LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (G...

By marlenequen

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La vida de Mariajo es tan anodina, que incluso aburre a los aburridos. Sin embargo, la visita de un hombre im... More

¿Preparad@s para una nueva historia?
SINOPSIS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPITULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPITULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
EPÍLOGO (parte 1)
EPÍLOGO - (Parte 2)

CAPÍTULO 9

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By marlenequen

—Lárgate de aquí, marica. No estoy hablando contigo.

—¡Hey! No puedes discriminarme así. Yo también quiero pasar un buen rato. —Pestañea de un modo cursi y apoyo la palma de la mano en mi frente. Casi puedo imaginar lo que viene—. Deja a esta tía aquí y llévame a mí, cari. No te arrepentirás. —Vuelve a pestañear y cuando le restriega el paquete por el hombro, mi boca se abre—. Y si te portas bien te lo hago gratis.

—¡Qué asco! —El hombre se pone en pie y se sacude el brazo como si tuviese polvo.

—Asco ¿por qué? Venga tonto... no te arrepentirás. —Vuelve a acercarse a él.

—¡Quítate de encima! ¡Me estás acosando! —El tipo se aparta incómodo.

—¡Qué va, hombre! ¿Cómo va a ser acoso? ¿Acaso no es lo mismo que le estabas haciendo tú a ella? Si para ti no es acoso para mí tampoco. Grrr, mi tigre. —Le acaricia el pelo y no doy crédito.

—¡No me toques! —Se aleja como si se le fuera la vida en ello y rezo para que la tierra me trague. Todo el mundo lo está viendo.

—Disculpen. —Un camarero al que no se le ha escapado el alboroto viene hasta nosotros con intención de solucionar el problema de manera discreta—. ¿Puedo ayudarles en algo? —pregunta con educación.

—Claro que sí, ¿podría traernos un aperitivo? —Como si no acabase de ocurrir nada, se acomoda en la silla que ha vuelto a quedar libre y me dedica una sonrisa—. Tengo hambre.

—Por supuesto, ¿qué les gustaría?

—Lo que sea, pero que no tenga aceitunas, por favor. —Me guiña un ojo y blanqueo los míos—. Últimamente ellas y yo no nos llevamos nada bien.

—Por supuesto. Ahora mismo.

El camarero se marcha y aprovecha para darle un sorbo a su vaso.

—Oye, una cosa... —Me mira muy serio y por un segundo logra que me preocupe—. ¿No se te estaría pasando por la cabeza serme infiel? ¿Verdad? —Al descubrir que bromea, aguanto la risa.

—Tranquilo, abrillantar sables no es lo mío —bromeo también y, al no esperarlo, carcajea atragantándose con el líquido—. Además, el muy tacaño me ofreció poco.

Mientras tose y ríe a la vez, miro hacia la gente para saber si el tipo ya se ha ido y me fijo en el cartel que tengo enfrente. En él se pueden leer los nombres de los artistas que actuarán hoy: Grupo ALBIAR y Carlos Sánchez & band. No había oído nunca hablar de ellos pero me pica la curiosidad. A mi padre le encanta este tipo de música, sin embargo, yo no la suelo escuchar.

El camarero no tarda en volver con un plato cargado de pequeños canapés y antes de marcharse nos hace entrega de una tarjeta en la que me parece ver una lista de algo. Las luces se encienden en ese momento en el tablao y todo el mundo se queda en silencio. Tras un grueso telón rojo aparecen cinco personas y se colocan en las sillas de madera que hay en el centro. La gente comienza a aplaudir mientras que los primeros acordes de una preciosa guitarra española dan el pistoletazo de salida y, tras varios segundos, me sorprendo a mí misma disfrutando de la música. Es totalmente diferente a lo que me esperaba. Miro de nuevo hacia la cartulina y descubro que lo que hay anotado en ella son las canciones que están sonando. La primera se llama Leire. Alzo la mirada con intención de comentárselo al estríper y me encuentro con sus ojos de frente.

