LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (G...

By marlenequen

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La vida de Mariajo es tan anodina, que incluso aburre a los aburridos. Sin embargo, la visita de un hombre im... More

¿Preparad@s para una nueva historia?
SINOPSIS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPITULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPITULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
EPÍLOGO (parte 1)
EPÍLOGO - (Parte 2)

CAPÍTULO 22

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By marlenequen

Sus besos cada vez se vuelven más vivos y me arrastra al borde del precipicio en el que estamos sumergidos. Su sabor, su calor, su aliento fresco... todo me cautiva de él. Enreda una de sus manos en mi pelo y con la que tiene libre rodea mi cintura para que mi cuerpo quede más cerca del suyo. Con sutileza, nos vamos echando sobre el sillón. Cuando me quiero dar cuenta lo tengo colocado entre las piernas.

—Gorka... —jadeo. Siento que estamos llevando esto demasiado lejos.

—Mmm —me ignora. Está totalmente entregado a la pasión y no tiene intención de perderla.

—¿Qué estamos... haciendo? —Su boca, ansiosa, apenas me deja hablar y aunque debería detenerme, no puedo. Con cada segundo que pasa sus besos se vuelven más adictivos.

—Lo que queremos. —Respira agitado sobre mí sin importarle la postura de su pierna y continúa.

—Gorka... —lo intento una vez más, pero me es realmente difícil parar y él no tiene intención de ayudar.

El cuerpo cada vez me pide más y aunque el sentido común está tratando de ponerse en medio para evitar que cometa una locura, por el momento va perdiendo. Tengo tanto calor que estoy deseando empezar a quitarme la ropa.

—JJJJJ. —Un ruido raro llama mi atención y me detengo por un segundo—. JJJJJ. —Vuelve a sonar y ahora es Gorka quien parece oírlo también.

—¿Qué haces? —me pregunta con los ojos entrecerrados y su cabello llama mi atención. Es la primera vez que lo veo tan despeinado y saber que ha sido por mi culpa me gusta.

—¿Yo? Nada.

Trato de controlar la respiración y antes de conseguirlo se echa sobre mí. Su boca afanosa vuelve a buscar la mía con anhelo y cuando la encuentra el maldito ruido aparece de nuevo.

—JJJJJJJJJ. —Esta vez suena más fuerte y, con cuidado, se separa unos centímetros para mirarme.

—¿Por qué haces eso?

—¿Yo...? Yo no lo he hecho —digo empezando a asustarme. Es un ronquido muy extraño y no parece humano.

—¡Pepe! —grita sobresaltándome y se lanza contra la mesa—. ¡Pepe!

—¿Qué ocurre? —Me levanto casi a la vez que él y, al fijarme mejor, me doy cuenta de que el loro está inconsciente sobre la caja de la pizza.

—¡Se ha atascado! —Mete los dedos temblorosos en su boca—. ¡Pepe! ¡Por tu madre! ¡Respira!

—¿Qué? ¿Con qué? —Logra ponerme tan nerviosa como él y observo sin saber muy bien qué hacer cómo golpea con cuidado su espalda. Vuelve a buscar dentro de su pico y presiona su pecho a la vez.

—¡Pepe! ¡No me dejesss! —grita casi al borde de la histeria y cuando por tercera vez introduce los dedos en su garganta, logra sacarle un trozo de pizza enorme. Entonces el pájaro comienza a moverse.

—¡Hostia puta, macho! Grrr —dice sorprendiéndome y los dos le miramos. Por supuesto, yo con los ojos como platos. ¿El jodido loro acaba de hablar?

—¡Hostia puta, macho! —repite Gorka a la vez que con alivio se echa hacia atrás y empiezo a entenderlo. De tanto como se lo ha escuchado, lo debe de haber aprendido—. ¡Cuántas veces voy a tener que decirte que no te comas mi comida! —lo riñe bastante cabreado—. ¡No eres humano!

—Me la agarras con la mano. Grrr.

—¿Qué? ¿En serio ha dicho lo que creo? —Le miro sabiendo de dónde lo ha sacado y se echa a reír.

—Aunque no te lo creas, eso me lo ha enseñado él a mí.

—Pues estás en lo cierto. No te creo. —Se lo he escuchado más de una vez.

—En serio. Cuando lo adopté no paraba de decirlo. —Se remueve mientras el loro sube por su espalda y trata de picarle en la oreja.

—¿Lo adoptaste?

