Sincronías y Armonías [Saga A...

By Nozomi7

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Continuación de "Melodías y Ambrosías". No recomiendo leer esta parte sin antes haber leído las dos primeras... More

❧ Introducción ☙
❧ Sinopsis ☙
❧ Prefacio ☙
❧ Epígrafe ☙
❧ Primera Parte - ¿Una segunda oportunidad? ☙
Portada [Primera Parte]
❧1. Distancias y Sincronías ☙
❧ 2. Recelos y Celos ☙
❧ 3. Confusión y Desilusión ☙
❧ 4. Culpas y disculpas ☙
❧ 5. Confusiones y Suposiciones ☙
Sorteo y un par de cosas más
❧ 6. Revelaciones y Proposiciones ☙
Adelanto (1)
❧ 7. Complicaciones y Demostraciones ☙
❧ 8. Indecisiones y Recuerdos [Parte 1]☙
❧ 8. Indecisiones y Recuerdos [Parte 2]☙
❧ 9. Amistades y Revelaciones ☙
Concurso de Fanfics y un par de cositas más
❧ 10. Juego de Espías ☙
❧ 12. Declamaciones y Reconciliaciones ☙
Adelanto (2)
❧ Capítulo 13: Pasos y Celos ☙
Feliz cumpleaños, Rodrigo <3
❧ Capítulo 14: Reclamaciones y Emociones☙
Anécdotas sobre el capítulo 14 y aclaraciones varias
❧ Capítulo 15: Enseñanzas y Sanaciones ☙
❧ Capítulo 16: Alcances y Balances ☙
❧ Capítulo 17 [Primera Parte] ☙
❧ Capítulo 17: Fantasmas del Pasado [Segunda Parte] ☙
Mitos y dudas sobre la depresión
❧ Capítulo 18: Aguas y Bebidas ☙
Curiosidades - Capítulo 18
❧ Capítulo 19: Trampas e Inocencias ☙
Preguntas y extras - Capítulo 19
❧ Capítulo 20: Confesiones y Descubrimientos ☙
Curiosidades - Capítulo 20
Mini manga - Capítulo 20
❧ Capítulo 21: Sol y Chocolate ☙
❧ Capítulo 22: Trivialidades y Regalos [Primera Parte] ☙
Aclaraciones y Curiosidades - Capítulo 22 [Primera Parte]
❧ Capítulo 22: Trivialidades y Regalos [Segunda Parte]☙
Pregunta preguntona
Capítulo 22: Trivialidades y Regalos [Tercera Parte] ☙
Aviso antes del capítulo final
Capítulo 22: Trivialidades y Regalos [Parte 4] [CAPÍTULO FINAL]
Epílogo
Respuestas y curiosidades varias luego del epílogo [Primera Parte]
Encuesta
Cuestionario de respuestas a contestar [Segunda Parte]
Respuestas y curiosidades [Última parte]
Epígrafe [Segunda Parte]
Prefacio: Lágrimas que fortalecen [Segunda Parte]
Portada - [Segunda Parte]
Capítulo 1: Lágrimas y Confesiones
Curiosidades - Capítulo 1
Capítulo 2: Amistades y Decisiones
Anotaciones - Capítulos 2
Capítulo 3: Preludios y Compenetraciones [Primera Parte]
Capítulo 3: Preludios y Compenetraciones [Segunda Parte]
Capítulo 3: Preludios y Compenetraciones [Parte 3]
Anotaciones, meme y adelanto - Capítulo 3
Mini manga - Capítulo 3
Capítulo 4: Resiliencia [Primera Parte]
Capítulo 4: Resiliencia [Segunda Parte]
Capítulo 4: Resiliencia [Tercera Parte]
Minimanga - Capítulo 4
Capítulo 5.- Mentiras y Promesas
Capítulo 6.- Encuentros y Estrategias
Capítulo 7.- Pendientes y Aprovechamientos
Aclaración sobre contenido adulto
Capítulo 8: Poesía clandestina
Debate sobre lo que se viene
Capítulo 9. Culpas y Apegos [Primera Parte]
Capítulo 9: Culpas y Apegos [Segunda Parte]
Capítulo 10.- Sin límites [Primera Parte]
Capítulo 10: Sin límites [Segunda parte]
Capítulo 10 - Sin límites [Tercera parte]
Preguntas y respuestas - Capítulo 10
Capítulo 11.- Nadas y Distancias
Capítulo 12: Amistades y Sorpresas [Primera Parte]
Capítulo 12: Amistades y Sorpresas [Segunda Parte]
Capítulo 12.- Amistades y Sorpresas [Tercera Parte]
Capítulo 13. Trastocamientos y Necesidades
Capítulo 14: Acusaciones y Preocupaciones
Capítulo 15.- Limerencia y Aprendizaje
Capítulo 16.- Confesiones y Empatías
Capítulo 17. Lecciones y Confianzas
Capítulo 18.- Confianzas y Espacios
Capítulo 19.- Negaciones y Dobles
¡¡¡Regresamos!!! (y algo más ^^)
Capítulo 20 - Rechazos y Recuerdos [Primera Parte]
Entrevista a Rodri (el real) - Parte 1
Capítulo 20: Recuerdos y Rechazos [Segunda Parte]
Entrevista al Rodri (el real) - 2da parte
Capítulo 20 - Rechazos y Recuerdos [Tercera Parte]
Entrevista a Rodri (el real) - Tercera Parte
Capítulo 21. Entendimientos y Promesas [Primera Parte]
Entrevista al Rodri Real [Parte 4]
Capítulo 21. Entendimientos y Promesas [Segunda Parte]
Entrevista a Rodri Real [Quinta y última parte]
Capítulo 22. Amistades y Reflexiones

