04.- VALENCIA, CAPITAL DE LOVETOPÍA

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Valencia, 5 de mayo de 2033. Cuando llegué a la estación del tren, apenas sabía lo que esperar de esta ciudad. Valencia, en una época, se vanagloriaba de haber ocupado un lugar entre las grandes ciudades del mundo. Fue conocida en su tiempo como "la ciudad de los grandes eventos" por haber albergado la America's Cup de vela, el Gran Premio de Europa de Formula I, la visita del Papa y el Open 500 de Tenis.

En la época española, Valencia ejerció una poderosa atracción sobre los turistas. Los españoles de mayor edad aún recordaran sus encantadoras playas y calles, sus puentes espectaculares y su pintoresco jardín urbano en el antiguo cauce del Turia. Sus habitantes eran sofisticados pero relajados. La ciudad atraía a multitud de visitantes que regresaban una y otra vez. ¿Me encontraría con que todavía mantiene su reputación de ciudad moderna y civilizada?

Dejé mi equipaje en consigna y salí a explorar. Recibí el primer sobresalto en el momento de pisar la calle. Un extraño silencio lo impregnaba todo. Esperaba encontrarme con algo parecido a la apasionante animación de nuestras mega ciudades. Escuchar los pitidos de los coches. Ver taxis a toda velocidad. Encontrarme con coágulos de gente empujándose a trompicones en la vorágine de la vida urbana. Disfrutar de esa decoración tan espectacular como son las grandes pantallas de vídeo con publicidad de las multinacionales.

Lo que vi, al recobrarme poco a poco de mi sorpresa, estaba totalmente fuera de las expectativas de cualquier español. La calle Xátiva y la calle Colón, el gran boulevard que atraviesa el corazón de la ciudad para desembocar en ambos extremos en el antiguo cauce del Turia, se ha convertido en un gran paseo con miles de árboles frutales. La calzada, por la que discurren taxis eléctricos, microbuses y algunas furgonetas de reparto, ha quedado reducida a un par de simples veredas. El espacio restante, enorme, lo ocupan caminos de bicicletas, fuentes, esculturas, kioscos y absurdas huertas con diminutas verjas a su alrededor. La quietud es casi siniestra, sólo interrumpida por los chirridos de las bicis y los gritos de los niños. Hasta se escucha, ocasionalmente, el canto de algún pájaro. Aunque reconozco que esto resultará increíble para quienes frecuenten la arteria principal de una gran capital llena de gente.

Hay unos gigantescos pabellones de techo cónico diseminados por doquier. Son kioscos con periódicos, comics y revistas. Pero, sobre todo, ofrecen multitud de zumos de frutas, infusiones exóticas y bocadillos de un extraño pan oscurecido. Estos pabellones también son las paradas del circuito de microbuses. La gente espera allí al resguardo del sol y, es de suponer, también de la lluvia.

Los microbuses son unos armatostes muy cómicos. Funcionan con baterías eléctricas. Su aspecto es parecido al de los antiguos tranvías. No llevan conductor. Son dirigidos y controlados digitalmente. Un radar de proximidad bloquea el vehículo si alguien se cruza. El suelo no está más que a unos centímetros de la calle, como aquellos vehículos adaptados para minusválidos que existían en España. Me dijeron que son así "para que los viajeros, sea cual sea su condición, puedan subir y bajar fácilmente durante los 15 segundos de parada". Los asientos están colocados en fila y miran hacia el exterior. También hay algunos asideros que penden del techo.

Estos microbuses no van a más de 15 kilómetros por hora. Pasan cada cinco minutos y son gratuitos. Pregunté a un viajero por qué no cuestan nada. Me dijo que "los microbuses se pagan, al igual que las calles, por medio de impuestos generales". Añadió, sonriendo, que "llevar un cobrador en cada uno de ellos costaría más que lo que los propios billetes recaudarían". Como muchos de los lovetopianos, tenía cierta tendencia a charlar y me explicó con todo detalle las ventajas económicas de este sistema. Casi me pareció que estaba intentando vendérmelo.

Quizás se juzgue mejor la atmósfera bucólica de la nueva Valencia recordando los cuadros de Joaquín Sorolla. La luz que impregna la ciudad es endemoniadamente deslumbrante. Los colores aparentan vivos e intensos. Incluso el cielo se presenta de un azul perfecto, limpio de las marcas habituales que la aviación comercial deja en nuestras ciudades.

#lovetopía. El nuevo mundo que llevamos en nuestro corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora