Sincronías y Armonías [Saga A...

By Nozomi7

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Continuación de "Melodías y Ambrosías". No recomiendo leer esta parte sin antes haber leído las dos primeras... More

❧ Introducción ☙
❧ Sinopsis ☙
❧ Prefacio ☙
❧ Epígrafe ☙
❧ Primera Parte - ¿Una segunda oportunidad? ☙
Portada [Primera Parte]
❧1. Distancias y Sincronías ☙
❧ 2. Recelos y Celos ☙
❧ 3. Confusión y Desilusión ☙
❧ 4. Culpas y disculpas ☙
❧ 5. Confusiones y Suposiciones ☙
Sorteo y un par de cosas más
❧ 6. Revelaciones y Proposiciones ☙
Adelanto (1)
❧ 7. Complicaciones y Demostraciones ☙
❧ 8. Indecisiones y Recuerdos [Parte 1]☙
❧ 8. Indecisiones y Recuerdos [Parte 2]☙
❧ 9. Amistades y Revelaciones ☙
Concurso de Fanfics y un par de cositas más
❧ 10. Juego de Espías ☙
❧ 11. Letanías y Sincronías ☙
❧ 12. Declamaciones y Reconciliaciones ☙
Adelanto (2)
❧ Capítulo 13: Pasos y Celos ☙
Feliz cumpleaños, Rodrigo <3
❧ Capítulo 14: Reclamaciones y Emociones☙
Anécdotas sobre el capítulo 14 y aclaraciones varias
❧ Capítulo 15: Enseñanzas y Sanaciones ☙
❧ Capítulo 16: Alcances y Balances ☙
❧ Capítulo 17 [Primera Parte] ☙
❧ Capítulo 17: Fantasmas del Pasado [Segunda Parte] ☙
Mitos y dudas sobre la depresión
❧ Capítulo 18: Aguas y Bebidas ☙
Curiosidades - Capítulo 18
❧ Capítulo 19: Trampas e Inocencias ☙
Preguntas y extras - Capítulo 19
❧ Capítulo 20: Confesiones y Descubrimientos ☙
Curiosidades - Capítulo 20
Mini manga - Capítulo 20
❧ Capítulo 21: Sol y Chocolate ☙
❧ Capítulo 22: Trivialidades y Regalos [Primera Parte] ☙
Aclaraciones y Curiosidades - Capítulo 22 [Primera Parte]
❧ Capítulo 22: Trivialidades y Regalos [Segunda Parte]☙
Pregunta preguntona
Capítulo 22: Trivialidades y Regalos [Tercera Parte] ☙
Aviso antes del capítulo final
Capítulo 22: Trivialidades y Regalos [Parte 4] [CAPÍTULO FINAL]
Epílogo
Respuestas y curiosidades varias luego del epílogo [Primera Parte]
Encuesta
Cuestionario de respuestas a contestar [Segunda Parte]
Respuestas y curiosidades [Última parte]
Epígrafe [Segunda Parte]
Prefacio: Lágrimas que fortalecen [Segunda Parte]
Portada - [Segunda Parte]
Capítulo 1: Lágrimas y Confesiones
Curiosidades - Capítulo 1
Capítulo 2: Amistades y Decisiones
Anotaciones - Capítulos 2
Capítulo 3: Preludios y Compenetraciones [Primera Parte]
Capítulo 3: Preludios y Compenetraciones [Segunda Parte]
Capítulo 3: Preludios y Compenetraciones [Parte 3]
Anotaciones, meme y adelanto - Capítulo 3
Mini manga - Capítulo 3
Capítulo 4: Resiliencia [Primera Parte]
Capítulo 4: Resiliencia [Segunda Parte]
Capítulo 4: Resiliencia [Tercera Parte]
Minimanga - Capítulo 4
Capítulo 5.- Mentiras y Promesas
Capítulo 6.- Encuentros y Estrategias
Capítulo 7.- Pendientes y Aprovechamientos
Aclaración sobre contenido adulto
Debate sobre lo que se viene
Capítulo 9. Culpas y Apegos [Primera Parte]
Capítulo 9: Culpas y Apegos [Segunda Parte]
Capítulo 10.- Sin límites [Primera Parte]
Capítulo 10: Sin límites [Segunda parte]
Capítulo 10 - Sin límites [Tercera parte]
Preguntas y respuestas - Capítulo 10
Capítulo 11.- Nadas y Distancias
Capítulo 12: Amistades y Sorpresas [Primera Parte]
Capítulo 12: Amistades y Sorpresas [Segunda Parte]
Capítulo 12.- Amistades y Sorpresas [Tercera Parte]
Capítulo 13. Trastocamientos y Necesidades
Capítulo 14: Acusaciones y Preocupaciones
Capítulo 15.- Limerencia y Aprendizaje
Capítulo 16.- Confesiones y Empatías
Capítulo 17. Lecciones y Confianzas
Capítulo 18.- Confianzas y Espacios
Capítulo 19.- Negaciones y Dobles
¡¡¡Regresamos!!! (y algo más ^^)
Capítulo 20 - Rechazos y Recuerdos [Primera Parte]
Entrevista a Rodri (el real) - Parte 1
Capítulo 20: Recuerdos y Rechazos [Segunda Parte]
Entrevista al Rodri (el real) - 2da parte
Capítulo 20 - Rechazos y Recuerdos [Tercera Parte]
Entrevista a Rodri (el real) - Tercera Parte
Capítulo 21. Entendimientos y Promesas [Primera Parte]
Entrevista al Rodri Real [Parte 4]
Capítulo 21. Entendimientos y Promesas [Segunda Parte]
Entrevista a Rodri Real [Quinta y última parte]
Capítulo 22. Amistades y Reflexiones

Capítulo 8: Poesía clandestina

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Su beso fue el preludio previo para lo que vendría después. Poco a poco, sin prisa y sin barreras, Rodrigo dio rienda suelta a lo que había deseado con tanta intensidad horas atrás y ella decidió rendirse a lo que aquellos ojos verdes llenos de deseo le pedían.

Sus labios empezaron a fundirse con los de ella, deslizando suavemente el pincel del trazo que quería dibujar. Mas, aquella línea no le fue suficiente. Ambicioso de ella como estaba, decidió tomar aquel pincel y proseguir por su cuello, dejarse guiar por sus pecas, para finalmente, descender sobre aquellos pechos que se moría por visualizar, besar, succionar. A su vez, como contraparte ideal de aquella obra de arte, sus manos retiraron la ropa interior de ella, la dejaron sobre el suelo y fueron explorando más... acariciando más... estimulando más... Se internaron más dentro de ella, tanto de atrás como adelante, provocándole temblores, estimulaciones y estallidos que fueron enmudecidos por su musa clandestina.

Aira se aferró a cuello y nuca, con intensidad... con clandestinidad... con irracionalidad. Cuando él la estimulaba, de manera constante y acompasante, aferraba sus uñas a su espalda, provocándole un gruñido de dolor y placer en él. Posteriormente, al percibir que dos de sus centros estimulantes estallaban, junto con sus pezones que eran reclamados y succionados por él, llegó a aquella cima de placer construida por Rodrigo y solo para ella. Como momento cumbre, mordió el cuello de su camisa para enmudecer aquel grito máxime que pugnaba por salir, solo permitiéndose a sus ojos llorar como armoniosa sincronía del sollozo de su interior encima de su compañero. Aún así, soltó un leve gemido de intenso placer, el cual fue enmudecido por Rodrigo de inmediato para no levantar sospechas, al prodigarle un intenso beso como si de sus labios quisiera absorber su calma y su alma.