❧ 11. Letanías y Sincronías ☙

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By Nozomi7


El día de la tan esperada actuación por fin había llegado.

Esa mañana se había suspendido las clases del colegio a partir de las diez de la mañana. Alumnos del nivel primaria, cuyo local se ubicaba en otro sitio, acudirían al colegio de Aira en donde se llevaría a cabo la actuación. Los del nivel secundaria se ubicaban en sus aulas, en plenas clases, esperando a que estas terminaran. Los del Quinto C estaban distraídos, más pendientes de que la señora Balarezo, la profesora de Economía, se fuera, para que de una vez comenzara el relajo; mas en el fondo se sentían ansiosos por ver si se harían con los puntos extras. Aunque nadie había sido testigo de las prácticas de marinera de Caballero y de Aira, igual habían hecho apuestas por ellos, en quienes depositaban una gran confianza.

‹‹Bueno, yo apuesto veinte lucas››.

‹‹Yo solo diez, sino me quedo sin mi menú de la tarde››.

‹‹¡Yo cincuenta! Seguro que la hacen linda››.

Aira, al escucharlos, sintió aprensión en su interior. La responsabilidad por saberse que estaban apostando por ella hizo que solo aumentara el nerviosismo que la acompañaba durante toda la mañana.

‹‹Va a salir todo bien, va a salir todo bien››, se decía al tiempo que veía cómo la señora Balarezo se iba del aula. Era el indicio de que el momento había llegado.

Muchos de sus compañeros empezaron a salir. A partir de esa hora podían hacer lo que quisieran, siempre y cuando no irrumpieran en el anfiteatro en donde se llevaría a cabo la actuación, la cual estaba pactada para iniciar a las 10:45 de la mañana. Todavía quedaban cuarenta y cinco minutos para descansar; en el caso de Aira era solo para esperar... a ver lo que saliera luego de varios días de intensa práctica.

Hasta el día anterior, los ensayos con Caballero habían ido bien. A pesar de la antipatía que le tenía, parecía ser que, por arte de magia, su compañero había sabido guardar ‹‹la distancia›› —como ella llamaba a su no insistencia con ella— luego del ‹‹café cargado›› que el profesor de danza les diera para que Aira entendiera, de una vez por todas, que debía obedecer a sus indicaciones.

‹‹Si quieres ganar, puedes hacerme caso. Si quieres perder, haz lo que te venga en gana, pero yo ahí ni al caso››, le había dicho el día posterior a cuando Rodrigo le había acompañado al paradero del bus.

‹‹¿Traficando rimas? El profe puede ser poeta››, pensó para luego sonreír, asentir y acatar obediente todas sus órdenes.

Pero, llegado a ese punto, en el que el señor Morales, al notar un nuevo cambio en la actitud de la joven, les había propuesto hacer unos ligeros cambios. Aira tragó saliva al imaginar cómo sería la reacción de todos los asistentes, Rodrigo incluido.

‹‹Puede que se ponga celoso››, se dijo al tiempo que se dirigía al baño de mujeres para cambiarse de ropa y ponerse el traje de su baile de ese día.

Mientras caminaba por el patio, su vista se clavó en el edificio de la oficina de los profesores. Había querido hablar con su tutor ese día para hacerle una petición, pero no había tenido oportunidad. Rodrigo no se había aparecido durante todo el día. En su reemplazo uno de los auxiliares había ido a su salón, para informarles de algunas noticias, aduciendo que su tutor estaba muy ocupado.

Él se había ceñido a saludarlos muy brevemente durante los minutos habituales de tutoría; recordarles que era obligatorio que se quedaran durante la actuación —ya que la Dirección le había advertido que muchos aprovecharían el pánico para irse del colegio—, observándoles que tomaría asistencia luego de concluida la misma; invitarlos a quedarse luego de aquella, porque habría un pequeño agasajo para los maestros en el gimnasio y, finalmente, informarles que al día siguiente no había clases porque ese día todos en la escuela descansarían.

Los alumnos habían vitoreado felices el tener el día libre, a excepción de Aira, quien había resoplado con resignación. El no ver a Rodrigo provocó que una pequeña espinilla se clavase en su corazón. Había querido preguntarle al auxiliar por él, pero este había salido raudo porque lo requerían con premura de la Dirección.

‹‹¿Estará en su oficina? Si voy para allá, ¿seré muy impertinente?››, se preguntó con aprensión.

‹‹Quizá está muy ocupado, vaya a buscarlo en el momento equivocado, le interrumpa en algo importante que está haciendo y...››.

Sus dedos asieron con intensidad la bolsa grande que guardaba su traje de marinera. Su respiración se tornó apresurada. Una gota de sudor bajó por su mejilla lentamente. Su estómago le dolía. Cada paso que daba, junto a su vista clavada en el edificio de los profesores, era una tortura para la ansiedad que recorría su cuerpo.

No fue hasta darse de bruces contra uno de los postes de luz que rodeaban a la cancha de vóley, que fue consciente de la situación.

‹‹¡Mierda! ¿A quién diablos se le ocurre poner esto aquí?››.

Cogió su rostro con los dedos de su mano libre. Pudo percibir que tenía un pequeño chinchón en la frente.

‹‹¡Genial! ¡Lo que me faltaba! Ahora ¿cómo diablos disimulo esto de aquí?››.

Arrugó la frente con preocupación. Su frente lucía roja en ese instante, cuando tenía que mostrar su mejor rostro durante su actuación pactada para dentro de tres horas, era lo peor que podía pasarle en ese instante.

‹‹¡Al diablo!››, se dijo al tiempo que alzó su brazo derecho.

Era tanta la rabia que la carcomía, que le entraron ganas de lanzar al suelo lo primero que tenía al alcance. Mas, al darse cuenta de que no podía ensuciar, menos arrugar el traje de la marinera que con tanto cuidado había recibido minutos atrás, de parte de su profesor de danzas, y tirar por la borda todos los días de práctica, se contuvo. Con mucho esfuerzo, pero lo hizo.

Había cosas que debía priorizar, y su rabia producto de su distracción no estaba entre ellas.

