Rescaté

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Aspros nunca había deseado el poder que en ese momento ostentaba, pero al mismo tiempo, cuando sucedió la trágica muerte de sus padres, Saga y Kanon eran tan solo unos adolescentes, casi unos niños, unos cachorros, Defteros había caído presa de su propia mente, de la bestia que dormía en su cuerpo, el lobo, que siempre estaba hambriento, que buscaba presas, que debía ser controlado.

Y de no suceder esa gran perdida, hubiera seguido a Hasgard por todo el mundo, por mar o tierra, aun entre los mismos túneles de las ciudades profundas, o en los mares embravecidos que protegían Bluegard cuando los enemigos se acercaban a la ciudad.

De hacer lo que deseaba, nunca hubiera permitido que su omega se apartara de sus brazos ni de su cuidado y habría encontrado la forma de seducirle, de hacerle ver cuánto le amaba en realidad, lo hermoso que le encontraba.

Pero eso no había pasado, él había tenido que tomar el liderazgo de la jauría, proteger a los suyos, buscar una cura para Defteros, pero sobretodo, encontrar la forma de proteger a la jauría, para que nadie encontrara la forma de dañar a su pueblo, ni a su sangre, dejando ir a Hasgard, aunque siguiendo su rastro, buscando la forma de velar por su seguridad, por su bienestar.

Visitandolo mucho menos seguido de lo que le gustaba, una o dos veces por año, para verlo cuidar de todos esos niños, sin sospechar que el de cabello azul, el que siempre estaba a su lado era su cachorro, su propia sangre, nacido de su amor y entrega a su omega, quien no le amaba con la intensidad con la que era amado, pero, aún tenía esperanza, aun creia que podria conseguir cultivar ese afecto para el.

Tener una vida como la tuvo su padre, a lado de su omega, al que amaba, de una forma profunda y madura, a quien deseaba, de quien tuvo dos parejas de gemelos, ellos nacieron primero, varias décadas después lo hicieron Saga y Kanon, pero estaba seguro que conforme pasaban los años, su padre, que era un alfa muy apuesto, amaba mucho más a su omega.

Su padre era un lobo, uno de los primeros nacidos, temido en todo el continente, reverenciado, un lobo que amaba a su familia, aunque su omega le había dicho alguna vez, que su esposo al principio no le quiso demasiado, que no estaba conforme con tener que desposarlo, pero con el paso del tiempo, de alguna manera se lo fue ganando, aunque no era el más hermoso de los omegas.

Para Aspros si lo era, su omega era perfecto, aunque este siempre le dijo que eso era debido a que se trataba de quien le dio a luz, que para todos los niños su omega o su madre siempre son los más hermosos.

Sin embargo, él no creía eso, él sabía que su omega era hermoso, porque era amable, porque era educado, porque había logrado que su padre dejara de iniciar batallas sin sentido, aunque su omega tenía una serie de escamas recorriendo una parte de su rostro, de sus brazos y cuerpo, así como padecía de una ligera cojera.

Pero aun así para él era hermoso, siempre sería un omega hermoso ante sus ojos, pero Hasgard lo era mucho más, cabello blanco, ojos verdes, un cuerpo fuerte, musculoso, alto, mucho más que él, pero eso únicamente le hacía mucho más especial, mucho más hermoso que cualquier otro alfa.

Su piel era suave, sus músculos eran cómodos al tacto, su calor, su perfume natural y su corazón, su bondad, eso siempre le había gustado demasiado, especialmente cuando le brindo su ayuda, cuando fue amable con él cuando eran niños, tratándolo como a cualquier otro, sin miedo, ni recentimiento por ser el heredero del alfa de la jauría.

Y en ese momento lo cuidaba, lo sostenía para que no cayera al suelo, dispuesto a defenderlo a él, así como a su pequeño de unos quince años, apenas un niño, que lo sostenía con cuidado, temiendo que lo perdería dentro de poco, cuando apenas lo conocía.

Ilias observaba ese intercambio con demasiado interés, pensando que nunca se había dado cuenta de lo mucho que Aspros amaba a Hasgard, quien trataba de protegerlo de cualquier daño, haciendole sonreir, cuando escucho los sonidos producidos por esas cosas, sus pasos moviéndose en el interior de la jauría, sin duda alguna eran aterradores.

Lágrimas de LunaWhere stories live. Discover now