Aquella nueva obra de arte clandestina, que con ternura había sido dibujada en un boceto, fue mejorada con finas líneas construidas de pinceles hechos por sus labios y sus besos. Finalmente, llegó a su versión oficial cuando la musa fue explorada, estimulada y extrapolada, y como tal, lloraba, y no solo por sus ojos, al tiempo que al observarlo con devoción y pasión, le comunicaba que se moría por concretar con él aquella unión inevitable... deseable... inefable... Y su artista claro lo sabía.

Cuando la besó en los labios y le dijo ‹‹Tranquila››, el roce que entre ambos se producía le hizo conocer que sabía que quedaba algo pendiente. El artista que la había creado había llegado a su máxima excitación, empujando hacia su musa y siendo su ropa lo único que le impedía unirse a su compañera. Se preguntó si podía, otra vez, poseer a aquella diosa de su inspiración, aunque el momento y el lugar no fueran los adecuados.

‹‹¿Podremos hacerlo aquí?››.

‹‹¿No nos estaremos exponiendo demasiado?››.

‹‹¿En qué quedó lo que me prometí que en la escuela solo seríamos maestro y alumna?››.

‹‹¿A dónde se fue mi ética como profesor?››.

‹‹Sé que a esta hora, al ya no haber talleres ni clases de recuperación, todos los profesores y el personal administrativo se han ido, pero... ¿y si nos descubren?››.

‹‹¿Por qué el solo verla me provoca tanto desearla, tanto que no me importa el que alguien me vea en esta situación con ella?››.

¿Por qué, a pesar de saber que nos está prohibido amarnos aquí, solo me importa besarla, tocarla, amarla?››.

‹‹¿En qué me he convertido? ¡Este no soy yo! Siempre soy muy apegado a las normas, a la ética, a la reglamentación, pero hoy yo... hoy yo... te veo y... ¡Me da miedo!››.

‹‹Me da miedo... Pero lo peor de todo, es que no me arrepiento››.

‹‹¡¿Qué es lo que me has hecho, Aira?!››.

En ese instante, la joven lo sacó de sus cavilaciones desabrochando su correa y el cierre de su pantalón, exhibiendo su entrepierna y concretar, por fin, lo que se moría por alcanzar.

—Aira...

—Nunca lo he hecho así, pero déjame intentarlo, ¿está bien?

Él asintió. Cerró sus ojos con intensidad, esperando percibir el calor del interior de su compañera como en anteriores ocasiones. Sin embargo, luego de transcurridos varios segundos de espera, al no experimentar lo tan ansiado, abrió sus ojos con sorpresa.

—Rodri... —dijo tratando de manera infructuosa de unirse a él en esa posición, al colocarse encima de él por enésima vez y abrazarlo con sus piernas.

En ese instante, movió sus caderas para insistir en unirse a Rodrigo estando encima de este, pero fue en vano. Su inexperiencia le estaba jugando una mala pasada. Frustrada, se separó de él e hizo un puchero al tiempo que una idea le vino al profesor.

—¿Por qué no puedo hacerlo?

—¿Qué cosa?

—Hacer el amor contigo estando encima de ti —dijo con la frente arrugada—. ¡¿Cómo a las actrices porno les sale de lo más bien y a mí no?!

Rodrigo no pudo evitar sonreír al escuchar su comparación. Cuando recordó las películas que había visto y comparaba a aquellas mujeres con la inexperiencia de Aira, le inspiró tanta ternura que se moría por abrazarla y por besarla. Mas, la adolescente se lo impidió al intentar, por enésima vez, de mover sus caderas para encontrar el punto de su unión, pero fue en vano.

—¡Me rindo! —dijo frustrada—. Ayúdame, por favor. —Lo miró con la frente arrugada—. Quiero hacer el amor contigo, pero yo... no sé... no puedo... no lo entiendo...

El sonrió al contemplar su inocencia. De inmediato, la besó en los labios, la agarró sobre sus nalgas y la sentó sobre su escritorio, para finalmente, terminar de consumar lo que tanto habían anhelado los dos.

