—Vamos, entra.—Insistió Andrew viendo a Hugo pensativo en la puerta.
No le gustaba la forma en que Marcy le había mirado, algo en su interior le alertaba de que debía tener cuidado, porque si algo tenía Hugo igual a una mujer a parte de su morbosa y sútil feminidad, era la intuición.
—¿Quién es él?— Cuestionó cerrando la puerta mientras el moreno se servía un wisky— Bebes cuando estás estresado o necesitas olvidar algo, ¿te hizo sentir incómodo o es mi culpa que estés tomando ese trago?
Andrew carraspeó la garganta, removió lo que quedaba en el fondo y se terminó la copa.
—Vaya, si que me conoces bien.—Soltó una pequeña risa.—Ni mi esposa conoce esos detalles.
Hugo sonrió acercándose un poco más pero con cierta prudencia, aun no había obtenido una respuesta, y Andrew, no era un hombre para nada predecible.
—¿Quién era él?—Volvió a repetir sentándose al otro lado del sillón para no agobiar al ojos azules.
Se sorprendió al ver como apoyaba uno de sus brazos sobre el respaldar del sillón, invitándole a acercarse.
Más se mantuvo en su posición, al igual que Andrew, mantuvo su invitación.
—Es como un hermano.
Hugo se sintió más aliviado.
—¿Cómo Tom?
—No.— Respondió a carcajadas.—Tom es ese tipo de persona con la que no tienes nada que ver, pero existe un ''algo'' que os une y os hace inseparables, eso es Tom para mí.
Hugo mantenía su sonrisa con la cabeza apoyada en el respaldar, a centímetros del brazo de Andrew, se estaba resistiendo a la tentación y a veces, el mayor movía su brazo acomodándose, intentando captar su atención.
—Entre tú y Tom se ve que hay algo muy especial, cuando estás a su lado pareces otra persona.
—Bueno...—Suspiró.—Con él no tengo que mantener la guardia, sé que nunca me traicionará, que puedo contarle cualquier secreto y que puedo ser yo mismo, pero Marcy en cambio es todo un desafío, no le quiero como a un hermano, en realidad no le quiero como a nada.—Bufó a lo que Hugo no pudo evitar ensanchar su sonrisa.— Cuando digo que es como un hermano me refiero a que tenemos el mismo ''padre'', que por supuesto no es nuestro padre biológico.
—¿El famoso Richard?
—¿Has oído hablar de él? Ah claro, con Tom...sí, Richard.
Hugo terminó apoyando su mejilla en la mano de Andrew el cual se la acarició.
—Cuéntame un poco más de tu vida, por favor.
—No hay mucho que contar Hugo, tengo vagos recuerdos de mi infancia, lo único que tengo claro es que tenía que comer de la basura o robar y cosas así... me pegaron tantas palizas.— Encendió un puro.— Yo era un buen chico, un niño de ojos brillantes y mirada risueña que creía que por tener un buen corazón el mundo tendría piedad de mi.
El menor asintió con tristeza, por supuesto que entendía ese sentimiento, lo había vivido una y otra vez desde que era un niño.
—Llega un momento en el que sufres tanto que de repente, te vuelves intocable, y eso fue lo que sucedió conmigo.— Las miradas de ambos se cruzaron, Hugo pudo ver a través de los ojos celestes de Andrew como había una coraza de hielo protegiendo el alma de un buen hombre.
—¿Nunca te has enamorado Andrew?
—Solo una vez.
—No te...¿correspondió?
Andrew se sirvió otra copa.
—Me corresponde, pero de otra manera, he aprendido a quererle como él necesita que le quiera, ya no lo veo como antes, le amo, sí, pero de otra forma.
Hugo sentía la envidia revolotear por su estómago.
—¿Afortunado o afortunada?
—Tom Crauford.
La sonrisa pintoresca de Hugo se volvió a dibujar en su rostro, los celos se fueron.
Por algún motivo, no podía sentir celos de ese hombre, además, ya se lo había dicho, había aprendido a quererle como necesitba, y era cierto, había un amor especial entre ellos, pero era un amor lejos de lo romántico y de lo pasional.
Era otro tipo de amor.
—Supongo que podré vivir con ello.—Dramatizó el menor sin dejar de observar aquellos ojos azulados que le atrapaban en un intenso avismo.— ¿Por qué tuviste que ser así?
Andrew se echó a reír.
—¿Así como?
—Tan...—Agachó la mirada.— Tan perfecto.
El mayor rodó los ojos atrapándole bajo uno de sus brazos y acostándole sobre sus piernas.
—Veamos, ¿querías dinero para ir a comer no? ¿Por qué no sales por ahí con tus amigas y las invitas?
Ahora parecían el típico psicólogo y paciente, solo que Hugo, en ved de recostarse sobre un sillón, lo estaba sobre las rodillas del mayor, sin dejar de admirar sus bonitas facciones.
—Sus padres no dejan que se junten conmigo, me consideran una mala influencia.
—Cierto, si tuviera hijos tampoco permitiría que se acercasen a tí.
—¡Oye!— Chilló con voz aniñada y enfadada.—Así no me ayudas, además, tú también eres una mala influencia, eres peor que yo.
—Por supuesto, por eso tampoco permitiré que mis hijos se acerquen a mí.— Ensanchó su sonrisa con amplitud.
