LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (G...

By marlenequen

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La vida de Mariajo es tan anodina, que incluso aburre a los aburridos. Sin embargo, la visita de un hombre im... More

¿Preparad@s para una nueva historia?
SINOPSIS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPITULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPITULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
EPÍLOGO (parte 1)
EPÍLOGO - (Parte 2)

CAPÍTULO 23

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By marlenequen

Al llegar la noche insiste para que me quede a dormir alegando que no puede moverse y que le duele la pierna, pero me niego. Sé que todo forma parte de un plan para presionarme y conseguir lo que quiere. Apenas le ha dolido mientras ha estado en el hospital y después de todo lo que le he visto hacer en un rato, sé que hoy tampoco. No teniendo escapatoria, y con bastante reparo, al final le dejo mi número de teléfono anotado en un papel por si ocurriese algo. Solo espero que no se comporte como un capullo y se pase la noche molestándome con sus bromas. Ya lo conozco lo suficiente como para saber que no tendría ningún problema en hacerlo.

—No puedes dejarme así, ¡mala mujer! —lloriquea cuando me despido—. Se lo diré a mi suegra en cuanto la vea.

—Lo único que tendrás que hacer mientras no esté es ir al baño como has estado haciendo mientras he estado aquí y no veo que te haya ocasionado ningún problema, pero si quieres... puedo dejarte una ensaladera debajo de la cama para que ni siquiera tengas que moverte —bromeo.

—¡Eres cruel! —En medio de su drama veo un atisbo de sonrisa y eso hace que me marche más tranquila.

—Y más que lo pienso ser como sigas portándote así.

Cierro la puerta a la vez que cierro mis ojos y suspiro. Está loco, completamente loco, pero, por desgracia, me encanta. Todavía no sé cómo diablos he llegado a esto. Yo, una persona tan cerrada y poco sociable cuidando a un hombre como él... Vuelvo a suspirar y me pongo en marcha. Solo espero que esta tontería se me pase pronto.

Cuando estoy bajando las largas escaleras mi teléfono comienza a sonar y al ver que es mi padre descuelgo rápido. Si él me llama es que algo pasa.

—Dime, papá.

—¿Te han llamado los del seguro?

—No, ¿por qué?

—No, por nada. —Noto nerviosismo en su voz y eso me preocupa.

—¿Qué ocurre? —insisto. Podría esperar hasta llegar a casa, pero la preocupación no me lo permite.

—Parece que... —Carraspea—, bueno... —No sabe cómo empezar y eso me asusta todavía más—. Parece que han encontrado pruebas de que el incendio.... Bueno..., ha sido provocado y creo que el mismo seguro va a demandarte por intento de fraude.

—¿Quéééé?

—Tranquila, cariño. —Vuelve a carraspear y aunque intenta disimular como puede, noto que está tan alterado como yo—. Vamos a solucionarlo, ya verás. Debe de tratarse de un error.

—¡Madre mía! —Pongo la mano sobre mi frente y la masajeo—. ¿Cómo voy a hacer yo eso? ¿Están locos o qué les pasa? —No puedo creerlo. Ya no sé qué más puede ir mal.

—Creen que como el negocio es nuevo y no factura lo suficiente..., has podido inventar todo esto para cobrar la indemnización.

—¡Eso es mentira! —exclamo. Es increíble que me estén acusando de algo tan grave.

—Lo sé, cielo, y por eso te digo que todo se arreglará. No debes preocuparte.

—¿Qué pruebas han encontrado? ¿En qué se basan para decir que ha sido provocado?

—No lo sé, solo me han comunicado eso, pero no sé más. Esta semana nos llamará la policía e imagino que nos contará todo.

—Está bien. —Puedo notar como el corazón me late con fuerza—. Voy ya para casa, ahora hablamos.

Nos despedimos y cuando cuelgo tengo que hacer un esfuerzo para controlar las lágrimas. ¿Cómo narices voy a manipular yo algo que no me atrevo ni a tocar con un palo por miedo a electrocutarme?

***

A la mañana siguiente me levanto mucho más cansada que cuando me acosté por no haber dejado de darle vueltas al asunto en toda la noche, y si decido salir de la cama es porque ya quedé con Lucrecia ayer, que si no me quedaba acostada.

