta y dudo por un segundo. Me gustaría decirle que sí solo para que sepa que no podrá intentar nada con Gorka, pero no pienso hacerlo. Decido que me iré a mi casa.

—No... —Carraspeo para mantener las formas—. Yo vivo cerca, así que no hay necesidad. —Gorka me observa y evito mirarlo. Hace rato que dejé de sentirme cómoda y parece estar dándose cuenta.

Hablan durante varios minutos más y cuando estoy a punto de anunciarles que me marcho, cansada de la situación, Gorka me habla.

—Mariajo, ¿al final que hacemos? ¿Salimos a comer o pedimos algo para que nos lo traigan?

—Yo, si me lo permitís, prefiero comer aquí —se adelanta Rebeca—. Necesito estirar la espalda, han sido muchas horas de viaje.

—Bueno, por mí no hay problema —dice él—. ¿Te importa que lo hagamos así?

—La verdad es que yo prefiero comer en mi casa —respondo sin pensar—. Sabiendo que ya hay alguien contigo me quedo más tranquila y, si no os molesta, la verdad es que me gustaría irme. Tengo cosas que hacer —expongo. Mis celos están a punto de jugarme una mala pasada y si no los controlo en algún momento meteré la pata.

—Pero... ya le dijimos a tus padres que comeríamos juntos. —Trata de hacerme cambiar de idea.

—Deja que se vaya, joder —responde Rebeca al instante—. Seguro que quiere perderte de vista un rato. La pobre chica tiene que estar hasta las pelotas de ti. —Limpia una mota de polvo de su bota—. Tómate el día libre, guapa. Conociendo a este insufrible seguro que lo necesitas.

—Eh, ¡que estoy aquí! —protesta.

—Me da igual. Lo eres y punto —afirma y vuelve a mirarme—. Hoy estoy agotada pero mañana por la mañana, si quieres, podemos ir a echarle un ojo a tu farmacia, ¿te parece bien? Y mientras, si Gorka necesita algo yo me encargo para que tú descanses. —¿Me... está echando con mucha educación o me lo parece a mí? ¿Y por qué él no dice nada?

—Sí, será mejor así —digo tras esperar unos segundos, y al ver que ya no hablan decido recoger mis cosas sin mirarlos. Después de despedirme salgo de la casa.

Cuando alcanzo la calle seco varias lágrimas que se deslizan por mis mejillas. Al llegar al coche tengo que hacer un gran esfuerzo para no romper a llorar. Me duele que Gorka no haya insistido en que me quede.

_____

¡Nos leemos mañana! ¡Gracias por vuestros votos y comentarios!

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