#lovetopía. El nuevo mundo qu...

By carlosgoga

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En el año 2033, el periodista Rubén González visita de manera oficial #lovetopía, un país dirigido por mujere... More

Bienvenida del autor
Testimonios
Créditos
Prólogo a la 2ª Edición
Prólogo a la 1ª Edición
Dedicatorias
0.- PREFACIO
-. AVISO
01.- LOVETOPÍA: LA PRÓXIMA MISIÓN DE "EL CONFI"
02.- RUBÉN GONZÁLEZ VIAJA A LOVETOPÍA
03.- EL PASO DE LA FRONTERA LOVETOPIANA
04.- VALENCIA, CAPITAL DE LOVETOPÍA
06.- LA PROHIBICIÓN DE LOS COCHES
07.- LOS DEPORTES
08.- LA TELEVISIÓN Y SU USO SOCIAL
09.- LA ECONOMÍA: EL FRUTO DE LA CRISIS
10.- LA VIDA FORESTAL
11.- POBLACIÓN Y FAMILIA
12.- LA CARA OSCURA DE LOVETOPÍA
13.- SUS PRODUCTOS Y LOS NUESTROS
14.- LAS MUJERES EN EL PODER: POLÍTICOS Y LEYES
15.- MÁS SOBRE LA ECONOMÍA: TRABAJADORES, IMPUESTOS Y EMPLEO
16.- LA JUSTICIA, LA DELINCUENCIA Y LOS CENTROS PENITENCIARIOS
17.- ENERGÍA SOLAR Y MARÍTIMA
18.- LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN: PRENSA, TELEVISIÓN Y EDITORIALES.
19.- LA EDUCACIÓN Y SUS SORPRESAS
20.- UNA VIDA SEGURA Y DIGNA
21.- UNIVERSIDAD E INVESTIGACIÓN
22.- LA MÚSICA, LA DANZA Y EL ARTE
23.- HOSPITALES Y SALUD
24.- LOVETOPÍA: ¿DESAFÍO O ILUSIÓN?
25.- MÍSTICA, EXOTISMO Y SEXUALIDAD
26.- EL PAÍS DONDE LAS PERSONAN AMAN LO QUE HACEN
ANEXO 1. TRANSCRIPCIÓN DE LA ENTREVISTA CON LA PRESIDENTA VERONICA GAREN
ANEXO 2. DISCURSO DE INDEPENDENCIA DE LOVETOPÍA: "EN ESTA TIERRA..."
ANEXO 3. MEMORANDUM DE APROBACIÓN DE "LAS 10 LEYES"
ANEXO 4. TEXTO DE "LOS 7 CUENTOS" PARA LOS ESTUDIANTES DE PRIMARIA
ANEXO 5. LISTA DE PREMIOS BOABDIL
Nota del autor
Agradecimientos
Hazte embajador de Lovetopía

05.- ALIMENTACIÓN, RESIDUOS Y EQUILIBRIO

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By carlosgoga

Murcia, 6 de mayo de 2033. Cuando llegué al Ministerio de Alimentación, descubrí con disgusto que la Ministro estaba demasiado ocupada para recibirme. Me pasaron, en su lugar, con un Subsecretario. Es un hombre de treinta y pocos años que me recibió informalmente en mono de trabajo.

Su despacho era sorprendentemente insignificante para una persona de su importancia. No tenía ni escritorio, ni mesa de juntas, ni mullidos sillones. En una de las paredes se veía una serie de archivos de madera muy desorganizados. Las estanterías y mesas estaban repletas con viejos libros y con varias tablets y lectores de libros electrónicos en perfecto desorden. Una especie de laboratorio, con diversos materiales de experimentación, estaba apoyado contra la otra pared. También había una gran pantalla que aparenta una televisión de las nuestras.

El Subsecretario es, como muchos lovetopianos, relajado hasta la exasperación. Su voz es profunda y pausada. Se dejó caer sobre unos almohadones colocados en un soleado rincón, bajo una claraboya. Una especie de hiedra floreada colgaba del techo. Mientras, su secretaria, a la que presentó como ayudante de laboratorio, calentó agua en una tetera eléctrica. Me senté a su lado con bastante torpeza.

