LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (G...

By marlenequen

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La vida de Mariajo es tan anodina, que incluso aburre a los aburridos. Sin embargo, la visita de un hombre im... More

¿Preparad@s para una nueva historia?
SINOPSIS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPITULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPITULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
EPÍLOGO (parte 1)
EPÍLOGO - (Parte 2)

CAPÍTULO 16

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By marlenequen

Si ya de por sí me ha ocasionado un trauma escucharle decir a Gorka que la mujer que me dio la vida está detrás de todo esto, saber que ha ido a visitarlo antes de marcharse todavía me sorprende más. ¿Dónde está mi madre y qué han hecho con ella?

Una hora después uno de sus compañeros viene a visitarlo y, para tener un poco de intimidad, echo la cortina que hay entre las camas con intención de que no me vean, pero no tarda ni dos minutos en delatarme y tengo que apartarla por compromiso para saludarlo. Espero a que se vaya y en cuanto me aseguro de que estamos solos no tardo en reprocharle lo que ha hecho.

—Si vamos a compartir habitación debemos poner unas normas. —Me mira—. No pienso permitir que me sigas avergonzando así.

—¿Te avergüenzo? —Pone la mano en su pecho y finge estar ofendido—. ¡Lo sabía!

—Te estoy hablando en serio —lo señalo con el dedo—. Quiero mi espacio. Tengo derecho.

—Apenas llevamos media mañana viviendo juntos y... ¿ya te pones así?

—¡Por Dios! —clamo mirando al cielo—. ¿Cómo puedes ser tan crío?

—¿Y tú tan dramática?

—¿Qué? —Esa sí que no me la esperaba.

—Desde que te conozco, quitando la noche de marras...

—Ya estamos... —lo interrumpo.

—Venga, vale. —Se coloca para verme mejor—. Empiezo de nuevo. —Toma una bocanada de aire—. Desde que te conozco siempre estás de mal humor o cabreada.

—Por algo será. —Le culpo con la mirada y finge no darse cuenta.

—Alguien a quien quise mucho me dijo una vez que la vida te da exactamente lo que pides y el universo te devuelve la misma energía que le entregas. —Se da cuenta que no entiendo lo que me está queriendo decir y trata de explicármelo mejor—: En otras palabras... Si piensas de forma positiva y eres optimista, atraerás cosas buenas, pero si lo haces de forma negativa o eres pesimista, lo único que obtendrás será eso, negatividad a tu alrededor. —Sus palabras consiguen captar mi atención—. Estamos vivos y, como tal, nos pasan cosas, pero si a esas cosas les damos una importancia extrema, automáticamente nuestro cerebro se convierte en una especie de anciano alimentando a las palomas. Cuanta más comida les des, más vendrán, así que es mejor evitar alimentar ese tipo de pensamientos.

—No sé... —digo solo para evitar darle la razón.

—Mira mi pierna —la señala—. ¿Qué adelanto con pensar que está rota y que pasaré algunas semanas así? —Al ver que no respondo, lo hace él—. Absolutamente nada. Solo sufrir de manera absurda porque el daño ya está hecho y no hay marcha atrás. No pienso entregarle ni un solo minuto al pasado pensando en qué hubiese pasado si en vez de a la derecha, me hubiese movido hacia la izquierda. Esas energías me las reservo para mi futuro, que es lo único que todavía puedo cambiar. Mientras me centraré en recuperarme.

—Yo no puedo verlo de esa forma... No es por quitarle importancia a lo que te ha ocurrido, pero ahora mismo creo que hubiese preferido romperme una pierna que perder la farmacia. Los huesos, después de todo, se curan.

—Y lo material se recupera, solo que tu negatividad no te deja verlo. En estos casos, lejos de pensar en lo que has perdido, deberías de dar las gracias y, de ese modo, comenzar a programar tu mente con pensamientos positivos.

—¿Las gracias por qué? Mi negocio acaba de quedar reducido a cenizas... —No le encuentro sentido a sus palabras. ¿Cómo quiere que esté agradecida?