Me visto con lo primero que veo y recojo mi cabello en una coleta para no entretenerme demasiado. Al bajar a la cocina me encuentro con mi madre y parece tener la misma cara que yo. Seguramente mi padre ya le ha contado y ella tampoco ha podido pegar ojo. Evito sacar el tema para no angustiarme más y tras tomar un zumo, me despido.

—¡Mariajo! —Oigo a Lucrecia llamarme mientras estoy buscando mi teléfono para preguntarle dónde está y, al mirar, la veo aparcada a unos metros de la casa.

—¿Vamos en tu coche? —le pregunto casi por señas y cuando asiente recuerdo que tenemos que ir a recoger a Gorka. Entonces expulso el aire.

—¿Qué ocurre? —me pregunta nada más abrir la puerta y al explicárselo le parece bien, más incluso de lo que me gustaría, así que, al igual que hice con mi madre, en este caso también decido guardar silencio. Con lo encantada que parece no dudará en rebatirme todo lo que sea que diga con tal de impedir que cambie de opinión.

Envío un mensaje a Gorka y en cuanto llegamos a su apartamento abro la puerta con intención de ir a ayudarlo. Entonces me doy cuenta de que ya nos está esperando abajo. Cada vez me convenzo más de que no necesita ayuda. Alzo mi brazo para que nos vea y cuando localiza el coche viene hacia nosotras ayudándose con las muletas. Nos saluda y Lucrecia no puede ocultar su sonrisa.

—Vale ya, ¿no? —le riño—. Te va a llegar la baba al suelo.

Gorka abre la puerta, nos saluda y, como puede, coloca las muletas en el asiento para acomodarse junto a ellas en la parte de atrás.

Mientras conduce Lucrecia y él bromean sobre la noche de la despedida y yo lo único que hago es mirar por la ventanilla evitando entrar en su juego, sobre todo cuando se centran solo en mi borrachera y en cómo actué gracias a ella. Me temo que ese día va a acompañarme por el resto de mi vida y jamás podré sacarme ese lastre de encima. Quise ser la protagonista y lo conseguí, pero de una forma muy diferente a la que quería.

—Es aquí —indica Lucrecia a la vez que tira del freno de mano. Por el pequeño espejo del copiloto en el que estoy arreglando algo más mi cabello puedo ver a Gorka enarcar una ceja.

—Emm, espera. ¿Qué son esas plantas que se ven ahí? —pregunta risueño y, entendiendo que no necesita explicación, ninguna respondemos.

Salir del coche le cuesta un poco más, así que voy hasta él para echarle una mano. Se sujeta a mi hombro mientras termina de sacar sus cosas y caminamos juntos hasta la consulta de la bruja. Al entrar al largo patio el olor a marihuana nos hace toser y Gorka no se calla.

—¡Uff! —Sacude su cabeza—. El instinto me dice que vamos directos a un incendio forestal —ríe y Lucrecia lo acompaña de manera escandalosa. Está tan nerviosa por su presencia que desde que salimos no ha sido capaz de controlarse. Llamamos a la puerta interior y cuando la bruja nos da paso y abrimos, el humo, mucho más denso que la última vez, no tarda en envolvernos—. ¡Joder! —Vuelve a toser, dando incluso alguna arcada—. Ni cuando la policía quema plantaciones enteras huele así.

—Dejaos de tonterías y pasad de una vez. —La escuchamos decir al fondo y Gorka me mira.

Entramos casi a tientas y una pregunta no para de rondarme en la cabeza ¿Cómo lo hace para respirar aquí?

—Os juro que he apagado fuegos menos cargados de humo que esto. No veo una mierda. —Seca sus ojos—. Oh, Dios... Me estoy colocando ya. —Tose más fuerte.

—¡Cerrad la puerta y sentaos! —señala hacia lo que parecen tres sillas pegadas a la pared y miro a Lucrecia. La última vez solo tenía dos. «¿Es posible que supiese que venía él?» No... Niego con la cabeza. No puede ser.

—Señora, si cerramos la puerta según tiene esto, cuando salgamos de aquí lo haremos espantando dragones. —Con disimulo le doy un codazo, pero no parece entender lo que quiero decir—. ¡Jesús! ¡Uh! Con lo rápido que me suben a mí estas cosas... —Mueve la mano para aclarar el ambiente pero al estar envuelta toda la sala no sirve de nada—. ¡Qué hambre me está dando ya!

—Cállate, por favor —susurro para evitar que la bruja nos escuche. Tiene muy mala leche y sé que si la cabreamos no dudará en echarnos.

Nos mira y tras darle una fuerte y profunda calada a una especie de troncho de lechuga que tiene entre sus dedos, lo deja sobre el cenicero y me habla.

—Hermosa. —Odio que me llame así, la última vez ya me dejó claro por qué lo hacía—, acércate más. —Levanto la silla para no hacer ruido y me coloco junto a su mesa—. Dame las manos. —En cuanto lo hago, oigo una carcajada detrás de mí.

—Perdón, perdón. —Gorka se disculpa y con los ojos achinados sorbe por su nariz.

—Veoooo... ¡Veoooo!

—¿Una cosita? —Gorka habla de nuevo y sé que ha pensado lo mismo que nosotras en la sesión anterior. Es demasiado tentador y, como es normal, él no lo iba a dejar pasar. Lucrecia, al escucharlo, en vez de tratar de hacerse con la situación, ríe con él y tengo que hacer un gran esfuerzo para no hacerlo yo. No hay peor cosa que tratar de mantenerte serena cuando tus amigos están detrás desternillándose.

—Hermosa, antes de seguir con esto... —Me suelta para mirarme fijamente a los ojos—. ¿Has desatado ya los cojones a Cucufato?

—No...

—¿Los qué? —Vuelvo a escuchar risas y aunque esta vez suenan diferente, trato de ignorarlas—. ¿Los cojones de quién? —Gorka insiste en saber y nadie responde.

—No, señora— continúo—. Se me olvidó por completo, pero guardo el pañuelo aún. Está un poco sucio por el incendio, pero en cuanto llegue a casa le quitaré los nudos.

—¿Qué pañuelo? ¿Qué nudos? —Una carcajada casi agónica sale de su garganta y esta vez sí me giro para mirarlo. Como no se controle un poco enfadará a la bruja y nos sacará a patadas—. Mariajo... —Trata de moverse y lo hace con torpeza—. Esta señora está diciendo que el pañuelo que te he estado guardando con tanto esmero... ¿son los cojones estrangulados de alguien?

—Sí. Bueno, en realidad son...

—¡Dios mío! ¡Los he tenido en las manos! —Se las mira asustado y veo cómo se pone en pie sin ayudarse de las muletas.

—¡Mierda! —Al comprender que está completamente colocado corro hasta él para ayudarlo—. Lucrecia, por favor, hazte cargo. —Asiente y tras sentarlo de nuevo este sigue mirando sus manos como si en ellas hubiese algo horrible.

—Tan grande y flojo —balbucea la bruja sabiendo que el humo lo tiene drogado—. Dame tus manos y acabemos con esto. —Asiento y en cuanto nuestros dedos se tocan la bruja sufre un espasmo tan fuerte que acaba sobresaltándonos a los tres.

—¿Señora? ¿Se encuentra bien? —le pregunto al ver que tiene la cabeza hacia atrás y Gorka comienza a carcajearse de nuevo—. ¿Oiga? —No se mueve y eso me preocupa—. ¿Disculpe? —Las carcajadas de Gorka suenan cada vez más agudas y cuando pierden el sonido lo miro—. ¿Puedes dejar de hacer eso? —Niega con la cabeza, rojo como un tomate y antes de que pueda pedirle a Lucrecia que lo saque fuera para que tome un poco el aire, la bruja sufre otra extraña convulsión—. ¡Dios mío! —Me pongo en pie a toda velocidad al ver que tiene sus ojos en blanco. En cuanto me aparto, Gorka la ve y comienza a gritar como un poseso.

—¡Calladle! —exclama la bruja con un tono mucho más grave y cuando por un segundo llego a creer que han intercambiado sus voces, Gorka vuelve a soltar otra de sus frases.

—Me estoy cagando... de miedo —expresa serio y aunque intenta contenerse, vuelve a estallar en risas de nuevo.

—Túúú —la mujer me señala y abro los ojos sorprendida—, esto no ha acabado. ¡Vannn a por ti!

—¿Quién? —Mi espalda se eriza.

—¡Ellos! ¡Ellos! ¡Ellossss!

—¿Quienes? —Estoy aterrorizada pero necesito más información. ¿De quién debo defenderme?

—Estás en peligro. —Su garganta comienza a emitir todo tipo de ruidos y temo que por tener la cabeza tan inclinada hacia atrás se esté ahogando—. ¡Vas a morir! —En ese momento sus ojos recuperan las pupilas y parpadea.

—¿Qué? —pregunto aterrada—. ¿Qué acaba de decir?

—¿Que de qué? —responde la bruja como si nada y le da otra calada a su grueso tronco.

—¿Por qué ha dicho que me voy a morir? —Mis piernas comienzan a temblar—. ¿Lo ha visto en su visión?

—¿Quién ha dicho eso? —pregunta como si no supiese de qué hablo—. ¿Qué visión? Todavía no he logrado conectar.

—Usted. Usted misma lo acaba de gritar. —Mi corazón bombea con tanta fuerza que empiezo a creer que está en lo cierto. Voy a morir, sí, pero ahora mismo y de un infarto.

—Hermosa, eso es imposible —asegura y la observo con incredulidad.

—¿Cómo que no? —Miro hacia atrás buscando apoyo y Gorka está contando los dedos que tiene en cada mano mientras que Lucrecia nos mira—. Tú lo has escuchado, ¿verdad? —le pregunto.

—¿Escuchar qué? —dice mi amiga.

—¡Lo que ha dicho, joder! ¡Qué me voy a morir!

—Mariajo... —Arruga su frente—, ha dicho otras cosas, pero eso..., precisamente eso, no. —Me mira como si estuviese loca y mi vello vuelve a erizarse.

—Yo... yo lo he escuchado —aseguro. Deben de estar gastándome una broma, sino no le encuentro otra explicación.

—Ven conmigo. —Se pone de pie y después de llevarme a la parte de atrás comienza a pulverizar sobre mi cuerpo los mismos líquidos que la otra vez. Reza algo que no entiendo y tras golpearme con un ramo de hojas secas que me arañan toda la cara, da por finalizada la sesión—. Creo que con esto servirá. —Toma mis manos y cuando vuelve a cerrar los ojos me aparto un poco por lo que pueda pasar. No me fío de nada ya—. Umm... Ya no tienes el aura tan sucia. La nube negra que te acecha se está aclarando.

—¡Ufa! Pues la blanca que nos está engullendo se está acrecentando. —Gorka vuelve a aletear con sus manos para apartar el humo que, por tener la puerta cerrada, cada vez se espesa más; y la bruja, recogiendo sus grandes faldas para no pisarlas, camina hacia él.

—Dame tus manos. —Gorka lo duda por un momento antes de ofrecérselas y esta, al tomarlas, levanta las cejas con picardía—. Ahora entiendo muchas cosas... —Me mira sonriente y yo no entiendo nada—. Déjame tu silla. —Lucrecia se levanta y la bruja se sienta sobre ella—. Veoooo. —Inspira profundo y Gorka la mira con la boca abierta—. Veoooo...

—Pues qué suerte tiene usted de ver porque yo ya no veo nada. —Sus ojos están cada vez más cerrados y sé que se debe a las sustancias que flotan sin descanso en el ambiente. Ya advirtió al entrar que era muy susceptible a ellas, pero nunca imaginé que tanto, aunque reconozco que yo también me estoy empezando a encontrar mal ya.

—Veooo. Oh, Dios, lo que veo. —Vuelve a mirarme y me incomoda. Se centra un poco más y la expresión de su cara cambia en un segundo—. Dolor. —Arruga sus cejas—. Mucho dolor. Demasiado... —Gruñe—. Más del que una persona podría soportar. —Gorka sigue ajeno a todo mientras observa los objetos de la habitación—. Muerte, remordimientos, culpabilidad... —Abre los ojos sorprendida—. ¡Secretos! —Esa palabra hace que Gorka reaccione con rapidez y aparta sus manos de ella.

—¿Qué ha sido eso? —pregunta extrañado.

—¿El qué? —Me adelanto. Está palideciendo muy rápido.

—He sentido algo muy raro aquí. —Toca la boca de su estómago y, sin que lo espere, comienza a vomitar.

—Este chico está mal —dice la bruja—. Es mucha la carga que portan sus hombros. Traedlo conmigo. —Se pone en pie y camina hacia el lugar donde me llevó a mí antes. Entre Lucrecia y yo tiramos de él y cuando nota que lo estamos levantando se niega.

—No, no, no. Eh..., ¿qué hacéis? —Se resiste—. ¡Dejadme! No quiero acabar como el Cucufato ese.

—Acabarás peor si no limpiamos tu aura —objeta la bruja y al final tengo que ceder.

_____

¡Hasta mañana! ❤️

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