Comencé la entrevista planteando varias cuestiones sobre la producción agrícola de Lovetopía y la prohibición de transgénicos que con tanto esmero había preparado. Sin embargo, las ignoró.

El Subsecretario insistió en ponerme en antecedentes. Empezó a hablar de aguas residuales y no de agricultura.

- "El primer proyecto importante de este Ministerio tras la Independencia", me contó, "fue conseguir el equilibrio del ciclo alimenticio del país. Todos los desechos alimenticios, aguas residuales y desperdicios deberían ser convertidos en fertilizantes orgánicos y aplicados a la tierra, desde donde entrarían de nuevo en el ciclo de la producción de alimentos".

En todos los hogares es, desde entonces, obligatorio clasificar la basura en categorías reciclables y de compostaje. Esta media, además un gran esfuerzo individual por parte de los ciudadanos, requiere incrementar las flotas de camiones de basura.

Según el Subsecretario, el sistema de aguas residuales heredado del pasado no puede ser considerado más que como "un sistema de contaminación oficializado. En él, no se reciclan productivamente las aguas residuales y los desechos industriales, sino que simplemente se vierten en condiciones más o menos tóxicas en los ríos, bahías y océanos". Mantuvo que esto resulta antinatural y despilfarrador, además de peligroso para la salud pública y para la vida de las criaturas acuáticas. Sonriente, añadió que "las prácticas de vertidos de la época española serían consideradas delictivas si se llevaran a cabo en la actualidad".

- "En aquellos viejos papeles que tengo por allí", dijo, "podrá encontrar informes históricos de las grandes sumas que se gastaron antes de la Independencia en incineradoras para quemar los residuos y para depurar las aguas. Sus diseñadores se enorgullecían, algo que hoy resulta cómico, de que sus chimeneas apenas producían humo. Nuestro enfoque actual es bien distinto. Como sabrá, en algunos entornos internacionales se nos acusó de practicar un socialismo de cloacas. Puro populismo. Empezamos por construir un sistema de desecación de residuos y de producción de fertilizantes naturales. Siete años después estábamos en condiciones de prescindir, por completo, de los fertilizantes químicos. Esto lo conseguimos mediante el reciclaje de las aguas residuales, la transformación de los residuos orgánicos en compost y la adopción de nuevas variedades susceptibles de fijar el nitrógeno. Por supuesto, a partir de técnicas tan tradicionales como básicas como son la rotación de los cultivos y la utilización intensiva del estiércol animal. Probablemente, habrá usted observado desde el tren que nuestros animales no están confinados en espacios cerrados, como los suyos. Nos gusta que vivan en las condiciones más naturales posibles. Así se impide la acumulación de estiércol que tan problemática resulta en sus cebaderos y granjas agrícolas".

Como es natural, este discurso tan prepotente despertó mi escepticismo y me dispuse a interrogarle sobre los inconvenientes económicos del sistema. Mis dudas chocaron con una negativa rotunda.

- "Por el contrario", replicó, "nuestro sistema es mucho más barato que el de ustedes, incluso cuando incluimos todos los costes. Su entender del progreso como crecimiento del PIB les anima a sumar costes y costes y proclamarlo como bueno para el país. Sin contar que muchos de ellos o son ignorados por ustedes, o trasmitidos mediante subterfugios a generaciones futuras o al ciudadano mediante tasas eléctricas o de basuras. Nosotros, por otra parte, reconocemos y contabilizamos todos, todos los costes. De otra forma no podríamos ni soñar con alcanzar los sistemas equilibrados de vida que constituyen nuestro fundamento social y nuestra meta política. Si, por ejemplo, hubiéramos conservado la costumbre del "libre" vertido de los residuos en los cursos de agua, tarde o temprano otros habrían tenido que calcular (y soportar) el coste resultante de la descontaminación. O alternativamente, el coste de la regeneración de ríos y lagos muertos. Preferimos hacerlo nosotros mismos. Es obvio que no resulta fácil cuantificar algunos de estos costes. Pero hacemos estimaciones muy útiles y ampliamente aceptadas en términos de política y economía práctica".