—¿Te gusta? —Se adelanta.

—La verdad es que sí —vocaliza el estribillo y lo miro extrañada—. ¿Ya los habías escuchado antes?

—Sí —ríe y noto que me oculta algo. Presiento que no me lo ha contado todo.

—¿Dónde?

—Bueno..., la verdad es que son de mi tierra. Cuando supe que vendrían y que yo estaría aquí para entonces, hablé con el que ahora es mi compañero y compré las entradas.

—Entonces... ¿Me has mentido? ¿Dónde ha quedado eso de "quiero tener un poco más de contacto con vuestras raíces"?

—En realidad nunca te mentí. Visitar un tablao sevillano era algo que tenía pendiente y aquí estoy. —Sube sus hombros—. ¿Hay algo más vuestro que esto?

—Imagino que no. —No puedo rebatirlo, tiene razón—. Por cierto. ¿Algún día me dirás cómo te llamas? —Él sabe mi nombre pero jamás me dijo el suyo.

—Elver Galarga, para servirla.

—¿Elver? ¿De dónde viene ese nombre? —Se encoge de hombros y sigo pronunciándolo—. Elver Galarga... ¡El verga larga! ¡Idiota! —río. Casi logra engañarme.

—Nah, en realidad me llamo Jorge Nitales.

—Ya no cuela. —Lo miro con la frente arrugada.

—Pues entonces... ¿Benito Camelo?

—¿Piensas seguir con la tontería mucho rato? Perdió la gracia la segunda vez.

Me cruzo de brazos como si fuese una niña pequeña y se carcajea.

—Podría haberte dicho también Elvi Olado Porti, que te viene al pelo después de... —Frunzo el ceño y cambia de tema—. Pero no. Mejor no. Ya paro... Mi nombre es Gorka —Lo miro desconfiada y continúa—. Mi padre es del norte, así que cuando nací quiso hacer honor a su tierra poniéndome un nombre típico de allí.

—No está mal —respondo con miedo al tiempo que observo su reacción. Ya no me fío de él. No sé cuándo habla en serio.

La canción cambia y con disimulo desvío los ojos al papel para descubrir que el título de esta es Toledo. Por su acento podría jurar que viene de ahí, y si a eso le sumamos que antes comentó que son de su tierra... Para no quedarme con las ganas, le pregunto.

—¿De dónde eres?

—¿No lo has adivinado todavía? —Curva su boca y mis ojos traicioneros van directos hacia ella—. Soy toledano.

—Tenía una leve intuición —contesto dándome palmaditas mentales en la espalda. Ojalá mi intuición se portara siempre así.

Mientras el grupo sigue deleitándonos me permite conocerlo un poco más. Vuelve a explicarme que vino hasta aquí por cuestión de trabajo y me cuesta imaginar que tenga más sesiones de estriptis en Sevilla que en su comunidad. Al mismo tiempo me deja saber que está buscando piso y que por el momento vive con el hermano de Anabel. Ahora entiendo por qué ella dijo que lo conocía. No sabía a qué se dedicaba Ignacio, pero si son compañeros como el estríper me asegura... ¿Significa que él también lo es? Me cuesta imaginarlo. Hemos coincidido varias veces y se me hace demasiado tímido para ese papel.

Cuando el primer concierto termina, todos los miembros del grupo se levantan, menos el guitarrista que, haciéndose cargo del micrófono, nos explica que es el miembro fundador de las dos formaciones y mientras toca en solitario La Malagueña, entran cuatro personas más: Un percusionista, un bajista, un violinista y un flautista.

—Guau —exclamo—. Esto pinta bien.

—¿Verdad? —Asiento mientras observo atenta y cuando continúan con una versión de Paco de Lucía que reconozco al instante por habérsela oído tocar a mi abuelo alguna vez, me arrepiento enseguida de no haberle dado más oportunidades a la música de mi tierra.

Apenas hablamos esta vez y, completamente entregada a lo que estoy viendo, disfruto como una niña pequeña. Los bailes llevados a cabo por dos magníficas bailaoras terminan de enamorarme y, cuando todo acaba, me sabe a poco. No me hubiese importado seguir escuchándolos varias horas más.

El camarero regresa con un par de copas en sus manos y lo miro extrañada. En ningún momento nos ha tomado nota de nuevo.

—Cortesía del grupo.

Los señala y cuando miramos hacia ellos nos saludan. El estríper levanta su mano al mismo tiempo y se acerca hasta donde están, dejándome sola.

Se abrazan con efusividad y varios minutos después regresa.

—Así que es verdad que los conoces. Pensé que solo te gustaba su música.

—Somos amigos desde la escuela. —Sonríe—. Sabían que iba a venir.

—Pues vuelve con ellos, yo puedo esperar.

Me siento mal por robarles el tiempo. Deben de llevar semanas sin verse.

—Tranquila, hemos quedado para mañana. Se quedarán varios días. Además, están cansados del viaje y en cuanto recojan todo se irán a la cama.

—Ah, ok. —Nos quedamos en silencio y busco algo que decir—. Y, bueno... ¿Siempre te has dedicado a eso? Ya sabes... —carraspeo—. A mostrarte como tu madre te trajo al mundo.

—No —carcajea—. Normalmente suelo... —Su teléfono comienza a sonar, interrumpiéndolo—. ¿Sí? —responde—. ¿Ahora mismo? —Su cara cambia a una más seria y me mira—. ¿Y los demás chicos? ¿No puede ir ninguno en mi lugar? —Vuelve a mirarme y me pone nerviosa—. ¡Joder! —Rasca su cabeza—. Estoy ocupado... —Silencio—. Está bien, pero que sepas que esta me la debes. —Cuelga y aprieta sus labios antes de volver a dirigirse a mí—. Lamento comunicarte que tenemos que marcharnos.

—¿Te toca trabajar? —Asiente apenado y, por lo que he logrado escuchar, puedo suponer que alguno de sus compañeros ha fallado y tiene que ir en su lugar. Imaginarlo de nuevo con las maracas colgando mientras varias mujeres tratan de agarrárselas con la mano me agobia un poco y hasta juraría que me hace verlo de otra forma. ¿Se acostará también con ellas?

Dejamos las copas sin tocar sobre la mesa, recojo mis cosas y nos ponemos en marcha. Mientras conduce su ceño se ve bastante fruncido y podría apostar a que la llamada no le ha hecho ninguna gracia. Así en frío a mí tampoco me gustaría tener que desnudarme. Aunque, para ser honesta, ni en frío ni en caliente. Siempre he odiado tener que hacerlo e imagino que se deba a mis inseguridades.

Nada más llegar, bajo todo lo rápido que puedo sabiendo que tiene prisa y, despidiéndome con la mano, camino hasta mi coche.

—Mariajo, espera —dice cuando me he alejado varios metros, y al girarme veo que viene detrás—. Te dejas esto. —Me extiende una pequeña tarjeta y la cojo sin pensar.

—Esto... Creo que esto no es mío —chapurreo tratando de hacer memoria.

—Ahora sí —ríe, y solo cuando se marcha me doy cuenta de que en ella aparece su número de teléfono.

Sonrío para mis adentros y, aprovechando que ya no me ve, me la guardo. No voy a llamarlo pero debo admitir que me ha resultado gracioso y solo por eso merece un espacio en mi bolso.

Nada más abrir la puerta de mi coche recuerdo que me dejé el succionador dentro de la farmacia y decido volver a por él. Al abrir un ligero olor a quemado me da la bienvenida, preocupándome, y aunque busco la causa no la encuentro.

—Qué raro... —comento en alto mientras meto la caja del aparato en una bolsa opaca para que nadie sepa lo que llevo y, asegurándome de haber cerrado todo, regreso al coche.

Una vez en casa saludo a mis padres, que insisten en que cene con ellos, pero me excuso diciéndoles que lo haré después y voy directa a mi habitación. Guardo la bolsa debajo de la cama, me doy una ducha y, al terminar, me acomodo en el colchón para inspeccionarlo todo. Abro la caja y esta vez sí leo las instrucciones para no meter la pata. Presiono el botón para acostumbrarme a él y cuando empieza a vibrar lo dejo caer sobre la almohada. Hace más ruido del que creía y, posiblemente, si no tengo cuidado, mi madre lo oiga. Lo escondo entre las mantas del armario y bajo a cenar mientras espero impaciente a que se acuesten. Pero como siempre ocurre en estos casos, lo hacen más tarde que de costumbre.

A la una de la madrugada, y dando por hecho que ya están dormidos, camino de puntillas hasta donde está escondido mi nuevo amigo y, procurando no hacer ruido, lo saco. Me quito la parte de abajo de mi pijama y, metiéndome en la cama, me cubro con la sábana. Sé que no entrará nadie, pero con la suerte que gasto últimamente toda preocupación es poca. Abro las piernas sin saber muy bien qué va a pasar y, cerrando los ojos, me aventuro a colocar la boquilla del artilugio en el lugar correcto. Al notar la frialdad inicial inspiro de manera profunda y, cuando mis manos comienzan a temblar, me detengo. «¿En serio estoy haciendo esto? Va en contra de todo lo que pienso... ¿Dónde quedará mi dignidad después?». Mi conciencia comienza a hacer de las suyas y tengo que luchar contra ella para continuar. «No estoy haciendo nada malo... Solo será una vez y ya está. No quiero morirme sin probarlo» Aprieto el botón con los ojos aún cerrados y cuando esa cosa comienza a aspirar los abro como platos.

—¡Dios mío del amor hermoso! —Noto que me absorbe hasta el alma—. ¡Ay, señor mío Jesucristo! ¿Pero esto qué es? —Al darme cuenta de que estoy hablando, aprieto con fuerza los dientes, pero el infernal instrumento se empeña en aspirarme tanto que no me da tregua y comienzo a jadear. Mi cuerpo, indomable, se tensa, y cuando la imagen del estríper aparece en mi mente sin saber por qué, un fuerte espasmo curva mi espalda haciéndome perder el control por completo. Entregada a un placer que crece cada vez más, me preparo para la llegada de un inmenso orgasmo, pero en el último minuto la puta maquinita se detiene y mi corazón casi lo hace con ella—. No... Vamos... ¡No te puedes parar ahora! —lloriqueo—. ¿Qué cojones te pasa? —La golpeo buscando saber si está rota o tiene un mal contacto y una lucecita roja me indica que está sin batería—. No, no, no, ¡no! —Cubro mi cara con la almohada para acallar mis gritos. Mis ovarios arden, al igual que mi zona inguinal, y no puedo hacer nada. Me niego a usar otra cosa que no sea eso. Nunca en mi vida había sentido algo así y quiero terminar. Busco la caja con rapidez y me doy cuenta de que se me ha pasado un detalle por alto, quizás el más importante:

*Cargar durante, al menos, seis horas antes de usar*

—¡Maldita sea! —Definitivamente, me tengo que bañar en agua bendita. ¿Quién diablos me está echando un mal de ojo?

Con un calentón de tres pares de narices y más cabreada que una madre cuando la pisan lo fregado, lo conecto a la luz y trato de dormirme con intención de despertarme pronto para volver a usarlo por la mañana. Ya que he empezado, necesito saber a dónde me lleva. Ni yo sola he sido capaz de provocarme nunca un placer así.

¿Será que al final mis amigas tenían razón y esto del sexo puede llegar a sorprenderme?

__________

¿Vosotros qué creéis? Os leo :D

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