Lucía.
Jesús sigue insistiendo con comer y aún más cuando a Dani le trae la cena una enfermera.
Es demasiado joven y guapa, me siento fea al lado de esta chiquilla.
—Qué asco, joder— se queja Dani.
—Creo que no hay más menús hoy, preguntaré y si te encuentro algo, te lo traigo— dice la chica guiñándole un ojo— por cierto, me llamo May.
—Venga, sí, en mayo vuelves— espeto cortante— adiós, chata— le dedico mi más falsa sonrisa.
Me lanza una mirada de asco y se va a continuar su trabajo, en cuanto sale de la habitación, ésta se inunda con las risas de los chicos.
—Celosa— canturrean a coro.
—Es demasiado mayor para ti— clavo mi mirada en el menor— además, eres un paciente y ella una enfermera.
—Era muy guapa— comenta el gemelo mayor pensativo.
Le lanzo la magdalena que tengo en la mano, tras haberla sacado hace unos minutos de mi mochila.
—Lo siento, mi amor— me disculpo irónica y le sonrío con diversión, malicia y, sobretodo, falsedad.
—Eres una celosilla, gatita— aporta Dani acompañado de una carcajada.
—Era más guapa que yo y ambos os habéis fijado en ella— me muerdo levemente el labio y poso mi vista en el suelo.
—Tienes quince años y la cara y el cuerpo de veinte— dice Jesús en un intento de subirme la moral.
—Eres más guapa que esa— dice ésta vez Daniel— y mira que a mí me gustan las rubias.
—Jesús, baja a comprar algo para cenar— ordeno cambiando de tema a la par que cojo mi cartera— toma— le extiendo un billete.
—Pago yo— sentencia.
—Hazme un striptisease— bromeo— así te pago.
Se acerca a mí insinuante y mirándome con una mezcla de diversión y deseo.
—¡Iros a un hotel!— exclama Dani tapándose los ojos.
—No, a un hotel no, él se va a por mí comida.
—Anda, sí, ¿qué vas a querer?— cuestiona interrogante y me encojo de hombros— Pues, ya veré qué hay en el bar.
—Si hay algún tipo de hamburguesa ni pienses en traérmela por rapidez, no me gustan— informo haciendo una mueca de asco.
—Eso ya lo sé, no te preocupes— dice a modo tranquilizador.
—Tráeme comida de verdad, te lo suplico— ruega su hermano.
Yo creía que la comida de los hospitales ya no era tan mala, cuando mi abuela estuvo ingresada, ella decía que la comida estaba buena.
—Seguro que no está tan malo, además, aún no lo has probado— lo animo sonriente.
—No lo voy a probar— sentencia al borde de una pataleta infantil cruzándose de brazos y frunciendo el ceño— Tiene que estar muy malo.
—Que te lo comas— ordeno amenazante.
—¡No quiero!— exclama causando que una gran carcajada se escape de mí— ¿Qué? ¿Te parece gracioso la mierda de comida que me ponen?
—No, me hace gracia que tú— lo señalo con mi dedo índice— Un tiarrón de 19 años, se está comportando como un auténtico niño pequeño.
—No soy un niño pequeño, sólo que sé lo que no me gusta, no me hace falta probarlo— hace una pausa y relaja la expresión de su cara— Vale, me acabo de dar cuenta de lo estúpido e infantil que suena lo que estoy diciendo— comienza a reírse exageradamente.
—Yo me voy a por la comida, creo haber visto esta tarde que en la cafetería ponen musaka, te traeré una— informa guiñándome un ojo.
—¿Vas a comerte la musaka delante mío?— pregunta haciéndose el dolido— ¡Yo pensaba que me querías!
—Te quiero mucho, tonto— carcajeo situándome a su lado y dándole un beso en la mejilla— Pero, el que se estrelló, fuiste tú.
May en multimedia.