—Pregúntales a tus padres... Ya verás cómo saben de qué hablo. Estoy convencido de que ahora mismo el incendio es lo que menos les importa.

—¡Claro que les importa! —digo ofendida— De hecho, estos días han sido ellos quienes han estado moviendo todo el papeleo.

—He dicho lo que menos..., no me malinterpretes. Para ellos lo primordial es que su hija está viva. Un apuesto y guapo bombero la salvó de ser devorada por las llamas y lo demás les importa una mierda. En el fondo, de una forma u otra saben que saldrás adelante y harán todo lo que esté en su mano para que así sea. Si hubieses muerto, ¿crees que les importaría lo que se ha perdido en el incendio? —Miro a un punto fijo para asimilar lo que acaba de decir—. Como ya te he dicho antes, deberías de agradecer que todavía estás aquí. Lo material se repone, Mariajo, por desgracia, la vida no. Y te lo dice alguien que ha visto morir a mucha gente. Cuando uno aprende eso, todo cambia a su alrededor. —Mira al suelo y siento lástima. Por su trabajo, puedo hacerme una idea de todo lo que ha tenido que ver—. Cuando salgas de aquí emplea tus fuerzas en buscar soluciones y evita estancarte en lo sucedido. Eso no lleva a ninguna parte. Llora un par de días si lo necesitas, pero no dejes que pase de ahí o, además de haber perdido tu negocio, perderás un tiempo valiosísimo que no podrás recuperar jamás.

—Ya... —Es lo único que puedo decir. Acaba de darme una lección de vida que difícilmente podré olvidar. Nunca pensé que con Gorka pudiese llegar a tener una conversación tan intensa. En el fondo resulta que es mucho más maduro de lo que hasta ahora me estaba dejando ver. Escucharlo ha sido un gran descubrimiento y, a pesar de todo, un alivio. Su charla no va a solucionar mis problemas pero, en cierto modo, me servirá de colchón. Pensar en ello amortiguará mi caída para que el golpe sea menos duro cuando salga de aquí y me tenga que enfrentar a la realidad.

—Buenos días —alguien habla desde la puerta sacándome de mis pensamientos y me doy cuenta de que es mi médico—. ¿Cómo estás hoy? —Se coloca a los pies de mi cama mientras lee el informe.

—Bastante bien, la verdad. —Mis pulmones parecen haber recuperado su fuerza.

—Vaya... por lo que veo ayer fuiste un poquito rebelde. —Me mira por encima de sus gafas y aprieto la mandíbula.

—Sí, bueno... Me encontraba bien y me dejé llevar.

—Voy a tomarlo como una buena señal. —Sonríe antes de revisarme y tras observar que mi mejora es más que evidente, baja el caudal de mi oxígeno y me permite retirármelo algunos minutos con la condición de que no me aleje demasiado del tanque por si me encuentro mal, para que pueda volver a ponérmelo.

El doctor de Gorka llega después y parece que también le da buenas noticias.

—¿Cuándo podré levantarme? —le pregunta—. Necesito una ducha como el respirar.

—Si tienes cuidado podrás hacerlo hoy. —Mira sus papeles y anota algo—. Dejaré una nota a las auxiliares para que vengan a ayudarte.

Cuando se marcha, Gorka baja las piernas del colchón y, apoyándose solo en una, se pone en pie.

—¿Qué haces? —le increpo.

—Me duele el culo como no te imaginas de estar tanto tiempo en la misma postura.

—Espera al menos a que vengan a ayudarte. —Me preocupa que pueda caerse.

—Para esto no me hace falta nadie. —Camina a la pata coja por la habitación e, ignorándome, se agarra al respaldo de una silla que utiliza como bastón para llegar hasta el baño.

—¡Te vas a hacer daño! —Vuelvo a intentarlo—. Regresa a la cama.