—Sí, hace como siete años. Antes que conmigo vivía en un zoo, pero lo retiraron porque se quedó calvo.

—Y... ¿por qué le pasó eso? —Nunca había visto a un loro sin plumas.

—Sufre un virus, así que ya no les servía para exponerlo. Me enteré por medio de un amigo que trabajaba allí que se estaban planteando sacrificarlo. Entonces decidí hacerme cargo. —Rasca su cabeza—. Él y yo ya nos conocíamos. —Lo besa en el pico cuando se coloca en su hombro—, iba a ver a mi colega de vez en cuando y como sabía de su existencia porque me había hablado de él varias veces siempre le llevaba unas semillas. ¿Verdad, glotón?

—Semillas. Umm, ricas. Grrr

—Oh... —Si pretendía enternecerme lo está consiguiendo—. ¿El nombre se lo pusiste tú o ya lo tenía?

—Se lo puso él mismo —ríe—. Cuando lo traía en el coche se me ocurrió preguntarle como quería llamarse y fue lo primero que dijo. No sé de dónde lo sacó, pero se quedó con él.

—Vaya, al final voy a creerme eso de que entiende.

—Ni se te ocurra dudarlo.

Nos quedamos en silencio observándolo y cuando empiezo a ser consciente de lo que ha estado a punto de pasar entre nosotros, antes de que el loro se atragantara, me muevo inquieta. Si no llega a ser por eso no sé hasta dónde hubiésemos llegado. Mi cara comienza a calentarse por la vergüenza y, con disimulo, miro hacia otro lado para evitar que se dé cuenta.

—Tengo... que ir al baño. —Me levanto al notar que mi bochorno, lejos de desaparecer, aumenta, y decido ir al baño con intención de tomarme un par de minutos para calmarme.

Al entrar apoyo mis manos en el lavabo y, mirándome en el espejo, me doy cuenta de que estoy bastante roja. Abro el grifo para cargar un poco de agua en mis manos y, con cuidado de no salpicar, refresco mi cara. No sé qué diablos ha pasado ahí, pero ha sido muy intenso. Tanto, que he llegado a temer perder el control. Vuelvo a mirarme en el reflejo y descubro que mis labios están hinchados. Paso mi lengua sobre ellos para humedecerlos y al notar que todavía están impregnados de su sabor, un raro hormigueo se posa en la boca de mi estómago. Es tan fuerte que tengo que obligarme a inspirar profundamente para aliviarlo. «Esto te está empezando a gustar demasiado, Mariajo» me riño mentalmente mientras me miro a los ojos.

—¡Pepe! —Desde donde estoy puedo oír como vuelve a gritar—. ¡Qué no te comas eso, coño!

—¡Coño! ¡Coño! ¡Coño! Grr —carcajeo aprovechando que no me ve y decidido dejar mi escondite para enfrentarme a lo que viene. Haga lo que haga, y cuando menos lo espere, hablará sin ningún pudor de lo que acaba de ocurrir y no se detendrá hasta asegurarse de que hay rubor en mis mejillas. Gorka es así y si quiero seguir manteniendo contacto con él tengo que aceptarlo.

—¿Qué se ha comido ahora? —pregunto al regresar, tratando de no reírme.

—Lo mismo. Me he descuidado solo un segundo y casi lo hace otra vez. —Alza la vista y cuando nuestros ojos se encuentran se queda callado.

—¿Qué? —digo al ver que tampoco se mueve.

—Me gusta cómo se ven tus labios hoy. —Los aprieto casi sin darme cuenta y sonríe. Debe de haber notado lo mismo que yo.

—Están igual que siempre.

Le quito importancia mientras me siento a su lado y me incomoda el hecho de que no aparte la mirada.

—No —insiste—. No están igual que siempre... —Deja la frase en el aire y al darme cuenta de que estoy reteniendo la respiración exhalo despacio. ¿Por qué me siento así?

—¿Quieres comer más? —cambio de tema con rapidez. Esta tensión tan extraña que se ha formado entre nosotros está empezando a afectarme. No sé qué me está pasando, pero ha cambiado algo en mí desde que nos hemos besado y cada vez que se mueve o habla mi corazón se contrae. Debo de estar volviéndome loca, pero desearía que lo hiciese otra vez.

—Me apetece mucho, la verdad, pero me temo que ya está fría. —Levanta las cejas y algo me dice que no habla de lo que tiene sobre la mesa.