*******

‹‹Solo unos cinco minutos. Si está ocupado, le preguntaré si más tarde podemos hablar. De hoy no puede pasar, ¡no debe!››

Aira se encontraba en el edificio de los maestros. Había caminado veloz por los pasadizos hasta dar con la escalera que daba al segundo piso, a la oficina de Rodrigo. Había subido presurosa, y ansiosa, por aquella interminable escalera. Durante su trayecto, que se le hizo eterno, había tropezado sin querer con varios alumnos, profesores y personal administrativo, quienes iban y venían. El trajín por la antesala de la actuación estaba en todo su esplendor.

Con las mariposas haciéndole cada vez mayor presión en su interior, avanzó apurada por el pasadizo del segundo piso. En otras ocasiones lo había recorrido, cierto, pero como la primera vez que se había reunido con Rodrigo en aquella, los nervios la aprisionaban dentro de sí.

Cuando se topó con las puertas asignadas a las oficinas 202, 203 y 204, las mariposas en su estómago se aceleraron todavía más. Sintió que su corazón le apretaba al tiempo que hiperventilaba.

‹‹Ojalá que esté en su oficina y desocupado. Ojalá que esté en su oficina y desocupado. Ojalá que esté en su oficina y desocupado››, se dijo al tiempo que sus pasos avanzaban en cámara lenta.

‹‹Oficina 205. Oficina 206››, podía leerse en las puertas de madera de color marrón que se hallaban abiertas. Mas, cuando alzó la vista y buscó la asignada con el número 207, la de Rodrigo, sus ojos se ensancharon de par de en par, primero de expectación, luego de desilusión.

‹‹Cerrado. Está cerrado››.

Sintió que la espinita que se había clavado en su corazón se hundía más. Una fuerza sobre su garganta ejercía presión. Hizo un puchero de decepción. Por un instante, concluyó que el maestro no estaría ahí y, con ello, sus expectativas de hablar con él se iban por un desagüe.

Pero, recordando lo que una vez le había dicho su psicóloga (‹‹No bases tus certezas ni decisiones en meras suposiciones››), respiró profundo y cambió de opinión.

Debía tocar para poder avanzar. Sea el resultado que fuese, si se hallaba o no Rodrigo en su oficina, daba cerciorarse de ello. Ya lo que viniera después era otro tema, pero no debía especular ni desesperarse sin antes realizar las acciones necesarias.

Para su infortunio, luego de tocar por tercera vez sin recibir respuesta alguna de su maestro, la desilusión volvió a ella.

‹‹Seguro que se ha ido››, pensó con tristeza y resignación. ‹‹¿Y si voy a buscarlo a otro lado? ¿Estará en la cafetería? ¿O quizá en el auditorio coordinando algo?››.

Bajó presurosa para dirigirse a la salida. Su cabeza estaba llena de pensamientos acerca de dónde podría estar Rodrigo. Pero, antes de salir por la puerta principal, fue atajada por el señor Morales.

—¿Todavía aquí? —le preguntó extrañado el maestro de danzas.

Ella pasó saliva.

—Lo que pasa es que...

—¡Debes ir a cambiarte de una vez! —Miró su reloj—. La ceremonia de apertura comienza en poco más de media hora. Mientras te vistes, te peinas y te maquillas, ¡no te va a dar tiempo!

—Sí, pero...

—¡Vamos, Aira! Vete de una vez. En media hora no te va a dar tiempo para alistarte como debieras.

—Pero para nuestro número falta todavía —se apresuró en decir mientras desviaba su vista al fondo del pasadizo, para ver si podía atisbar a Rodrigo en algún lado.

El maestro rezongó con dureza.

—¡No me importa si es al mediodía o si eres la última en salir a actuar! Te quiero lista a más tardar a cuarto para las once, ¿te quedó claro?

—Pero, profe...

—¡Iré a buscarte a tu salón a esa hora para ver si te has arreglado como corresponde! —Volvió a mirar su reloj—. Y no voy a discutirlo más. —Le dio la espalda—. Debo ir a otro lugar. Nos vemos allá.

