Sueño.

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Albafica deseaba que Minos despertara de ese extraño sueño, que abriera los ojos y que su cosmos brillara como lo recordaba, con un hermoso poder que le petrificaba cuando era joven, aunque pudiera matarlo con ese cosmos brillante, aunque no pudiera defenderse si deseaba destruirlo, lo que él deseaba como humano, tal vez como vampiro también, era que Minos recuperara el poder que se le fue robado, así, podrían estar la eternidad juntos, por siempre.

El deseaba que Minos tuviera poder, porque así podría estar a su lado porque le deseaba, porque deseaba estar con él, porque lo había elegido a él y no porque no tenía otra opción, porque no podía alejarse de su lado.

-No tengas miedo, solo deja que suceda...

Minos dejó que su poder fuera liberado como si se tratase de un volcán, con cientos de pequeños hilos saliendo disparados en todas direcciones, destruyendo esa habitación, algunos dañando el cuerpo de Albafica, cortando su piel, sin embargo, en ese momento podía resistir aquel golpe de cosmos, no era tan débil como en el pasado.

No sabía si esa destrucción, ese escándalo podía pasar desapercibido o sería considerado alguna clase de ataque o insulto a los habitantes de Bluegard, sin embargo, eso tampoco le importaba en lo más mínimo.

Solo proteger a Minos, dándole poder y fuerza para que pudiera defenderse solo, protegerse a sí mismo, porque no necesitaba de nadie más, solo necesitaba de sí mismo y solamente así, podría protegerlo.

Minos respiraba hondo, sus ojos cerrados, un aura oscura cubriendo su cuerpo con una apariencia difícil de describir, que muchos encontrarían inenarrable, pero Albafica encontraba hermosa, tanto como la primera vez que le vio.

-Minos...

Minos abrió los ojos y por un momento quiso lastimarlo, rodear su cuello con sus hilos, destrozar ese cuerpo debajo del suyo con su cosmos, esperando ver el miedo y el terror en esos hermosos ojos celestes.

-Debería matarte aquí mismo...

Antes de ser traicionado y destruido por quien amaba, por la persona con quien bajaba su guardia, a la que elegía como su compañero, quien le veía con demasiada confianza, tanta que comenzó a sentir lástima por él, pero al mismo tiempo se sentía afortunado.

-Pero no lo haré... no tengo porque lastimarte, cuando tu ya eres mio...

Albafica asintió, él era suyo, el ya le pertenecía a Minos y toda su vida inmortal había tratado de recuperar a su amado, a su señor, a su compañero de las manos de la muerte, de quien recibió un beso, uno profundo, uno que ansiaba con la misma sed que su cuerpo necesitaba de la sangre aquella primera vez.

-Lo soy... yo soy tuyo, yo te pertenezco...

Minos sonrió acariciando las mejillas de Albafica, escuchando el sonido de unos pasos, como se acercaban a esa habitación de prisa y decidió, de forma precipitada, que deseaba irse de allí, escapar de los posibles enemigos que podían intentar destruirlos.

-Debemos irnos...

Y con su cosmos, con su poder que sobrepasaba aquel de los habitantes de Bluegard, como si se tratase de un parpadeo, desaparecieron en una barrera de hilos, marchándose a un lugar que esperaba fuera seguro, donde su sangre había nacido la primera vez, donde los dioses oscuros e innombrables del abismo le encomendaron la tarea de vengarse de aquel oculto en el pozo.

*****

Aiacos no fue ajeno al despertar de esas criaturas que llamaba hermanas, que fueron creados por los mismos seres para destruir a su enemigo ancestral, pero al estar solo, al recordar la vida que fue arrebatada de sus brazos antes de siquiera poder cargarla, no dejaba de escuchar un llanto, el llanto de un bebe desesperado.

Lágrimas de LunaWhere stories live. Discover now