Charla Nocturna.

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Minos no entendía qué estaba pasando, porque de pronto estos hilos eran formados por sus dedos, como si fueran los hilos de una telaraña, diez de ellos, que comenzaban a tomar todo lo que alcanzaban, elevándolo en el aire. 

Estas cosas que apenas podía controlar fueron las que mataron a Apolo, aunque no negaba que les estaba agradecido, así como también estas cosas mataron a varios enfermeros en el Santuario, a una que otra enfermera, por eso, le tenían miedo, no querían morir en sus manos. 

Y hasta ese momento no se sentía culpable por haberles hecho daño, porque ellos deseaban lastimarlo, pero en esta ocasión no deseaba lastimar a nadie, a esos gemelos, a sus aliados, así que, necesitaba controlarlos, hallar una forma de evitar que cortaran a sus amigos. 

-¡Basta ya! 

Gritó, sintiendo que algo más, dentro de cada una de sus células estallaba, destruyendo esa habitación con una energía proyectada por su cuerpo, por los diez hilos, cortando parte de su piel con los restos de cerámica que salieron disparados en todas direcciones. 

-¡Minos! 

Cuando la sangre comenzó a brotar de sus heridas, cuando escuchó los gritos de Aiacos y poco después los de Radamanthys, pudo controlarse un poco, su mirada casi perdida cuando ingresaron a esa habitación, para ver cómo todo estaba destruido, aun la cama a sus espaldas. 

-No quise hacerlo… 

Ahora se sentirian asustados, pensarian que no era más que un monstruo, algo peligroso que debería estar encerrado, como lo veía su familia, quien le odiaba demasiado, le temía, cuando era su hijo, era su único hijo y aun así quisieron mandarlo lejos. 

-No quise… no se que pasa… porque pasa… 

Aiacos observaba el cuarto en silencio, sin saber qué decirle, porque no entendía cómo era que eso paso, porque escucharon un estallido, o varios, como si todo se hubiera destruido en pocos segundos, recordando lo que decian de Minos, que al llegar mato a media docena de enfermeros, tipos grandes que manejaban a las víctimas del asilo, a cuatro enfermeras. 

-No pasa nada, solo compraremos lo que se rompió, limpiaremos aquí un poco y todo estará como nuevo. 

Fueron las palabras de Radamanthys, quien quiso sonreirle un poco a Minos, quien le observó fijamente, llevando sus manos a su boca, tocando uno de sus colmillos, que sin duda, era más que grande que en el pasado, en realidad los cuatro, como si estuvieran hechos para desgarrar carne o algo parecido. 

-Tus dientes… se ven muy afilados. 

Radamanthys llevó un dedo a uno de sus colmillos para tocarlo con este, sintiendo como se cortaba la punta, viendo la sangre que manaba de la herida, tragando un poco de saliva, escuchando el jadeo del cachorro a su lado, quien ingresó en el cuarto, olfateando todo a su alrededor. 

-¿Qué es esa cosa? 

Preguntaron ambos, porque hasta donde sabían no había perros en esa casona, que funcionaba como capilla y orfanato, aunque no estaban tan seguros de que eso fuera un perro, porque se veía mucho más como un lobo. 

-Me lo encontré afuera, es amistoso. 

Minos trato de acercar su mano a la cabeza del perro, pensando que pronto sería atacado por este, pero simplemente dejo que lo acariciara, logrando que sonriera, porque era la primera vez que estaba junto a una mascota, sus padres jamás le dejaban tener nada vivo, decían que lo destruiría, como todo lo que tocaba. 

-Eso parece… 

Aiacos después de darle un buen vistazo a esa habitación se dio cuenta que no había mucho que hacer, ese cuarto estaba arruinado, así que lo mejor era que Minos durmiera con alguno de ellos, no había demasiadas camas en ese sitio. 

Lágrimas de LunaWhere stories live. Discover now