—Entonces me la llevo a la cocina. —Finjo que no lo he entendido y en cuanto cierro la tapa pone sus manos encima.

—Tampoco he dicho que no me guste así. —La abre de nuevo y, apartando el trozo que ha pisoteado el loro, coge otro para empezar a comérselo. Está jugando conmigo. Lo sé.

Las siguientes horas se las pasa durmiendo y el loro con él. De vez en cuando el bicho abre un ojo como si fuese un perro guardián y al ver que no me muevo lo vuelve a cerrar. Sin embargo, si por cualquier cosa hago algún ruido, por pequeño que sea, los mantiene abiertos hasta que se asegura de que no me acerco. Si no pecase de lunática, creería que se atragantó a propósito para recuperar la atención de Gorka.

Al igual que ocurrió en el hospital, cuando más tranquila estoy leyendo algo en mi teléfono, Gorka comienza a moverse de un modo extraño en el sillón y su respiración cambia. Lo observo con detenimiento y sus puños se cierran con fuerza como si estuviera teniendo un fuerte ataque de impotencia. Suelto el teléfono con intención de despertarlo y me detengo cuando lo escucho hablar:

—¡No! ¡No saltes! —En el momento en que grita, él mismo se despierta y abre sus ojos de sopetón. Se sienta con rapidez y, poniendo la mano en su pecho, trata de controlar la respiración, que por momentos se vuelve más agitada.

—¿Gorka? —Mira al frente como si aún estuviese viviendo en la pesadilla y solo cuando vuelvo a llamarlo reacciona—. ¿Estás bien?

—Sí, sí. Tranquila. —Pestañea—. Estoy bien. —Se inclina hacia delante para coger el vaso que tiene sobre la mesa y cuando lo lleva a su boca no puedo evitar preocuparme al ver como tiembla su mano ¿Qué le ocurre? Es la segunda vez que le pasa algo parecido.

—¿Te traigo más? —pregunto al ver que se la ha bebido toda. Asiente.

Al regresar lo encuentro con las manos apoyadas en su cabeza y mirando al vacío. Carraspeo para que sepa que ya estoy ahí y cambia su postura.

—Gracias, preciosa.

Al guiñarme uno de sus ojos veo sufrimiento y siento que algo no está bien en él.

—¿Qué estabas soñando? —indago como si nada. Si me lo cuenta quizás se sienta mejor.

—Nah, tonterías. —Intenta quitarle importancia, pero no me doy por vencida.

—Las tonterías no lo llevan a uno casi al borde del infarto —bromeo y al ver que se calla entiendo que estoy tocando un tema delicado.

Una llamada en mi teléfono nos interrumpe y, protestando mentalmente, me levanto para atenderla.

—Nena —la voz de Lucrecia me habla al otro lado. Con el fastidio ni siquiera había mirado quién era—. Me acaba de llamar la bruja para avisarme de que ha logrado hacernos un hueco en su consulta mañana por la mañana. Parecía preocupada y me ha dicho que es urgente que te limpie el aura ya. Le digo que sí, ¿verdad?

—Sí, sí. Perfecto. —Un ruido llama mi atención y recuerdo que Gorka está a mi lado. Lo miro asustada y por su cara sé que lo ha oído todo—. Mañana hablamos. —Cuelgo y curva su boca, risueño.

—¿Vas a ir a ver a una bruja? —se mofa.

—Sí ¿y qué? —Finjo que no pasa nada. Si nota debilidad no dudará en agarrarse a ella para seguir tomándome el pelo.

—Quiero ir contigo.

—No, no, no. Eso sí que no. —Conociéndolo, sé lo que pasaría.

—Llévame. Porfa...

—Te he dicho que no —afirmo para zanjarlo.

—Porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa...

—¡Dios! —gruño. A veces me crispa los nervios.

— Porfa, porfa, porfa...

—¡Está bien! —grito solo para que se calle y me reafirmo en lo que siempre pienso. Es peor que un niño.

__________

La que se le viene encima... ya lo veis venir, ¿verdad?

¡Gracias a todos por vuestros votos y comentarios! Ojalá pudiese darles like para que sepáis que los leo, porque lo hago.
¡Nos leemos mañana! ¡PRÓXIMAMENTE RETO Y MARATÓN! ¿Aceptáis?

Os espero en mi instagram elenagggggg. Por cierto, ¡gracias por ayudarme allí con el nombre del gatito!

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