—¿Así mejor? —le susurró al tiempo que se introducía dentro de Aira, provocando que la joven gimiera.

Ella se tensó al tiempo que todo su cuerpo tembló. Asintió muy segura, aunque la frustración de antes todavía no se le había ido.

Antes de continuar, le preguntó si se estaba cuidando con algún método anticonceptivo. La joven abrió sus ojos ampliamente, muy sorprendida, Negó con la cabeza al tiempo que se preguntó si, por ello, detendrían lo que estaban por hacer.

—No he traído preservativos. —Hizo una mueca de desilusión—. Lo que menos se me hubiera ocurrido es hacer esto aquí. —Empujó hacia ella un par de veces, provocando que cientos de descargas eléctricas se intercambiaran entre ambos—. Se supone que debíamos ser solo profesor y alumna en la escuela, pero yo...

—Se supone, Rodri.

Lo abrazó del cuello y lo miró fijamente, transmitiéndole toda la ternura y lujuria que invadía su alma y su cuerpo.

—Lo prometí esa tarde en tu departamento, en el paradero y ayer por enésima vez en el chat. Pero bastó que te viera hoy más temprano, a lo lejos, y hoy ahora, para que se me olvidara por completo lo que te dije y solo me dejara llevar por las ganas que tengo de estar así.

Sus piernas lo abrazaron de tal manera que se adhirieron a su espalda, provocando que su unión física se profundizara. La excitación en él se incrementó de tal manera que empujó dentro de ella con más fuerza.

—Aira... —dijo con los ojos cerrados.

—Te quiero y te deseo como no tienes idea, Rodri.

Lo abrazó por la nuca con una mano y con la otra del mentón. Lo besó con ternura en los labios, provocando que él abriera los ojos para contemplarla.

—¿Es posible que me tome otra vez la pastilla del día después?

Él arrugó la frente. Ladeó la cabeza al recordar lo que había leído tiempo atrás.

—Sí, creo que sí.

—Entonces hazme el amor de nuevo, por favor.

Él no lo dudó más. Continuó dibujando sobre su el cuerpo de su compañera finas líneas pinceladas por sus dedos y su boca, mientras que ambos cuerpos se entregaban y se conjugaban, en una obra de arte musical, lujuriosa, clandestina, incandescente, componiendo tiernos toques que confluían en movimientos acompasantes. La ternura terminaba para dar pie a la dádiva etérea, una entrega inefable e intercambio inexplicable en donde solo la entrega sincera, el inconmensurable amor y la pasión desenfrenada tenían lugar.

No obstante, antes de llegar al momento cumbre de aquel baile, algo los interrumpió. Embriagada por aquel éxtasis que su artista tatuaba sobre su ser, Aira olvidó morder el cuello de la camisa de Rodrigo y, con ello, soltó un gemido que tuvo que ser ahogado como pudo por su compañero con un beso. De inmediato, le tapó la boca con su mano, al tiempo que esperaba, de manera nerviosa, si había moros en la costa.

Para su buena suerte, cuando volteó al ver a la puerta que daba al pasillo y los segundos transcurrían, nada se escuchó. Todo se hallaba en silencio, como antes, como ahora, como coincidente testigo de lo que su unión prohibida permitía. Solo sus agitadas respiraciones y el gran latido de sus corazones eran los únicos ecos que le decían a su razón que se tranquilizara. Mas, debido a lo ocurrido, vio conveniente no continuar con lo acontecido. No era buena idea seguir tentando a la suerte. A su vez, una idea se le vino en ese instante, como perfecta solución a su clandestina situación.

De inmediato, se separó de ella y le ordenó que se vistiera.

—¿Eh? ¿Pero por qué? ¿Ya no vamos a continuar?

Él negó con la cabeza.

—¡No entien...!

—¿Recuerdas el restaurante de comida china de la Av. La Marina, en el cruce con la Av. Faucett, que fuimos una vez? —dijo mientras se abrochaba el cinturón del pantalón.