—Necesito que mi tortuga estire su cuello. —Abre la puerta—. No imaginas lo que es tener que mear en una botella de plástico dos días seguidos.

—¡Joder! ¿Puedes ser menos explícito? —Ahora no podré quitarme esa imagen de la cabeza. Pobres animales.

—De acuerdo. Entonces..., si oyes un ruido es que estoy vaciando la manguera. —Pongo los ojos en blanco y cierra la puerta con una sonrisa pícara. Varios minutos después la abre de nuevo y me llama—. ¿Puedes venir un momento?

—¿Qué ocurre?

—Necesito tu ayuda.

—¿Para qué? —No acabo de fiarme.

—Quiero ducharme y necesito tu ayuda.

—Ah, no. El doctor te dijo que vendrían las auxiliares. Espera un poco, que no creo que tarden.

—Me da vergüenza que me vean desnudo.

—Gorka... —Suspiro—, deja de decir sandeces. Eres prácticamente un puto. —Pone la mano en su corazón y, mirándome como si se lo hubiese roto, cierra la puerta. Oigo movimiento—. ¡Gorka!

—Agárrame la mazorca —comenta desde dentro.

—¡No seas idiota!

—Díselo a mi vergota.

—¡No puedo contigo! —digo cabreada—. Se acabó, haz lo que te dé la gana. —Cuando se pone en ese plan es imposible. Un par de minutos después escucho el agua de la ducha y me incorporo con rapidez—. Mierda —balbuceo. No me puedo creer que lo esté haciendo. Con cuidado, me bajo de la cama y al comprobar que no me ahogo camino hasta la puerta—. Gorka. —Golpeo la madera con los nudillos, pero no me oye—. ¡Gorka! —insisto.

—Entra. —Muy despacio, abro una rendija y al comprobar que la cortina es opaca y que no se ve nada, paso al interior.

—¿Qué estás haciendo? —lo riño.

—¿Tú qué crees?

—¿De verdad que no has podido esperar?

—¿Puedes, por favor, acercarme la toalla? —ignora mi pregunta mientras frota su cabeza. La busco y, cuando por fin la encuentro, me giro para acercársela. De pronto abre la cortina.

—¿Estás loco? ¿Qué haces? —Cubro mi cara al encontrármelo desnudo.

—¿Acaso hay algo que no hayas visto ya?

—No sé de qué hablas... En mi cabeza nunca existió aquello —miento y con los ojos cerrados me acerco hasta él para entregársela, pero no la coge.

—Joder —protesta—. Me ha entrado jabón en los ojos. Dame la toalla ya.

—Estoy aquí —le indico para que se guíe por mi voz. Me niego a mirar.

—No te veo.

—Aquí —repito acercándome más.

—¡Por Dios! —exclama harto de esperar y entendiendo lo que pasa—. Uno de los dos debería de abrir los ojos, ¿no crees?

—Cuando te tapes, lo haré.

—¡Llevo tapado ya un rato! —Consciente de lo ridículo de la situación, lo hago y al comprobar que la parte baja de su cuerpo está cubierta por la cortina, respiro aliviada. Le acerco la tela y cuando sus manos la alcanzan resopla—. Si me haces esperar un segundo más se me queman las retinas.

—Qué quejica eres... —Frota su cara con ella y en el momento en que la aparta de su rostro, sujetándola por las puntas, la lanza contra mí y me atrapa con ella.

—¿Quejica? ¿Quieres que te demuestre aquí y ahora quién de los dos es más quejica? —Levanta sus cejas a la vez que tira de la toalla para que me acerque más. Cuando nuestros pechos se tocan, doy un paso atrás y sus ojos se abren de par en par.

—¡Mierda! —grita al tiempo que se escurre. Al darme cuenta de lo que está ocurriendo, en un acto reflejo, y con tal de que no se caiga, le agarro con la mano la parte del cuerpo que más cerca tengo—. ¡Mariajoooo! —Sus ojos se agrandan mucho más que antes y, solo un segundo después, los míos también.

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