48° Capítulo:

263 29 42
                                    

Para cuando el baile dio su fin y cada uno volvió a sus dormitorios, estuvimos muy cerca de presenciar un nuevo amanecer. A pesar de tener tantas similitudes con cualquier festejo que se podría haber dado en mi antiguo hogar, eso ciertamente era lo que lo diferenciaba de cualquier otro baile al que hubiera sido invitado. Nunca antes me había visto yendo a descansar tan tarde a causa de un festejo, era extraño pero un toque refrescante a lo que solía experimentar.

Por eso mismo, cuando por fin salí de mi cama, estaba seguro de que casi sería la hora del almuerzo. Aunque me avergonzara un poco el admitirlo, me había despertado con una sonrisa imposible de quitar. Ese beso con Elsa aliviaba, o más bien hacía desaparecer, cualquier pena que hubiera sufrido en el último tiempo. Por lo menos momentáneamente.

Luego de compartir ese momento íntimo, el frío había terminado por hacerme temblar un poco, a pesar del calor de la situación. Por lo que habíamos vuelto a la sala de baile a compartir el resto de los bailes, nos habíamos encontrado tan ensimismados que nadie se había atrevido a interrumpir nuestros bailes para pedirle una pieza a Elsa o a mí. Lo cual había agradecido sobremanera, si me hubiera visto en la obligación de compartir una pieza de baile con alguien más, probablemente habría sido la peor compañía. Y esto lo digo porque, más que seguro, no habría podido apartar la mirada de Elsa hasta que nos volviéramos a encontrar.

Con la noche anterior aún en mente, me vestí y arreglé para hacer presencia fuera del dormitorio. Mi idea era encontrarme con Elsa y charlar, ansiaba más que necesitaba el esclarecer cuál era nuestra situación a partir de ahora. Mas no sabía lo complicado que iba a volverse el poder encontrarme con ella.


Ni bien hube abandonado la habitación noté una gran diferencia con respecto a cualquier otro día, todo era absoluto silencio y ninguna de las criaturas podía ser vista en los pasillos. Supongo que fácilmente se podría descartar como algo normal, teniendo en cuenta hasta las altas horas de la noche que nos habíamos visto ajenos al descanso. Por lo que, intuía, todos se encontrarían descansando. Sólo rogaba que, aparte de que Elsa se encontrara despierta, aquellos quienes preparaban nuestras comidas se hallaran despiertos al igual que yo. El estómago me rugía como nunca antes, ansiaba probar bocado de lo que fuera que sirvieran. Pero las esperanzas de aquello desaparecieron rápidamente al notar la ausencia de los típicos olores de la cocina.

Aun así, me dirigí hacia la sala comedor, estaba casi seguro de que me encontraría con Bergljot allí. Ella era la única que podría asegurar que se encontraría despierta a pesar del cansancio, faltar a sus deberes parecía ser su peor pesadilla así que sería seguro decir que no seguiría durmiendo. Mientras dirigía mis pasos hacia allí, noté que el frío calaba con más intensidad en mis huesos. Solo esperaba que las auroras boreales de anoche no pronosticaran una tormenta de nieve para este día, sin embargo, la terriblemente baja temperatura parecía indicar que así sería. 

De por sí me resultaba en extremo desconcertante no cruzarme con ni una sola alma en el camino, a pesar de mi anterior conclusión. Pero el encontrarme con la sala comedor, también, totalmente desprovista de cualquier otra presencia fue aún más extraño. Todo me daba una extraña y terrible sensación, casi parecía como si el castillo se encontrara repentinamente abandonado. Realmente se sentía como si nadie hubiera habitado allí desde que Elsa lo hubiera abandonado hace tantos años. Pero entonces un sonido proveniente de otro de los pasillos me tranquilizó, solamente estaba exagerando.

Alguien más dirigía su camino hacia esta misma sala, y tardó un momento más en hacer presencia. Atravesando las puertas, me encontré con la mirada entre preocupada y ansiosa de Hulda.


-Buenos días -dije, con ningún ánimo de tener una conversación cordial- ¿Sucede algo?

Frozen & BurnedWhere stories live. Discover now