Treta.

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Radamanthys al ver la desesperación de ese pequeño suspiro, estaba cansado, desde que despertara esa mañana se sentía demasiado inquieto, como si algo o alguien lo llamara, una sensación desagradable, que le hacía pensar que tal vez, lo mejor era hacerse a un lado. 

Y eso hizo, dejándole la tarea a sus dos aliados, especialmente a Aiacos de tratar con ese niño asustado por quien era su tutor, por ese Hasgard que no conocía, pero se veía era una buena persona. 

Kanon le vio alejarse, sintió su mirada en su cuerpo, pero no dijo nada, solo le dejó marcharse, salir de esa capilla a un jardín interior, donde tomó un asiento en una de las ramas de un árbol bastante frondoso, escondiéndose detrás de las hojas. 

Recordando su afecto por Valentine, cuando aún lo pensaba su amigo y tal vez, de no haberlo obligado a participar en ese ritual, de acercarse lentamente a él, habría pensado en aceptarlo se dijo en silencio. 

Aunque poco después rió un poco, por lo bajo, porque eso era una mentira y de haber recibido esa propuesta le hubiera visto con demasiado desagrado, era como su hermano, para el congeniarlo con una pareja sexual, era imposible. 

Radamanthys empezo a observar el cielo, como este iba cambiando de color con forme pasaba el tiempo, recordando su ultimo cumpleaños en compañia de su abuelo, como le estaba enseñando un abecedario, era de suma importancia que lo memorizaba, porque a su familia tendria el honor de ser los guardianes del libro negro. 

Un libro que no podría leer aún, pero que le enseñaria a hacerlo, ya que estaba próximo a cumplir los quince años, ya era todo un hombre, un alfa, había dicho con orgullo, pero el dia de su cumpleaños número quince, frente a sus ojos comenzó su celo, debilitandolo casi inmediatamente. 

Su abuelo era un hombre colérico que al verle caer, al verle ser derrotado por su celo, al darse cuenta que era un omega, de pronto, sin decir una sola palabra comenzó a golpearlo con su bastón, esa era la primera ocasión que levantaba su mano en su contra para lastimarlo y el no pudo defenderse, no entendía lo que estaba pasando, solo que no dejaban de pegarle, en los brazos, en las piernas, en el estómago, en la cabeza, si no estuviera protegiéndose con sus manos y sus brazos. 

Su abuelo, la única persona en quien podía confiar, trataba de matarlo a golpes, hasta que dos sirvientes llegaron, sin comprender lo que estaba pasando, llamando por ayuda, creyendo que no soportaría más daño, escuchando el paso rápido de Valentine, que era unos dos años mayor que el, quien se puso enfrente del anciano que había sido amable y cariñoso con él hasta que se había dado cuenta que era un omega. 

No entendió las palabras que eran pronunciadas por Valentine, solo que logro que dejaran de golpearlo, aunque ya sangraba de varias heridas y pensaba tener varios huesos rotos, al menos las costillas y una muñeca, no perdio ningun diente, pero si se mordio el labio con sus colmillos que siempre habían sido muy afilados. 

-Abuelo… 

Su abuelo le veía con desprecio, con asco, como si fuera un animal o algo parecido, como si lo hubiera engañado de alguna forma, algo que no comprendía, porque no era su culpa lo que fuera que hubiera pasado, no era su culpa tener un celo, el no sabia que era un omega y estaba tan sorprendido como su tutor. 

-¡No eres más que una yegua de cría! 

Era una palabra que utilizaba para dirigirse a los omegas, porque decía que solo servían para dar a luz y en raras ocasiones lograban realizar esa tarea con éxito, esas pocas veces eran cuando lograban dar a luz a un alfa, por eso, cuando el fuera creciendo le conseguirian varios omegas, asi podrian tener mas alfas, los betas o los omegas no valian de mucho. 

Lágrimas de LunaOnde histórias criam vida. Descubra agora