Ella pestañeó varias veces, dubitativa.

—¿En el que una vez te sirvieron mucho sillao a tu tallarín? —dijo mientras se abotonaba la camisa.—. ¿Ese en el que, al final, pediste pollo a la limonkay?

—Ajá —dijo con tristeza, resignada.

El profesor volteó y le sonrió.

—No sé cómo puede gustarte la comida ácida, pero bueno, supongo que cada uno con sus gustos en la comida, ¿no?

‹‹¿Vamos a ir a almorzar? ¡Pero yo tengo hambre de otra cosa!››. Suspiró de tristeza al darse cuenta de que todo había acabado.

Se colocó el saco que descansaba sobre el perchero. Al ser invierno, este le ayudaba a disimular la arrugada camisa debajo de aquel. Guardó en su maletín los files y cuadernos que se hallaban sobre su escritorio. Echó cerrojo a sus armarios. Colocó un par de libros en sus estantes y ordenó un par de adornos sobre sus lugares.

Finalmente, contempló cada uno de los rincones de su oficina. Esta se hallaba como antes, con debido cuidado organizada, que no pareciera haber sido el lugar de aquel encuentro prohibido entre el artista y su musa clandestina. Pero, cuando sus ojos repararon en los de Aira, arrugó la frente, cruzó los brazos, sonrió y la miró con todo el amor del mundo que podría dedicarle.

Aunque la joven todavía se hallaba desvestida, porque se hallaba dubitativa por su accionar y con muchas preguntas por formular, aquella musa construida por él le era excelsa, exuberante, brillante.

A cualquier vista, tal y como se hallaba Aira en ese instante, le hubiera parecido una mancha sobre aquella oficina ordenada e inmaculada. Pero, distinto a cualquiera, solo para Rodrigo aquella obra de arte era inmarcesible. Y solo por eso se dio cuenta de que su decisión, y lo que le indicaría a futuro, pondría a buen riesgo su posición sin descuidar su mutua pasión.

Aún con aquel puchero de niña pequeña, aún con aquellos ojos saltones que lo miraban con curiosidad, aún con sus trenzas a medio despeinar, aún con sus ropas arrugadas que mostraban lo que él había querido mancillar, Aira era la más perfecta obra de arte convertida en poesía que había inspirado, que había compuesto y escrito en su ser, que no conocía de lugares prohibidos, de relaciones no permitidas, de normas establecidas. Al fundirse los ojos sobre los de ella, en donde antes se intercambiaban tanta ternura, pasión y devoción, al tiempo que impulsaban y provocaban, otra vez, los deseos por unirse a ella, concluyó que prefería la imperfección de lo clandestino sobre lo establecido... al corazón sobre la razón... a la locura sobre la cordura... al verso libre sobre la métrica... Una poesía sincera, excelsa, hermosa, que no sabía de normas solo de un sentimiento sincero que yacía en su corazón, pero que no podía ser demostrado en toda su expresión. Total, sobre el arte no había nada dicho, no debía ser moral, solo debía ser pensado, expresado y consumado.

Ella era su obra de arte amoral... su musa amoral... su pasión amoral... Como un juego de palabras, Aira era su amor amoral, su obra de arte imperfecta, para cualquiera, pero perfecta solo para él. Era todo lo que anhelaba alcanzar en ese instante, su poesía etérea, pero clandestina... y solo por ella se arriesgaría, porque sabía que la pena valdría.

—Rodri, yo...

—¿Tienes tu DNI? —preguntó al tiempo que terminaba de echar llave al último cajón de su escritorio.

Aira enarcó la ceja.

—S-sí, ¿por qué?

Se dirigió a la ventana. Cerró el pestillo de aquella y le recordó que se vistiera.

—¡Qué bueno que lo trajiste! Al costado de ese restaurante hay un hotel y...

Ella hizo un gesto de sorpresa.

