Primer Pacto

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Esa pregunta sorprendió a Degel, no por su significado ni porque no supiera qué decirle, sino por la facilidad con la cual Kardia la realizó, maravillado con su inocencia, colocando sus lentes de nuevo en su rostro, meditando la mejor manera para compartir su sabiduría.

-No somos homo sapiens si eso es lo que preguntas, pero en el aspecto de que si somos seres pensantes, si lo somos, aunque no venimos del mismo antepasado que ustedes si tenemos sangre humana en nuestras venas.

Era demasiado complicada esa definición y para los hombres de ciencia no existía nada más que los homo sapiens de quienes venían todos los demás, para ellos los vampiros, los licántropos, los profundos o las serpientes no existían, su amor propio siempre les hacía imaginarse como los únicos seres con derecho a existir en ese planeta.

-Nosotros venimos del mar, nacimos en los arrecifes, en las ciénagas, en las profundidades, nosotros somos parientes cercanos de las sirenas, de las nereidas y de las ninfas de las aguas, sin embargo nos diferenciamos con ellas en el aspecto de que al cumplir cierta edad, empezamos a evolucionar para regresar de nuevo al mar, no sin antes procurar el nacimiento de más como nosotros, para que nuestra raza no se pierda en el abismo.

Kardia trago saliva, pensando que Siegfried no era un demente, ni mucho menos, se trataba de un humano en sus cavales, que sabia exactamente que eran ellos, sin embargo, aun asi, Degel no le parecia una mala persona y habia sido gentil desde el dia en que llego a su mansion.

-Y también nos diferenciamos en que al principio nuestra especie estaba formada únicamente por alfas de aspecto masculino, estamos condenados a extinguirnos de no ser por ustedes, los omegas humanos.

Degel espero por la respuesta de Kardia, como cada uno de los suyos había hecho en su momento, sin embargo, el lindo omega de cabello rubio y mirada salvaje, no parecía horrorizado por sus palabras, haciendo que se preguntara si en verdad entendía lo que se le era compartido.

-¿Así que las palabras de Siegfried eran todas ciertas?

Degel negó eso, no eran ciertas, porque si bien no eran homo sapiens, no secuestraban omegas y nunca obligaban a ninguno de ellos a realizar cualquier acto en su contra, sin contar que cualquiera que te confiará su vida, que aceptara dormir a tu lado con los ojos cerrados, debía ser amado, respetado, tratado como el tesoro del que se trataba.

-No en la forma en que las ha dicho, porque en Bluegard no actuamos en contra de los omegas y los pactos están hechos para proteger la paz de esta ciudad.

Obed, que era un sujeto demasiado antiguo, tanto que sus cuerdas bucales ya no funcionaban y sus agallas estaban a punto de abrirse, les llevó un libro, que dejó en las manos de Degel, para después retirarse, no sin antes realizar una reverencia frente a Kardia.

-En este libro podrás comprender la historia de la ciudad escrita por la pluma de Milo, el omega rubio de cabello ensortijado.

Degel señaló su cuadro con un elegante movimiento de su mano, ofreciendo su libro a Kardia para que pudiera leerlo, pero este observó esas viejas hojas, tocando algunas palabras marcadas con tinta sepia, para después suspirar.

-No sé leer, mis padres no pensaron que lo necesitara… ya sabes, soy un omega.

La expresión de Degel fue una de completa incredulidad, tanta que llevó una de sus manos a sus lentes, como si quisiera quitarselos, para después llevarla a la altura de su nariz, empujando sus anteojos un poco más, respirando hondo.

-No pensé que ese fuera el caso, en verdad, no saben cómo respetar a quienes dan vida a sus nuevas generaciones… yo… no lo comprendo.

Degel parecía sincero al pronunciar esas palabras y Kardia sonrió, cruzando sus brazos delante de su pecho, esperando por lo que Degel tuviera que decirle, quién colocando el pescado libro a su costado, se acercó al primero de los cuadros.

Lágrimas de LunaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu