19° Capítulo:

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Mucho, aunque sea sutilmente, ha cambiado en estos días, en varios y simultáneos sentidos. Ya ha pasado más de una semana desde que me permití demostrar mi fragilidad a quienes, hace ya varios años, busqué eliminar. No dejaba de asombrarme, cada nuevo día, que ellos no eran personas de guardar rencores. Claro estaba, porque podía sentirlo, que todavía no confiaban del todo en mí y me mantenían un ojo encima a todo momento. Pero incluso eso era más de lo que podía pedir con el tan sólo hecho de haberme abierto a ellos, hablándoles con sinceridad, desde el corazón y disculpándome.

La relación con Anna y Kristoff era totalmente diferente a lo que había sido antes de ese día, no podía decir que amistad pero era más que reconfortante el poder tener conversaciones con ambos, sin que la incomodidad y el pasado se interpusieran. Desde ese momento pasábamos más tiempo juntos, ellos, Elsa y yo; nos acompañaban esporádicamente a La Biblioteca o se unían a nuestras prácticas. Y con Elsa, nuestra relación se podría decir que era más... ¿estrecha? Cercana.

Y con respecto a cómo esa confesión me afectó en lo personal, eso sí que era interesante. Parecía que el tan sólo hecho de hablar de mis experiencias había hecho un especie de clic, logrando establecer una mucho mejor relación con mis poderes... y eso significa pasar de un lastimero intento de fuego a una consistente llama, que apenas tendría la fuerza de, luego de un largo rato, calentar un té a una temperatura decente. Pero no podía quejarme, avance era avance al fin y al cabo.


-¡Hans! –La voz de Elsa me sacó inmediatamente de mi ensimismamiento- Te estuve llamando varias veces ¿dónde tenías la cabeza?

-Ehhh... ¿estaba tomando un descanso?

-Que empieces a, tratar de, practicar sólo no significa que te quedes divagando la mitad del tiempo –continuó, agregando una corta risa- Sabes, si necesitas mi ayuda puedes llamarme y dejaré el arco, eso no es un problema para mí.

-Y tú sabes que si quieres pasar más rato conm... -con el ceño fruncido, pero también aguantándose las ganas de reírse, colocó su dedo índice sobre mi boca, acallándome.

-Por lo menos inténtalo con una nueva frase, Hans. Escuchar lo mismo dos veces es aburrido.

-Supongo que, en nuestra siguiente visita a La Biblioteca, tendré que aprovechar para buscar algún libro que quizás me sirva de ayuda, que me... -continué, agregando un tonto gesto con la mano- inspire. Ahora en serio, estoy bien, Elsa, sólo tomaba un descanso. Sigue con lo tuyo, que ya enseguida retomo mi entrenamiento.

-Bien –contestó, volviendo a acercarse a la sección de las dianas- pero no olvides que tengo un ojo encima de ti todo el tiempo.

-Mientras que sean tus ojos y no una flecha, no creo que tenga algún problema con eso.


Negando con la cabeza, pero nuevamente riendo, retomó su práctica con el arco. Sólo que ésta vez ella probaba algo nuevo, alentada por su hermana. Observé como Anna retiraba el carcaj de la espalda de su hermana, para dejarlo depositado sobre un banco. Entonces Elsa se concentró y con su magia creó unas maravillosas flechas transparentes, seguido a esto tomó su arco y trató, en vano, de usar estas flechas que había creado. Daba la sensación de que eran demasiado pesadas para cumplir su función.

-Oh, Elsa, sé que puedes hacerlo mejor que eso –dijo Anna, riéndose socarronamente.

-¡Fue mi primer intento! –contestó la otra, riéndose- no me molestes –y luego, con asombrosa rapidez, creó una bola de nieve que tiró hacia Anna. Con gran certeza, consiguió lograr que ésta aterrizara en medio de su rostro, dejándola estupefacta.

Frozen & BurnedWhere stories live. Discover now