—¿Hotel? —Arrugó la frente—. ¿Eso quiere decir que...?

Rodrigo volteó a contemplarle. Sonrió con nerviosismo para luego agregar:

—Nunca he ido a uno para hacer el amor, normalmente siempre lo he hecho en mi departamento de soltero, pero mi casa queda lejos del colegio y... —Se rascó la cabeza con timidez—. Fabián me contó que piden DNI para registrarte. ¿Será cierto?

Aira ensanchó los ojos grandemente.

—¿Quieres ir a un hotel conmigo? —formuló lo que el profesor no se atrevía a proponerle.

Él pasó saliva. Se acomodó el flequillo con nerviosismo y asintió a su pregunta.

—¿Es muy atrevido si te lo propongo?

—No, pero...

—¿Tienes libre la tarde de hoy? —preguntó esperanzado.

Aira agachó la cabeza. Se preguntó si solo por hoy podía dejar pasar el visitar a su bebé. Ya había pasado cuatro días con Marquitos, cierto, pero la ansiedad por saber cómo estaba el niño la carcomía cada día. No obstante, cuando alzó la cabeza y sus ojos se toparon con los de Rodrigo, quien la contemplaba con tanta necesidad, sus dudas fueron minadas con lo siguiente que él le diría:

—Te eché de menos mucho estos días, Aira. Es cierto que te dije que debíamos ser solo maestro y alumna, cierto. Pero cada día que no te veo es una tortura, y ahora, que te vi en la mañana... y luego ahora, que por fin estamos a solas, yo... yo...

Besó con ternura su frente, sus ojos, su nariz y sus labios, mientras sus manos se adherían a sus caderas y la atraían hacia sí, provocando que deseara por acoplarse a ella otra vez.

—Rodri...

—Me muero de ganas de hacerte el amor ahora... —Sus dedos tocaban sus pechos con lujuria—. Pero, aunque casi todos se han ido, todavía puede haber personal de limpieza en el colegio, nos pueden encontrar y...

Ella enarcó la ceja, interrogativa.

—Tienes razón, pero te prometo que me contendré, yo...

El meneó con la cabeza.

—Hace un rato casi gritas. —Aira se puso roja como un tomate a la par de él—. Tuve que detenerme entonces para que no siguieras y...

La alumna sintió que su cara le hervía. Pensó que había tomado sus precauciones al momento al que se refería, pero cuando concluyó que tenía razón, asintió con la cabeza.

—Yo no quiero contenerme contigo...

Rozó su mejilla a la de ella.

—Rodri...

—Te quiero tanto... Te deseo tanto...

—Rodri... —dijo totalmente emocionada al borde de las lágrimas.

—Y no quiero seguirme conteniendo, por lo menos no todo el día. Suficiente tengo con pasarme horas y contentarme con mirarte de lejos, otras tan de cerca, sin poder tocarte, sin poder besarte, sin poder amarte como yo quiero...

Los dedos de su mano izquierda descendieron bajo su falda, se introdujeron dentro de su interior provocando que la joven temblara y se tensara. Pero, antes de emitir aquel chillido de placer, su boca fue tapada por la mano de él en el preciso instante en el que su cuerpo lloró.

—¿Ves? ¿A eso me refiero?

—¿Te has vuelto dedos locos o qué? —dijo limpiándose las lágrimas y tratando de regularizar su respiración.

—¿Eh? —habló, sorprendido, mientras que uno de sus dedos estimuló su punto G, produciéndole que gimiera. De inmediato, con su mano libre le tapó la boca—. ¡Calla! Que alguien te puede escuchar.

—Entonces, deja de hacer eso. —Lo miró a los ojos, completamente sonrojada.

—¿Te refieres a esto?

Jugueteó con su dedo con gran intensidad, a sabiendas de lo que podía provocarle. Ella volvió a morder el cuello de su camisa y se aferró a su espalda, mientras se preguntaba por cuánto tiempo podría aguantar no gritar.