He estudiado con calma los análisis detallados que me proporcionó el Subsecretario como apoyo de sus declaraciones. Concluyo que hace falta una investigación rigurosa y objetiva para reconocer su fundamento o rechazarlo. Aunque parecen ser sorprendentemente coherentes desde un punto de vista matemático. Hay que recordar que la situación lovetopiana ha permitido que su gobierno emprenda acciones que resultarían inaceptables para nuestras grandes empresas y, por tanto, imposibles en una democracia representativa como la española.

El siguiente tema de la entrevista fue la producción y método de elaboración de los alimentos. Como desconocía si el Subsecretario estaba al corriente de los avances de nuestra industria alimentaria, le introduje en los éxitos recientes de las grandes multinacionales. Hablé de la introducción de la carne sintética y de otros alimentos proteínicos. También mencioné los progresos realizados durante las dos últimas décadas en la disponibilidad de frutas y hortalizas importadas desde cualquier rincón del planeta. Finalmente, alabé los platos precocinados y los avances en los envasados en general. Tenía la curiosidad por ver como justificaba sus métodos regresivos. Según numerosos rumores, la agricultura de Levante ha retrocedido a tiempos remotos, enviando de nuevo a sus cocineras a los antiguos fogones. ¡Los hornos de microondas no están legalmente permitidos en Lovetopía!

Voy a citar textualmente su respuesta. Es, según voy descubriendo, muy característica de la forma en que los lovetopianos justifican las políticas más extremas.

- "Probablemente recuerda", comenzó, "que en un principio Lovetopía se encontró con una capacidad de producción alimenticia infinitamente superior a sus necesidades. Sólo las provincias de Valencia, Murcia y Almería producían cerca de un tercio de los alimentos consumidos en España. Nuestros territorios eran los proveedores de una gran cantidad de frutas y hortalizas. Podíamos producir unas cinco veces la cantidad de alimentos necesarios para nuestra propia población. Debido a la crisis política, tuvimos que cesar nuestras exportaciones alimenticias a España. El primer reto fue aminorar drásticamente la producción agrícola. Asimismo, decidimos recuperar prácticas ecológicas tradicionales y acabar con los métodos industriales, más agresivos y contaminantes. Afortunadamente, la nueva política de empleo, que redujo la semana laboral a unas 20 horas, nos ayudó sobremanera. Por un lado, pudimos desviar parte de la mano de obra excedente de la agricultura en los trabajos de construcción de nuestros nuevos sistemas de reciclaje. Por otro lado, muchos ciudadanos, ricos en tiempo libre, optaron por hacer del cuidado de huertas y frutales una actividad de ocio más".

El gobierno de Lovetopía ha facilitado la creación de huertos y frutales en todo el territorio. Estos huertos están auto gestionados por ciudadanos en su tiempo libre. Las semillas provienen de semilleros de barrio. Las cosechas se distribuyen a través de cooperativas de consumo. Esta política incluye la cesión ilimitada de terrenos para el cultivo, incluyendo en muchos casos solares y espacios urbanos. Este apoyo ha permitido incluso la sustitución de árboles ornamentales y jardines por frutales y huertas en el interior de pueblos y ciudades. Durante mis paseos por Valencia, he visto a multitud de ciudadanos recolectando frutas de árboles plantados en sus mismas calles.

- "Además de una simplificación en la elaboración de los alimentos, conseguimos economizar considerablemente en los circuitos de distribución". Mi informador continuó mientras empezó a proyectar un audiovisual que manejaba lanzando golpes al aire con manos y brazos. De vez en cuando, soltaba comandos de voz que me confundían porque los entendía como dirigidos a mí.

- "Aquí aprovechamos todo el conocimiento y experiencia de los empleados de Mercadona. Esta empresa lideraba en el momento de la Independencia la gran distribución alimenticia en España. También construimos nuestro sistema desde la experiencia de los pequeños agricultores que habían apostado por la distribución directa de frutas y hortalizas a domicilio utilizando internet como canal de venta. La aplicación práctica de estos aprendizajes tuvo unas consecuencias de un alcance impresionante. La distancia media que recorre nuestra comida pasó a reducirse en más del 99% por cien, de los miles de kilómetros habituales en su país a escasos kilómetros. En Lovetopía, podemos afirmar que comemos naturaleza en estado puro, no productos industriales bañados de combustible. Por otro lado, como los gerentes de sus supermercados bien saben, un almacén con una oferta de sólo mil artículos es muchísimo más fácil de manejar y más rentable que uno que ofrezca diez mil o más. Que, tengo entendido, es lo que suele ocurrir en su país".

- "Además", añadió el Subsecretario, "sincronizando oferta y demanda a través del uso eficiente de las tecnologías digitales hemos reducido en un 80% el desperdicio de alimentos. Antes de la Independencia, se tiraba más de medio kilo de alimentos (0,565 kg) por persona a la semana. Hoy en día, esta cifra está por debajo de los 100 gramos. Pero es probable que nuestras mayores economías se hayan logrado al dejar de producir muchos alimentos elaborados y envasados. Estos últimos, o bien han sido considerados fuera de la ley por motivos de salud, o bien introducidos en nuestras listas negras".

De pronto, me pareció vislumbrar la imagen de un agujero totalitario con una inmensa rata negra dentro.

- "¿En qué consisten esas listas negras y cómo se obliga a los fabricantes a respetarlas?", pregunté.

- "En realidad, nada les obliga. Puede que usted piense que se trata de mecanismos de persuasión legal. Sin embargo, son absolutamente informales y constituyen el resultado del trabajo de grupos de investigación procedentes de cooperativas de consumo. Estas cooperativas funcionan a partir de las opiniones de los propios ciudadanos. Por lo general, cuando un producto aparece en una lista negra, su demanda desciende bruscamente. La empresa que lo elabora se ve obligada a parar su producción o a venderlo solamente en tiendas especializadas".

- "Pero supongo que estos comités de que me habla no podrán proscribir un producto así por las buenas, sin un fundamento científico o sin autoridad gubernamental".

El Subsecretario sonrió levemente.

- "En Lovetopía", dijo, "descubrirá que muchas cosas se hacen sin autorización del gobierno. Pero estos grupos de trabajo actúan bajo una supervisión científica de la mayor competencia y por completo independiente. Los científicos, en Lovetopía, tienen prohibido aceptar ninguna clase de pago o favores de las empresas privadas a las que ofrezcan algún tipo de consulta o consejo. Y hoy por hoy, aunque esta prohibición no existiese, este comportamiento está tan integrado en la cultura de Lovetopía que tampoco lo harían. Nuestros científicos hablan, por consiguiente, desde la misma posición incorruptible que cualquier otro ciudadano. De esta forma evitamos turbias situaciones como las que tanto abundan en su país. Sus expertos en petróleo funcionan al amparo de las grandes compañías petrolíferas. Sus ingenieros y peritos agrónomos cobran de la industria agrícola. Sus médicos son sutilmente sobornados por la industria farmacéutica, etc."

- "¿Puede ponerme algún ejemplo de qué productos, habituales antes de la Independencia, no se consumen por aparecer en estas listas negras?", pregunté ciertamente irritado.

- "Quizás", me contestó con tranquilidad, "a usted le llame la atención la desaparición de todo tipo de bebidas refrescantes con alto contenido en azúcar, por estar demostrado que el azúcar refinado es el 'tabaco del sistema nervioso'. O la desaparición también de la mayoría de leches y lácteos, magníficamente diseñados por la naturaleza para las terneras pero nefasto para su consumo humano por sus efectos cancerígenos. Por cierto, algo que bien se sabe en Oriente. O la práctica erradicación de las harinas blancas, con la consiguiente sustitución por harinas integrales, muy beneficiosas para el sistema digestivo".

Esto fue demasiado. "Estos son, sin duda", dije, "los científicos que hicieron pedazos la grandiosa herencia industrial con que contaban cuando se produjo la Independencia. Los mismos que destrozaron su maravillosa red de calles y autopistas y redujeron a la nada sus excelentes centros médicos. ¿Contra qué beneficios de la civilización planifican embestir ahora?".