Aira iba a replicar, mas no tuvo oportunidad. El señor Morales caminaba raudo a las escaleras.

Respiró profundo, con resignación. Caminó a paso lento por cada una de las oficinas que se hallaban abiertas. De reojo echó una ojeada por si lograba atisbar a Rodrigo en alguna de ellas, pero era en vano. Su tutor parecía haber sido tragado por la Tierra.

Por ahí se le pasó por la cabeza subir al tercer piso para proseguir con su búsqueda. Pero, cuando sus ojos se posaron en el ventanal que daba al gran patio del colegio, en concreto sobre el gran reloj, quien mostraba que era las 10:15 am, suspiró muy fuerte. Se dio cuenta de que, si seguía por ese derrotero, se le iba a hacer tarde, sin tiempo para prepararse para su actuación. Su maestro de danzas había sido bien enfático en que la quería lista antes de la apertura, y así debería ser, aunque sus pies quisiesen conducirla a solo un sitio, junto a Rodrigo...

*********

—Te ves hermosa.

Ana había terminado de maquillar a Aira. En su nerviosismo, mezclado por el apuro de alistarse para la actuación, le había pedido ayuda con urgencia a su amiga. Total, nunca había sido muy experta en maquillarse, más allá de hacerse un simple peinado y solo colocarse un brillo en los labios.

Parecía irónico que una vendedora de productos para mujeres por catálogo fuera tan dejada en ese aspecto, pero en ella muchas cosas simplemente no tenían lógica. Gustaba de maquillar a otras mujeres para ofrecerles sus productos, pero en ella esto le parecía algo superficial... hasta ahora.

Gracias a su trabajo, era poseedora de una tableta de probador de distintos colores de sombras, de rubores y de labiales, que Ana no había dudado en saber usarlos. En especial, le había hecho énfasis en que usase los tonos rosados y blancos, para que estos combinaran con el traje de marinera que vestía y luciera lo mejor posible. Sin embargo...

—¿En serio crees que me veo bien? —preguntó la joven con voz temblorosa.

Aira volteaba su rostro frente al espejo a cada rato. Para su complacencia, el moretón que tenía en su frente había sido bien disimulado por el maquillaje. Sin embargo, por más que le había aconsejado a Ana que hiciera los mayores malabares para que sus ojos se vieran lo más grandes posibles, estos seguían pareciéndolos pequeños, insípidos, sino desabridos como se dijera en ese momento.

Ana asintió al tiempo que giró los ojos. Conocedora de la baja autoestima de la muchacha, se dijo para sí palabras de ánimo para apelar a la poca paciencia que le quedaba.

—Aira, te ves bien. —Movió ligeramente el espejo frente a su ojo derecho—. Le apliqué un poco de delineador aquí... —apuntó a su párpado—, para que parezca grande, pero ya no más. Es un maquillaje de día. No debes verte sobrecargada, ¿ok?

—Sí, pero... —La joven acercó el espejo más para sí—. ¿Por qué será que cada vez que me veo, me parece que tengo solo una raya como ojo, a tal punto de que parezco una china fea?

‹‹Rodri creerá que me veo horrible››, pensó con tristeza al tiempo que colocaba el espejo sobre la silla.

Su amiga rodó los ojos y movió la cabeza con desaprobación.

—¡Contigo no se puede! Ni así te dijera mil veces que te ves hermosa, te lo creerías, ¿o no?

Aira volteó a observarle como un cachorrito indefenso buscando quién lo adoptara.

—Es que no sé —dijo con la frente arrugada—, por más que me veo, me siento tan simple, como quien pasaría desapercibida para los demás —añadió con tristeza.

Ani la miró con compasión.

‹‹Si supieras que desapercibida es lo que menos pasas para algunos››.

Ella volteó en dirección a Caballero. Este se hallaba en la esquina del aula, rodeado por sus compañeros, quienes le daban palabras de ánimo y le advertían que no les hiciera perder sus apuestas.

El joven llevaba un elegante traje negro, de dos piezas, junto con una camisa interior del mismo color, los cuales resaltaban de buena manera sobre su pálida piel. Solo rompía con su monocromía el fajín de color ojo que llevaba amarrado a su cintura.

Para Ana, quien lo contemplaba extasiada, aquel espectáculo era una delicia para sus ojos, tanto que no se dio cuenta de que soltó un suspiro. De inmediato volteó para cerciorarse de no haber sido descubierta. Para su buena suerte, su amiga se hallaba tan concentrada en seguir observándose en el espejo, y lamentándose de que no tuviera los ojos más grandes como quisiera, que pudo salir desapercibida del todo.

—Nadie les ordenó que apostaran por Aida y a mí —acotó José María con la ceja alzada—. Pero igual, ¡cuánta falta de confianza! Se nota que no nos han visto practicar —dijo muy orondo—. Obtendremos la victoria.

—¿De verdad, Caballero? Mira que les he apostado veinte lucas.

El joven asintió.

—¿Y si subimos la apuesta a cincuenta?

—Estás loco. Es mi plata para el fin de semana.

—Ya te dije, es victoria segura —añadió el bailarín muy orgulloso al tiempo que se arreglaba el cuello de la camisa y volteaba su rostro para clavar sus ojos en el rostro de Aira.

De inmediato, al darse cuenta de que él miraba para su dirección, Ana María desvió su cara para no ser descubierta contemplándolo a escondidas. Rogó a todos los cielos que hubiera sido de esa manera.

Para su buena suerte, el joven había dirigido su ángulo de visión de manera directa sobre Aira, quien todavía se hallaba sentada y meditabunda en sus cavilaciones sobre su aspecto físico.

En menos de un segundo, ya José María se hallaba frente a la muchacha, trayéndola de vuelta a la Tierra.

—¿Y tú qué haces aquí? —preguntó Aira malhumorada al darse cuenta de que lo tenía frente a ella.

—He venido a saludar y ver a mi bella compañera. ¿Acaso no puedo? —La miró con ojos galantes al tiempo que apoyaba sus codos sobre la silla, para poder apreciarla mejor.

Aira pasó saliva. Rápidamente, extendió una de sus manos sobre la cara del joven, provocando que este riera y luego retrocediera.

—Eeeepa. ¡Quieto, galán de porno!

—¿Galán de porno? —Alzó la ceja, divertido.

José María soltó una carcajada ante la ocurrencia. Ana María, que había experimentado un cierto retorcijón de celos en su interior al ver la cercanía de ambos, bastó que viera cómo su amiga rechazaba por enésima vez al joven, para que riera con él, recuperando su buen ánimo habitual.

—¿Por qué ese rechazo? —preguntó con un falso gesto de inocencia.

—Hemos acordado que voy a aguantar que te me acerques, pero solo por las prácticas y por la danza, más nada más. ¿No te quedó claro?

—Pero es la previa de la actuación y yo...

Él hizo un gesto de gato con botas de Shrek, creyendo que así doblegaría a la adolescente, pero para su mala suerte no fue así.

—Chuuu, vete para allá —insistió Aira con un gesto de su mano indicándole la otra esquina—. Aparte, ¡todavía no estoy lista! Me estás interrumpiendo —habló con rudeza—. ¡Vamos! Déjame tranquila, que tengo el tiempo en contra.

José María abrió la boca para replicar, pero fue en vano. Aira ya le había dado la espalda, dando la charla por acabada.

—Parece que nunca se va a dar por vencido —dijo Ana divertida, y a la vez complacida al ver cómo el pobre de Caballero se iba con el rabo entre las piernas.

—Es un hueso duro de roer —hizo una mueca de desagrado—, pero si él es terco, yo lo soy más.

En ese instante, sacó una pequeña bolsa de su mochila.

—¿Crees que estos pendientes me quedarán bien?

—Son muy bonitos —dijo Ana al tiempo que cogía el espejo para que su amiga se contemplara.

Eran unos aretes dorados, con incrustaciones de piedras preciosas de color rosado. Si bien eran de fantasía, cualquiera que los viera, por su hermoso diseño, creería que eran muy caros.

—Le pedí al profe que me prestara algunos, porque yo no tenía. A lo mucho usaba antes piercings y aretes cortos, pero no de estos largos de marinera.

Ana enarcó la ceja, curiosa.

—Es raro verte ahora vestida tan de rosado.

—¿Ah?

—Es que me contante que antes tenías esa pinta tan dark o de emo. Tú sabes...

Su amiga la miró con desaprobación.

—Digo, por los piercings que me dices que usabas...

—Ani, ¡no me salgas con tus prejuicios tú también! El usarlos no tiene nada que ver con lo otro.

—¿En serio?

—No.

Ana se encogió los hombros, todavía incrédula.

—La verdad es que, pensé que optarías por usar un traje negro para bailar. Digo, por las imágenes de paisajes tristes y demás abstractos con los que sueles forrar tus cuadernos. Eso y tus piercings van a juego total contigo, ¿no?

Aira giró los ojos, aburrida.

—¿Vas a seguir con lo mismo? —Le clavó la mirada.

—Bueno, yo solo decía...

—Además, opté por el color rosado porque quería estar a tono con algo más.

Retiró una pequeña cajita de su mochila, que había guardado celosamente en el compartimiento interior de la misma. Cuando abrió su contenido, su amiga abrió con amplitud sus ojos al contemplarlo.

En sus manos podía verse una hermosa flor de cerezo, la que Rodrigo le había regalado en la víspera de Año Nuevo, en su cena en el lounge bar. Esta se hallaba finamente arrejuntada, con otras pequeñas flores de color blanco, alrededor de una peineta de color dorado.

—¡Guau! ¡Qué bonita! ¿Dónde la compraste?

—Yo lo hice —dijo muy orgullosa—. Es por eso que le pedí al profe, de los trajes que me sugirió para vestir, quedarme con el rosado. Creo que es el que más le hace juego al adorno.

—Pues hiciste una acertada elección.

Se colocó el adorno floral a un lado derecho de la cabeza, por encima de la oreja.

—¿Crees...? —Hizo una pausa—. ¿Crees que me queda bien?

Ana asintió, sonriendo.

—¡Te queda precioso! Ven —cogió el espejo de forma estratégica sobre la caja que se hallaba sobre la carpeta—, que te ayudaré a quedar más bonita todavía.

Su amiga empezó a coger los pequeños ganchos de color negro para ajustar de forma correcta la peineta sobre la cabeza de Aira. Mientras lo hacía, la joven se contemplaba en el espejo al tiempo que sentía cómo las mariposas en su interior volvían y se acrecentaban.

‹‹¿En serio me quedará bien? Ay Dios, ¿por qué siento que parezco una papa desabrida al no tener ningún pelo que me oculte los cachetes de la cara?››, se dijo al tiempo que maldecía el tener que usar un moño para la marinera; el cual, de forma obligatoria, para que se viera más elegante, a sugerencia de su maestro tenía que llevar el pelo totalmente recogido, sin ningún flequillo a la vista.

Para no seguirse lamentando más, optó por colocar el espejo boca abajo.

Finalmente, cuando Ana le dijo ‹‹¡Listo! Ya terminé››, de manera desganada alzó su brazo para levantar el espejo y ver cómo le había quedado el adorno sobre su cabeza.

‹‹¿Me quedará bien? ¿Qué pensará Rodri? ¿Le gustaré? ¡Ayyyyy!››.

Pero, antes de coger el espejo, una voz masculina proveniente de una de las puertas capturó su atención. Cuando volteó para cerciorarse de quién se trataba, sus ojos se abrieron de par en par, de manera extasiada... embelesada... electrizada...

Un guapo Rodrigo, con un traje elegante de color azul oscuro, el pelo más corto, la barba crecida solo en el mentón y sin los lentes de metal de siempre, hacía su aparición, dejando a todas los estudiantes del salón boquiabiertos, Aira incluida. 

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