Al él detenerse, la joven jadeó a la vez que trataba de regularizar su respiración.

—Definitivamente, de bragueta loca digievolucionaste a dedos locos.

—¡Aira!

Ella se rió.

Rodrigo sonrió, ladeó la cabeza y se preguntó cuántos apodos le había puesto hasta la fecha. En ese instante, retomó la conversación hacia lo que le interesaba:

—¿Tienes la tarde libre para mí?

La contempló con los ojos brillosos y expectantes, que simplemente Aira no se pudo negar. Porque al verse ella en los de él, y descubrir la necesidad e intensidad que el uno tenía del otro, le hizo darse cuenta de que su obra de arte solo podía ser saciada una vez que su pasión fuera entregada y calmada.

Quizá por cuestión de lo prohibido, quizá por cuestión de lo clandestino, quizá por esas ansias negadas de gritar a los cuatro vientos todo lo que sus corazones y cuerpos escondían. Lo cierto era que, por algún motivo que desconocía, su necesidad por Rodrigo era tal que, aunque su deber como madre le dictaba que debía ver a su hijo ese día, decidió permitirse ser solo mujer ese día.

—Di que sí, por favor.

‹‹¿Si me lo dices con esa voz tan amorosa cómo puedo negarme?››.

Aira confirmó con la cabeza al tiempo que Rodrigo sonreía complacido.

—Pero no todos los días me podré quedar contigo —dijo al tiempo que se ponía su ropa interior y se acomodaba la falda—. Sabes que en las tardes veo a mi hermano. Si eso, los viernes, que al día siguiente no tengo escuela, ¿ok?

Él asintió.

—Comprendo, y ya de paso discutimos sobre tus propuestas sobre el bingo. No nos ha dado tiempo para hacerlo y no podemos dejar pasar más días.

—¿Por qué será pues? —Lo miró con mezcla de reproche, mezcla de picardía—. ¿De quién será la culpa?

—¿Eh? —Enarcó la ceja, sin captar la indirecta.

Ella rodó los ojos y solo atinó a sonreír.

—Toma para tu taxi. —Le entregó un par de billetes—. Nos encontramos en el restaurante que te indiqué.

Aira pestañeó varias veces, poco convencida.

—Pero, Rodri...

—No podremos viajar juntos, ¿ok? Podrían vernos y...

—Ok —afirmó mientras tomaba el dinero y se lo guardaba en el bolsillo de su falda.

Luego de acomodarse su falda, prosiguió en vestirse en la parte superior. Se acomodó el brassiere al tiempo que capturaba la atención de él. Le encantó ver el detalle con flores rosadas que tenía en este. Las observó con detalle recordándole a la flor de cerezo artificial que le había regalado años atrás. Como un impulso irrefrenable, alzó el brazo y empezó a tocar sus pechos junto con su sostén.

—¿Qué pasa? —preguntó mientras lo veía juguetear con una de las flores.

—Recordé ese momento antes de la actuación, cuando te vi la peineta antes en el pasadizo.

Aira enarcó la ceja.

—En ese instante te encontré tan hermosa que tenía unas ganas enormes de acariciar tu cabello, tomar tu rostro y mirarte a los ojos. —Dejó el brassiere y alzó su rostro hacia ella—. No sé cómo me contuve, pero ahora... ahora ya no quiero... ¡No quiero hacerlo más!

Volvió a besarla con gran intensidad mientras sus manos recorrían su espalda para luego bajar a sus nalgas. Pero, al percibir que su excitación volvía, en un santiamén se separó de ella.

Todavía no era tiempo de tentar... todavía no era tiempo de consumar... Ya tendrían oportunidad minutos después. Solo, por breves instantes, se separarían físicamente mientras que con sus ojos y sonrisas se contemplaban y entregaban, en un cuadro final dibujado sobre la musa prohibida por su artista, como hermoso preludio de aquella obra de arte llamada poesía clandestina que de nuevo crearían. 

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