- "No voy a hablar más que de cuestiones relativas a la alimentación", replicó con absoluta calma. "Puedo facilitarle todos los datos que quiera para probarle que los lovetopianos están mejor alimentados y están más sanos que cualquier otra nación de la tierra. ¿Por qué? Porque damos menos importancia al aspecto y a la presentación de los productos que a sus cualidades nutritivas y a su sabor. Porque primamos la dieta y la salud de los ciudadanos y no los beneficios e intereses de las grandes empresas. Nuestros alimentos tampoco están contaminados por herbicidas e insecticidas. Contamos con los efectos beneficiosos de lo que ustedes llaman "malas hierbas" y nos remitimos a controles biológicos en lo que respecta a los insectos. Nuestros métodos de elaboración de alimentos son sanos y evitamos aquellos procesos que puedan disminuir su valor nutritivo. Y algo muy importante, nuestra agricultura ha alcanzado un estado de equilibrio casi perfecto, reciclándose más del 99 por ciento de los desperdicios. En resumen, hemos desintermediado los procesos naturales allí donde la actividad empresarial no añade, sino que resta y resulta contraproducente. Y hemos conseguido un sistema alimenticio que puede funcionar indefinidamente".

El Subsecretario se levantó de un salto y cogió una pequeña tablet de las estanterías. Tras un par de gestos rápidos, empezó a hablar.

- "Le acabo de enviar la aplicación que utiliza todo lovetopiano para gestionar su dieta y sus compras alimenticias. Encontrará amplia información sobre las características de los productos y del comportamiento social de las empresas que los ofrecen. Además, le he compartido en Internet una relación de documentos que profundizan en nuestra conversación", dijo con una sonrisa sincera, de oreja a oreja. "Una vez haya aprendido sobre nuestra dieta y haya digerido la información que le resulte de interés, me gustaría que aceptase mi solicitud de amistad. Le pido, si es tan amable, que me escriba una "dedicatoria" que resuma nuestro encuentro de hoy".

Esta broma, que no acabé de entender y me pilló desprevenido, relajó la tensión y me eché a reír. Me acompañó hasta la puerta y me sorprendió con un abrazo. "Si se le ocurre alguna otra pregunta, no dude en telefonearme", dijo con tono muy amistoso. "Mi información de contacto directo también la encontrará en su tablet".

De regreso en el hotel tras apenas una hora de tren desde Murcia, me tumbé en la cama. Utilizando la tablet, accedí con facilidad a la aplicación que me envió el Subsecretario. En respuesta a la petición de fotografiar un producto, hice una foto a una bolsa de frutos secos que vi junto a la tetera. Para mi sorpresa, me informó de que era un producto con etiqueta verde intenso, dentro de un sistema de cinco colores que oscilaba del verde intenso al rojo sangre, a modo de semáforo. Se presentaba con una ficha nutricional perfecta y sugerencias de recetas bien organizadas. Procedía de una cooperativa de Almería que, según leí, en el último año había creado cinco puestos de trabajo. También ponía que había reducido un 6% el consumo eléctrico y había bajado un 7% el precio medio de sus productos. Y aun así, la descripción de aquella empresa incluía la afirmación de que había financiado los gastos de tres conciertos de música clásica en su pueblo.

Intenté otra vez haciendo una foto a la nueva cesta de frutas que habían dejado sobre la cama. De nuevo, un producto verde intenso con su ficha nutricional y sus recetas, con especial énfasis en zumos y batidos. Pude observar que provenía de una pequeña empresa local situada a escasos 800 metros del hotel. Aunque no hacía referencia a creación de empleo, ofrecía un servicio de guardería a sus 7 empleadas. También había ampliado su oferta con agricultores locales de la periferia, reduciendo el trayecto de suministro de 34 km a 14 km, con la consiguiente contribución a la economía local y un importante ahorro energético. El precio medio de sus productos había disminuido sólo un 1,5% y sin embargo, su beneficio dinerario se mantenía.

Sentí una curiosidad adictiva con aquella aplicación. Probé con una de las prendas que compré el día anterior. Funcionó. Además de información sobre la camiseta en cuestión, con curiosos consejos sobre cómo lavarla, vi que el semáforo marcaba un color naranja. La prenda procedía de una empresa de Alcoy (Alicante). Dos toques rápidos y la pantalla de la pared empezó a reproducir un vídeo. Era una entrevista del gerente de la empresa, comentando el deterioro del "balance del bien común" que había provocado un aumento de los precios. Puso mucho énfasis en la redefinición de la cadena de suministro que estaban realizando con mayor involucración de los proveedores locales. Afirmaba que en un par de meses le darían la vuelta a la situación. En conjunto, me pareció un plan creíble y sentí la satisfacción por contribuir a los esfuerzos de aquel hombre con mi compra.

A continuación, me puse a leer la información recibida. Uno de los documentos contenía un estudio sobre las relaciones existentes entre las aguas residuales, las necesidades de fertilizantes minerales, los niveles y desagües de las aguas subterráneas, el estiércol de las granjas y las diversas enfermedades del organismo. Otro, cuyo tono moralista me pareció especialmente deprimente, recordaba las costumbres alimenticias de antes de la Independencia y los riesgos para la salud que representaban. Sin el más mínimo sentido del humor, venía a decir que las bebidas gaseosas constituían un complot contra la especie humana. ¡Por lo visto, los fabricantes americanos deberían haber sido responsabilizados penalmente de unos 10 mil millones de caries dentales en un período de 30 años! ¡Sin contar las referencias explícitas a los efectos múltiples sobre corazón y riñones que derivan en obesidad y riesgos cardiovasculares!

En Lovetopía aprecio una tendencia frecuente a atribuir implacablemente toda la responsabilidad a los fabricantes, dejando al margen a los consumidores de los productos.

- "Quien se gana la vida haciendo sillas conoce mucho más sobre el universo de las sillas que un simple ciudadano que compra una silla cada diez años, ¿no cree?", comentaron cuando objeté ante este tipo de afirmaciones. "Es lógico que la responsabilidad esté en el profesional o en la empresa. Y no que recaiga sobre el consumidor".

--

(Sábado, 7 de mayo) Me siento fatal por haber perdido los nervios durante la entrevista. Los lovetopianos aparentan estar preparados para argumentar cualquier decisión. Manejan datos, estadísticas o costes con una soltura que sólo es entendible en manos de expertos y en conversaciones entre especialistas. Y no todos lo son. Por un lado, sus comentarios me llegan como fanfarronadas prepotentes. Pero sin embargo, por otro lado los encuentro de un coherente que me siento fuera de juego. Mucho me temo que ando despistado con todo esto ¿En verdad serán ciudadanos tan bien informados como pretender ser?

El concepto de "equilibrio" puede parecer inofensivo a simple vista. Pero tiene unas implicaciones que, cuando se aprecian, afectan en profundidad tanto al plano personal como al plano social. Los zapatos tienen que tener suelas biodegradables. Los míos las tienen. Han reavivado la innovación sobre el calzado a un nivel sorprendente en Elche (Alicante), donde un grupo de nuevas empresas han recogido el testigo de aquellas que desaparecieron durante la globalización previa a la secesión. Se han inventado en Villareal (Castellón) nuevos tipos de cristal y cerámica susceptibles de descomponerse en arena al romperse. El aluminio y otros metales no férreos hace tiempo que han sido abandonados, salvo en raras ocasiones en que no sirve ningún otro material. Sólo el hierro, que se corroe con el tiempo, es considerado por los lovetopianos como un metal "natural".

Por cierto, me confunde tanto como me sorprende que hayan reflotado con éxito las antiguas siderurgias de Sagunto (Valencia) y Málaga.

Las hebillas de los cinturones son de hueso o de madera muy dura. Las cacerolas no tienen revestimiento plástico para evitar que se peguen los alimentos y suelen ser de hierro. Prácticamente no se utilizan los plásticos, material que no se descompone.

Da la impresión de que la gente acumula el menor número de objetos posibles.

En lo que se refiere a libros, me han dicho que todo lovetopiano dispone desde los 7 años de una tablet electrónica que les entrega su Gobierno. Si es cierto, no me extrañaría que lean bastante más que los españoles y estén tan puestos en temas tan dispares.

Hay, por supuesto, aspectos que han escapado de la regla del equilibrio. Los neumáticos de los vehículos son de caucho. Hay construcción de cemento. Y seguro que hay más ejemplos. Pero el resultado, en conjunto, es sorprendente y resulta obvio que disfrutan sobremanera llevando la regla cada vez más lejos.

Me equivoqué al pensar que se necesitaban más camiones de basura. Los lovetopianos, en realidad, generan muy poco de lo que nosotros llamaríamos "basura". Es decir, aquellos materiales que tienen que ser depositados en algún vertedero y desecharse por siempre. Pero lo que sí necesitan es una mayor cantidad de camiones para recoger el material de los cubos de reciclaje. En el documento dice que son camiones eléctricos. Tendré que realizar comprobaciones para entender qué tipo de vehículos industriales utilizan y cómo los utilizan. Siento que han prohibido los coches, pero veo coches. Siento que han abandonado la tecnología, pero veo mucha tecnología. Veo que se gritan y se tocan entre ellos, pero sienten mucho respeto hacia el otro. ¿Me estoy volviendo loco?

Esta gente da rienda suelta a sus emociones y a sus sentimientos de una forma tan peculiar que no sé qué pensar. Pero ahora me doy cuenta de que no siento miedo como al principio.

Ayer por la noche, después de cenar, me encontraba sentado en mi habitación del hotel jugando con la tablet cuando oí unos gritos en el pasillo. Me sentía como un niño con su juguete nuevo. Me han dicho que puedo quedarme con la tablet hasta que deje Lovetopía. Igual, quizás, incluso me la pueda llevar a España.

Pues eso. Oí gritos. Un hombre y una mujer se peleaban. Se amenazaban mutuamente con matarse. Al principio, pensé que lo mejor era hacer oídos sordos y esperar a que se callasen. Empezaron a alejarse por el corredor y creí que se marchaban. Quizás que volvían a su habitación. Pero retrocedieron sobre sus pasos, sin parar de gritar. Hasta llegar ante mi puerta. Precisamente, ante mi puerta. Me decidí, casi obligado, a asomar el morro.

¿Y qué es lo que vi? Se trataba del desgraciado desenlace de un asunto amoroso. La mujer, con su bello rostro casi cubierto por los cabellos, lleno de lágrimas, gritaba enfurecida. Estaba ensimismada mientras la emprendía a puntapiés con el tío. Tres o cuatro huéspedes del hotel contemplaban plácidamente la escena. Nadie movió un dedo ni hizo nada por intervenir. Sin embargo, uno de ellos sacó su pequeño teléfono móvil e empezó a grabar la situación. Otro de los presentes incluso sonreía levemente. El tío, rojo de ira, agarró a su compañera por los hombros haciendo ademán de aplastarle la cabeza contra la pared. Sólo alcanzado este extremo, dos de los hombres presentes se decidieron a actuar. ¡Por fin, pensé! Le sujetaron por los hombros con intención de contenerle. Al ver frustrado su intento de reventarle los sesos, el hombre se limitó a escupir en la cara de la mujer. Ella respondió con los insultos y tacos más ofensivos que he oído en toda mi vida. Por supuesto, jamás los repetiría. Ni en privado. Ni mucho menos me atrevo a escribirlos. Pero el hombre no parecía ni humillado ni sorprendido. De hecho, contestó con otros insultos tan atrevidos como los suyos. La escena continuó por lo menos durante quince minutos. Sentí que costaba hasta respirar. Mientras, los espectadores se acumulaban.

No he visto, ni siquiera en Italia, una escena tan teatral y tan dura como ésta. Finalmente, la ira de la pareja decreció. Permanecieron un momento sin fuerzas, mirándose, hasta que se lanzaron uno en los brazos del otro. Llorando e inundándose mutuamente de lágrimas y besos.

Finalmente, se marcharon tambaleándose hacia su habitación. Los presentes se pusieron a comentar animadamente el espectáculo. ¡Cómo podrían hacerlo los espectadores exaltados de un combate de boxeo especialmente reñido! Por lo visto, a nadie le interesaban los motivos. Pero se veía que habían disfrutado al presenciar tal explosión sentimental. ¡Cuánta violencia en tan poco espacio de tiempo y en tan pocos metros cuadrados!

No pude sino preguntar por qué lo habían grabado con el móvil. Casi que esperaba que me dijesen que lo iban a denunciar a la policía. Pero nada de eso. Me sorprendieron totalmente al decirme que a veces resulta necesario entregárselo a los involucrados para que, a posteriori, desgranen la situación de manera asistida. ¡Ni más ni menos que en un taller de crecimiento personal! Aunque no dijeron exactamente "crecimiento personal". Me inquieta mucho su contestación. ¡Dijeron "en un taller de descubrimiento personal"! ¿Están locos estos lovetopianos? ¿O soy yo el loco?

Es evidente que las relaciones interpersonales se conciben aquí de una forma mucho más transigente que en España y que se consideran como normales las manifestaciones de hostilidad más extremas.

A lo mejor ya no soy tan buen viajero como antes. Otro ejemplo.

Puede que los lovetopianos estén muy orgullosos de su cocina "natural mediterránea". Pero a mí, no me gusta lo más mínimo la alimentación sin apenas lácteos y sin azúcar. ¡Con tan poca carne!

Me sorprendo, de pronto, preocupándome sobre qué pasaría si cayera enfermo o me ocurriera un accidente. La medicina ha debido retroceder por lo menos cincuenta años. ¿Me sangrarían como en la Edad Media?

Hasta me encontré pensando la noche pasada, casi con ternura, en los años pasados con Patri y la niña. Tal vez es que estoy empezando a añorar la vida hogareña. Una vida tranquila y ociosa.

¿Por qué será que esta excursión me ha puesto en tal estado de fatiga y confusión? Es una situación emocionante, una oportunidad única que todos mis colegas envidian. Y sin embargo, no consigo sentir tranquilidad.

La niña solían meterse en la cama con nosotros los domingos por la mañana. Jugaba a ser un oso amoroso que trepaba por una montaña. Un oso que se caía una y otra vez con gran alborozo ¡Qué adorable! Después, y una vez que se había ido de la habitación, Patri invariablemente me reprochaba que saliera de viaje de nuevo.

¿Qué hombre puede soportar recibir reproches permanentemente?

Ayer, por ejemplo, fui a la oficina de telecomunicaciones que me han asignado para validar mi identidad con la tablet del hotel. La doncella me ha dicho que puedo quedarme con ella mientras esté en Lovetopía. Al parecer, haber aceptado la solicitud de amistad del Subsecretario ha sido una primera acreditación digital de mi identidad.

También fui para entender cómo organizar los envíos de mis artículos. Como sé que el sistema de correo electrónico directo entre España y Lovetopía fue suprimido tras la Secesión, le pedí al empleado que me atendió que verificase el correcto envío de mi último artículo. Me configuró un gateway que facilita la conexión con Madrid a través de San Francisco (USA). De manera totalmente natural, abrió el archivo con el artículo, empezó a leerlo y soltó una carcajada. Pero lo peor es que empezó a discutir conmigo sobre cómo había contado mi entrevista con el tipo del Ministerio de Alimentación.

- "Oiga", le dije, "este es mi trabajo y ese es el suyo. ¿Quiere comprobar el jodido envío de una puñetera vez?".

Me miró auténticamente herido, como si le acabara de decir que su despacho olía mal.

- "No me había dado cuenta de que tenía tanta prisa", me dijo. "No vemos periodistas españoles por aquí con frecuencia. ¿Sabe usted? Lo que escribe me parece interesante. No era mi intención ser indiscreto".

Es imposible discutir con esta gente.

- "¡Venga, léalo!", dije convencido de que se quedaría cortado y me dejaría en paz.

Pero me dirigió una mirada más calmada y, tras decir "Gracias", se sentó tranquilamente a leer. Tamborileé con los dedos sobre el mostrador durante un rato, pero la concepción lovetopiana del ocio hizo su aparición.

- "No está mal para empezar", dijo mirándome a los ojos cuando terminó de leer.

Y con un simple gesto de dedos, en 2 segundos, verificó la recepción del correo enviado.

- "Me llamo Fernando. Por cierto, fui compañero de colegio de Jordi, el Subsecretario. El retrato que ha hecho de él es muy bueno y la dedicatoria que ha añadido en su perfil resulta graciosa".

Puede que fuera verdad. En cualquier caso, no pude evitar devolverle la sonrisa.

- "Gracias, Fernando", dije, "¡Hasta pronto!".

¡Está claro que el esquema lovetopiano del trabajo, tan mezclado con el juego, hace que los actos más simples se conviertan en algo imposible y tedioso de realizar!

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