Despertar

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Albafica sostuvo a Minos de la cintura, quien se veía a sí mismo en ese espejo siendo sostenido por algo que no se atrevía a describir, una imagen borrosa que le recordaba un murciélago, algo demasiado monstruoso para su mente.

-No soy hermoso, no en mi verdadera forma, pero aun asi, yo prometo protegerte y darte todo cuanto has deseado si te entregas a mi.

El rostro de Minos estaba desencajado, observando esa criatura en el espejo y despues a quien lo sostenía de la cintura, escuchando de nueva cuenta esa música infernal que nunca dejaba de sonar en esos salones, viendo a las parejas girando alrededor suyo, como si solo fueran muñecos sin vida, piezas de una maquinaria de reloj.

-Si me regalas el amor que tan dulcemente me otorgaste en el pasado, cuando tú tenías el poder y yo no era más que un esclavo de tus caprichos.

Minos negó eso, llevando sus manos a las muñecas de Albafica para intentar soltarse, pero no pudo cuando el vampiro de nueva cuenta tomándolo entre sus brazos empezó a bailar con él, su barbilla recargada en el hueco de su hombro y su cuello, sus manos recorriendo su cintura, al mismo tiempo que él intentaba liberarse.

-Eres un monstruo…

Albafica no negó esa acusación, porque era un monstruo que había cometido cientos de actos detestables y eso se podía ver en la forma física que era reflejada en el espejo, a diferencia de sus contrapartes, que no eran vampiros completos, no eran señores vampiros como él, con su hermoso juez en sus brazos.

-Tal vez lo sea, Minos, esto es en lo que me he convertido al perderte.

Minos había planeado esa ofensiva con demasiado esmero, sin escuchar los consejos de Lune, un hombre en el cual podía confiar, que siempre se encontraba en la biblioteca, que tenía una vida sencilla, quien le ayudó a localizar a su enemigo, pero le pide no acercarse a él, pues era peligroso, podía destruirlo como ya lo había hecho en el pasado.

-La primera vez, yo simplemente dejé que mi oscuridad me consumiera, sin ti, no soy nada y espero que me perdones, pero, no creo que pueda dejarte ir.

Podía ver a esa criatura de esa bestial apariencia sosteniendo su cuerpo, una figura de piel blanca, de colmillos afilados, en nada parecida a la belleza que veía cuando le observaba de reojo, la que apenas estaba moviéndose de su sitio, como si fuera una estatua, pero se veía, disfrutaba de tenerlo entre sus brazos.

-No… no me toques.

Susurro angustiado, esforzándose un poco más por liberarse, retorciéndose entre sus brazos, encajando sus uñas en sus muñecas, pero parecía que Albafica no sentía ninguna clase de dolor, aunque sí llamaba la atención de todos aquellos que le rodeaban, quienes comenzaron a detener sus bailes, cuchicheando algunas palabras que no entendía, pero sabía que pensaban estaba actuando de una forma equivocada.

-Lune… Lune…

Pronunció dos veces, recordando las palabras de su fiel amigo, quien le dijo que no debía asistir a esa reunión, que solo estaba actuando como esa criatura lo deseaba, de una forma nada inteligente.

-Basta…

Esta vez fue Albafica quien pronunció sorprendido, horrorizado, porque no le gustaba que llamara a quien pensaba era su rival, quien deseaba el amor de Minos para él, cuando era un humano, creyendo por unos instantes que era el mismo, sin embargo, eso era imposible.

-No pronuncies ese nombre frente a mi.

Minos esta vez se detuvo al escuchar esas palabras, ese odio ciego, ese desprecio que no podía ser real, se dijo, aun en los brazos de esa criatura, quien trató de tranquilizarse, calmando su odio, su enojo al escuchar el nombre de su rival, sin embargo, no pudo hacerlo cuando vio una mordida en el cuello de su amado, la clase de mordida que tiene un omega cuando piensa que ha encontrado a su alfa.

Lágrimas de LunaWhere stories live. Discover now