62° Capítulo:

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Si dependiera única y exclusivamente de mi cuerpo, hace rato que me hubiera frenado y tirado en la nieve a recuperar el aliento. Pero, por suerte, tenía una mente mucho más fuerte a mi enclenque cuerpo. Cada vez que trastabillaba, pensaba en aquellos que estaban luchando donde les dejé, y eso renovaba mi ímpetu.

No pararía de correr hasta que llegara al castillo, e incluso allí dentro, seguramente, siguiera corriendo. No era el momento de dejarme ganar por la nueva ineficiencia de mi físico, no cuando había tanto en juego... cuando había tantas vidas en juego...


Ni bien había puesto un pie fuera del Interceptor, me dispuse a correr lo más rápido que me era posible. Mientras que Hans se había dedicado a cubrirme las espaldas hasta alcanzar una distancia considerable. El deber de todos era de pelear, el mío era el de ir a liberar a Birger y Bergljot.

Hans me había comentado lo que había presenciado, y la actitud que había tomado Birger al oírle, pero así y todo aún mantenía la esperanza. Una ilusa esperanza de que mi más reciente amiga no hubiera desaparecido realmente, sino que quizás hubiera sido encerrada...

Esto era totalmente incierto, inclusive la posibilidad de que Birger siguiera con vida era incierta. No podíamos saber qué había ocurrido con él luego de habernos ayudado a huir, pero con suerte Hulda aún no habría decidido sacárselo de en medio.

Mientras presenciaba el castillo, a una no tan lejana distancia, pensaba en todos aquellos a quienes había abandonado en el enfrentamiento. Ya habíamos hablado del tema con antelación, pero eso no hacía la situación más fácil. Con Hans habíamos tomado la decisión estando aún en la cubierta del barco, de que en mi estado ya era demasiado pedir que corriera aquella distancia, sin ninguna oportunidad de descanso.

Por el momento, era la única tarea de la que me podía encargar. Y esto no era sólo para tratar de salvar a nuestros aliados, sino también para tratar de confirmar mi teoría. Si había alguien que pudiese contarme más de Hulda, ese era Birger, y estaba segura de que cualquier tipo de información que pudiera darme sería de gran ayuda. Tenía que asegurarme que aquella era la verdadera manera de deshacernos de ella, y si no lo era, necesitaría escuchar de su propia boca cómo podría derrotarla.


Inclusive desde las inmediaciones del castillo lograba escuchar el sincronizado sonido de las espadas chocando entre sí. Lo que me hacía rememorar el cómo Hans se había abalanzado contra Hulda con el fin de distraerla de mí, buscando evitar que me persiguiera u atacara directamente.

Sacudí la batalla de mi mente una vez que hube accedido al desolado castillo, era así como lo recordaba del momento en que lo había construido. Silencioso y dando la ilusión de que el tiempo no transcurría, pero sí lo hacía. Así que, retomando mi paso rápido, busqué aquella pequeña puerta con la que en su momento había soñado. Si lo había visto tenía que ser por algo, y era el único lugar donde se nos ocurría que podría estar realmente un calabozo.

Cuando finalmente llegué a la habitación, suspiré aliviada de ver en persona aquella puerta. Y, al abrirla, del otro me encontré con esas mismas estrechas escaleras. Si bien mi paso había sido rápido hasta entonces, ahora tendría que moverme más lentamente. El pasar por entre ambas paredes, tan pegadas una de la otra, y bajar aquellos desproporcionados escalones sin ningún tipo de iluminación, generaban una situación digna en la cual ir con mayor precaución.

Entonces, cuando finalmente terminé de bajar por esa interminable escalera, me encontré con la puerta al calabozo. En parte me sorprendía como todo era tan igual, casi me hacía pensar que, cuando abriera la siguiente puerta, me encontraría otra vez en las celdas de Arendelle. Pero esta era la realidad, no aquel sueño, y al abrir la puerta efectivamente me encontré con Birger. Nuevamente nuestras especulaciones, y por suerte, se hacían realidad.

Frozen & BurnedWhere stories live. Discover now