—Eso es una crueldad Andrew, los padres deben amar a sus hijos...—Suspiró.
Ahí estaba la raíz del problema de Hugo, sus padres y la carencia de afecto.
—No te preocupes, solo bromeaba, jamás tendré hijos.— Encendió el televisor.— Vivimos en un mundo demasiado lleno de mierda como para esta trayendo más vidas, ¿quién querría vivir aquí? yo desde luego no.
—Tienes razón...—Se le escapó una lágrima.— ¿Me haces de psicólogo un ratito por favor?—Suplicó.
—Claro, empecemos, ¿cómo va tu obseción con el sexo?
—A aumentado, y todo es culpa del hombre con el que vivo, es tan atractivo que hace que quiera abrirme de piernas para él, lamer su polla y gemirle al oído cuanto me gusta sentir su corrida en mi culo.
—Hugo, ya te estás pasando.—Se desanudó la corbata pues comenzaba a sentir calor.— No te descarríes del tema.
—Precisamente ese es el tema, usted mi querido psicólogo, me ha preguntado por mi obseción sexual, yo solo le he respondido.— Su hermosa mirada insinuante era una invitación para cualquiera, nisiquiera Andrew, podía resistirse a él.—¿Qué sucede?¿Acaso tu también te sientes atraído por mí? —Cuestionó juguetón.
El mayor tan solo le miraba con sus penetrantes ojos helados.
—Eres un chico muy guapo, no voy a negarlo.
Aquello fue todo lo que dijo, pero viniendo de Andrew, era más de lo esperado.
—Al menos.—Añadió el moreno.— ¿Ya no tienes la necesidad de seguir acostándote con todos?
—El sexo es una droga para mí, mi cuerpo lo pide, sin importarle con quién sea, sin embargo, mi corazón me aclama a ese hombre,pero yo no suelo escuchar a mi corazón, de hecho, hace muy poco que descubro tenerlo.—Comenzó a reírse con típica risa macabra.—Soy un niño malo y travieso, no puedo evitarlo, me encanta jugar con los hombres, es tan divertido.— Se mordió el labio cerrando los ojos a la vez que iba acariciando su cuello y su abdomen.
Andrew le agarró la muñeca con todas su fuerzas fulminándole con la mirada.
—T-Tranquilo, no estoy pensando en ningún hombre, solo bromeaba, Andrew...me duele.
Andrew le soltó chasqueando la mando, dirigiendo su mirada hacia otro lugar, con total molestia.
—Lo siento si te ha molestado.— Se disculpó frotándose la muñeca.
El mayor tan solo soltó un bufido.
—¿Por qué crees que me ha molestado? Tan solo me desquicia saber que mi trabajo contigo no sirve de nada, haga lo que haga, jamás vas a superar tu maldita adicción.
Aquello parecía ser un problema más grave para Andrew que para el propio Hugo, la cuestión era ¿por qué? ¿por qué le sacaba tan de quicio saber que Hugo podría acostarse con cualquier hombre que le ofreciese un rato de placer?
—Bueno, pero para eso se requiere tempo ¿no?—Tenía la misma cara de un corderito degollado.
—Se requiere tiempo ¿no? —Le imitó ridicudizándole.— Tiempo es lo que menos tengo, mi paciencia cada vez se agota más y no sé por qué sigo soportándote. — Le empujó con brusquedad para que se quitase de encima.— Toma, ahí tienes dinero, ve a comer lo que quieras.
Hugo agachó la cabeza tomando el dinero en su mano mientras Andrew se mantenía dándole la espalda.
—Si fueras un psicólogo en condiciones no tendrías que ganarte la vida con la mafia, pero claro, eres tan pésimo que con tu suel do no te daría ni para el alquiler de un apartamento en el barrio más cutre de Madrid.
—¡Cállate!— Andrew rompió el vaso que tenía en la mano y tiró toda la licorera al suelo haciendo las botellas y las copas estallar en mil pedazos.—¡¿Qué coño sabes tú?! ¡No soy psicólogo porque quiera ganarme la vida con ello!.— Estaba hecho una completa furia, Hugo le miraba asustado. — Estudié psicología criminal no para salvar al mundo, mocoso de mierda, sino para intentar entenderme a mí mismo, ¿cómo crees si no que llegó Tom a mi despacho? ¿para contarme lo dura que había sido su infancia porque su padre era un jodido cabrón? No, él lo que quería saber, al igual que deseaba saber yo, era el por qué le hacía tan feliz matar a otras personas, por qué no valoraba la vida ajena, por qué su corazón no podía sentir amor y sentimientos de lástima, mucho menos remordimientos ¿y la conciencia? eso no existe en hombres como nosotros, la mafia no es un trabajo Hugo, no es una forma de ganarte la vida ni de hacerte rico, la mafia es lo que eres por dentro, es algo que te corrompe y vive en tu interior hasta te pegan un tiro en la cabeza y te tiran a un lago, y esa es la única forma de seguir con vida, ser más rápido a la hora de pretar el gatillo.— Le apuntó con su pistola.— Boom, mi amor.
Hugo seguía sin poder moverse, respirando por la boca pues sentía que por la nariz el aire no llegaba a sus pulmones como debía, el mayor giró sobre sus talones para volver al sillón invitando con un gesto a que se marchara de una vez y le dejara a solas con su desvariada mente y su vil corazón.