Llamado.

220 17 19
                                    

A Milo le gustaba tanto destruir Asgard como a Degel, era un acto tan  injusto como necesario, tenían que demostrar su poderío, su fuerza y destreza, hacerle ver a la mesa de los doce lados que no eran presa fácil.

Que no iban a caer sin pelear y que él no se detendría hasta poder destruirlos, cambiar la locura impuesta por esos dementes, las injusticias realizadas contra sus aliados, sus hermanos, sus compañeros.

Su dirigente, el gran maestro que movía sus hilos desde las sombras tenía que verlo también, no podía atacarlos y no tocaría la preciosísima sangre de su último hijo, el que le quedaba con vida.

Degel, a quien apenas pudo salvar y en ese momento se encontraba en compañía de ese chico de cabello azul, con el que bailaba, aunque más bien parecía que le trataba de enseñar las delicadas formas de la danza.

Le recordaba a los viejos tiempos, cuando creía en el amor de Camus, quién a su vez le enseñó las costumbres de la vida en sociedad, a bailar y a leer, el era un simple cazador, nada más, Camus era un noble caído en desgracia, tal vez por eso fue tan fácil para el entregar a sus hijos a esa cosa en el pozo.

Camus, al que amo tanto como en ese momento odiaba, al que de tener una oportunidad le haría sufrir antes de matarlo, de clavar una daga en su corazón congelado, en esa cosa que decía era un cuerpo humano.

******

Camus había recibido con cierta aburrición la información que Lune tenía para él, era obvio que esos dos, esos tres, iban a tratar de salvar a su omega a como fuera lugar, estaban dispuestos a darles a sus hijos, pero no a quien más amaban en ese mundo.

Cómo el amaba a Milo y como le destrozaba entregar a sus pequeños, cada uno tan hermoso como su compañero, pero tenía que darle una buena vida, tenía que darle hermosos regalos, darle todo lo que se merecía, todo lo que no podía darle jamás.

El trato se realizó sin pensarlo, pidió fortuna, pero a cambio tendría que entregar la suya, no supo de qué hablaba esa cosa, hasta que exigió el primer pago, una vida a cambio del oro que le había entregado.

Tenía que darle aquello que más amaba, tenía que darle a su omega, pero en cambio llevó a su heredero, después al segundo, esperando que Milo pudiera perdonarlo, que siguiera amándolo, pero no fue así, él no entendió su sacrificio y a su vez, realizó otra promesa a otro ente, uno de las profundidades.

Lo sabía, porque esas cosas que habían destruido Asgard, que habían devorado a cada uno de sus habitantes, al mismo tiempo que Lune le comunicaba acerca de la reunión secreta que tuvieron.

Dejándole ver qué Kagaho y Valentine podían ser aliados valiosos, podía permitirles quedarse con sus omegas, el hermano y el antiguo señor, a cambio lo único que tendrían que otorgarle era su amistad, la vida de sus hijos.

Cómo él tenía que entregarle a la criatura del pozo al último vástago engendrado de su amado fugitivo, ese que llamaron Degel y al fin había nacido Alfa.

*****

-¿Te ves preocupado?

Degel había insistido en que lo acompañara en la pista de baile, aunque sabía que no era nada hábil danzando, era una de las múltiples actividades que no deseaba aprender, sin embargo, con él como maestro era agradable y demasiado sencillo.

-Parece que ha ocurrido algo que no te gusta, puedo verlo en tu rostro.

Degel asintió, no le gustaba en lo absoluto lo que sucedía justo en ese momento, como sus guardianes atacaban a la población de Asgard, por haber asesinado a Siegfried en Bluegard, una muestra de fuerza, de poder, que pensaba era innecesaria y demasiado cruel.

Lágrimas de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora