Dolor.

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Siegfried lo único que deseaba antes de su boda era ver a su hermano una última ocasión, explicar sus acciones, hacerle ver que todo lo que hizo fue por su bien, no podía dejarlo cargar con un crimen que sabía no había cometido.

Su lugar de origen era muy pobre, apenas tenían lo suficiente para sobrevivir, para alimentarse, aun sus familias de apellidos maravillosos, de sangre que databa de la época de las grandes historias, de su mitología, parecían unos pordioseros si eran comparados con los abominables dirigentes de Bluegard, las pocas familias de renombre.

Su honor era lo unico que poseain de valor y dejar que su hermano cargara con la culpa de un asesinato, de un crimen como ese, era inimaginable para el, debia hacer algo, tenia que protegerlo como Sigmund siempre lo cuido.

Sigmund se había tardado demasiado y podía ver que su ropaje de bodas no era de su agrado supuso, aunque nunca habían visto sedas tan hermosas, ni pieles tan exquisitas, ni siquiera los bordados, todos ellos con los desagradables motivos de la cultura de los mares, de la raza antigua de Bluegard.

-Hermano…

Apenas pudo pronunciar, cuando Sigmund, con algunas lágrimas en los ojos, las que eran de furia lo abrazo, un movimiento brusco, llevando una mano a su espalda y la otra a su torso, a la altura de su corazón.

-No vas a deshonrar a la familia, no vas a unir tu sangre con la de estas asquerosas criaturas Siegfried…

Siegfried llevó una mano a su pecho para ver como sangre manaba de su herida, sin poder creer lo que había sucedido, comprendiendo perfectamente la razón de los actos de su hermano, al que quiso ver solo, sin guardias, ni custodios, mucho menos Sorrento.

-No seremos ricos, pero al menos somos humanos y aunque has perdido tu honor, tu cordura, no arrastrarás a nuestra familia contigo.

Sigmund lo había pensado mucho en la celda, cuando estaba a punto de morir, la razón por la cual esa desgracia cayó sobre sus cabezas, Siegfried no deseaba desposar al alfa seleccionado por sus padres, por eso mataron a Hilda, el, su hermano, pacto con las aberraciones de Bluegard, se vendio por oro y riquezas, los deshonro a cambio de profanas reliquias de mundos olvidados.

-Y antes de verte casado con esa cosa, con el sacerdote de la Orden Esotérica de Atlantis, prefiero que mueras por mi propia mano.

Eso se hacía cuando un omega buscaba las riquezas de Bluegard, se debía limpiar las impurezas, antes de que dieran crías, antes de profanar su sangre, de propagar la enfermedad del abismo.

-Ya no eres mi hermano.

Pronto escucho el sonido de la puerta, cuando dejaba caer el cuerpo de su hermano que estaba ataviado de ese espantoso traje de bodas, del oro y de las pieles, de los símbolos aborrecibles de Bluegard, de su gente, de sus monstruosas escrituras.

-Siegfried…

Sigmund reconoció al monstruo con el cual su hermano pensaba desposarse y como si de una promesa se tratara, llevó el cuchillo cubierto con la sangre de Siegfried a su propio cuello, con una expresión serena.

-Lo he salvado…

Fueron sus palabras, antes de cortar su propio cuello con un movimiento rápido, desangrándose allí mismo, cayendo de rodillas, para después, simplemente desvanecerse frente a la mirada atormentada y desencajada del Sacerdote de la Orden Esotérica de Atlantis.

-Sorrento…

*****

Habían pasado diez días de lo que consideraba un infierno, diez días a lado de Valentine, quien actuaba como dos personas diferentes, una de ellas era un hombre cruel, celoso, posesivo, la otra un devoto protector pendiente de cada una de sus necesidades y no sabía cual era peor, el que sabía que no le correspondía o el que se esforzaba en negarlo, actuando como si los dos estuvieran enamorados, como si esa fuera una idílica fantasía, un cuento de hadas hecho realidad.

Lágrimas de LunaOnde histórias criam vida. Descubra agora