43° Capítulo:

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Me acomodé en el lugar disfrutando de la comodidad del sueño, y luchando contra la idea de tener que cumplir con la responsabilidad, abandonando la cama. Hacía años que no conseguía descansar tan bien; luego del accidente con Anna había tenido pesadillas en donde volvía herirla, en mi adolescencia mis noches eran invadidas por el miedo hacia mi propia magia y en los últimos años, una vez tomado el rol de reina, difícilmente conseguía tener una noche libre de pensamientos. Cada día era una rutina, en donde ni siquiera en mis sueños podía librarme de mis roles y tareas como gobernante de Arendelle. Pero ya no estaba más en Arendelle, y por primera vez en mi vida podía distanciarme de mis tareas.

Sí, había hecho una promesa a Hulda y los demás habitantes del reino de ayudar en los preparativos para la fiesta que planeaban dar en mi nombre, pero eso carecía de importancia en contraposición a la inmensa tranquilidad y comodidad en la que me hallaba envuelta, estando en los brazos de Hans. 

Y entonces abrí mis ojos de par en par

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Y entonces abrí mis ojos de par en par. Nada de eso era un sueño, los latidos que rebotaban bajo su pecho y el tibio abrigo que representaba su abrazo eran nada más y nada menos que reales. Pocas veces en mi vida me había encontrado en situaciones donde el rubor se encendiera con furor en mis mejillas, pero en los últimos meses estas me habían traicionado, encendiéndose en color y temperatura, un centenar de veces. Así y todo, podría asegurar que ninguna de las anteriores era como esta. Realmente habíamos compartido una noche de sueño juntos. 

Tenía que admitir que la visión de Hans durmiendo era sumamente encantadora, la tentación de volver a recostarme a su lado y quedarme allí durante el resto el día era inmensa. Pero esa pequeña parte de mi conciencia me indicaba que sería sumamente inapropiado, siendo que no había nada formalizado entre ambos. Y ya no había nada que justificara mi presencia allí, nos habíamos hecho compañía con tal de que ambos pudiéramos descansar, cosa que había funcionado más que bien, pero eso ya no me excusaba para cuando el sol había asomado por sobre el horizonte. 

A duras penas abandoné mi lugar, procurando no despertar a Hans a sabiendas de lo que necesitaba y merecía de aquel descanso. Y me dirigí hacia fuera del dormitorio tratando de ser lo más silenciosa posible, tarea que casi arruino por completo con el susto que me asaltó cuando, al atravesar la puerta, me encontré con el rostro lleno de escrutinio de Bergljot... Oh bien, cómo podía explicar aquello... 


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El tratar, más temprano, de explicar a Bergljot la razón de mi presencia en la habitación de Hans había sido totalmente en vano. Aunque para nosotros pudiera ser una razón lógica la que nos había guiado hacia nuestras acciones, no significaba que tuviera que ser muy comprensible para otros. Así y todo me encontré con la sorpresa de que ella no juzgaba en lo más mínimo mis acciones, lo cual era desconcertante pero también extremadamente grato. Cualquiera en Arendelle, o cualquier otro reino, castigaría aquel inofensivo actuar con palabrerías, invenciones y prejuzgamientos; pero, por suerte, con Bergljot aquello era diferente. En cuanto comencé a dar mis explicaciones, sin que ella pidiera alguna, entre tartamudeos y enrojecimientos ella comenzó a reír, lo que había logrado liberar todas mis repentinas tensiones.

Frozen & BurnedWhere stories live. Discover now