57° Capítulo:

202 23 22
                                    

Luego de la larga charla con Anna, habíamos terminado por encontrarnos con Kristoff para, finalmente, compartir la cena juntos. El único que se había ausentado era Hans, pero podía imaginarme que se debía a su notorio cansancio. Por eso mismo decidí no mandar a nadie a despertarle, luego de tantas emociones merecía descansar todo lo que le fuera posible.

Así había terminado por volver, nuevamente, sola a mi dormitorio. Pero el dormir era el último pensamiento o dese que se cruzaba por mi mente. Si bien se debía a haberme encontrado inconsciente, sentía que ya había descansado más que suficiente. Habiendo decidido esto, y teniendo en cuenta que no quería molestar ni irrumpir el descanso de ningún otro, me encontraba sin saber de qué manera entretenerme.

Había saludado a los guardias que aún resguardaban la entrada a mis aposentos, para luego acceder a este y buscar con la mirada qué era lo que más me llamaba la atención. Algunos de los libros que habíamos leído antes de marcharnos de Arendelle aún se encontraban encima de una de las mesas, pero ya los había leído de principio a fin sin encontrar nada interesante. No servirían exactamente de distracción.

Luego de sopesar otras varias opciones, y rechazarlas todas, caí sentada frente a una de las ventanas. Me dedicaría a observar el cielo estrellado, que por lo que me habían comentado era la primera vez en días que se hallaba tan descubierto. Más esto no me entretuvo apenas minutos, ni bien me hube aburrido, me hallé dejando caer la mirada sobre un florero.

Justo al lado del banco, en que me hallaba sentada, tenía otra pequeña mesa. Ahí descansaba un florero que no solía formar parte de la decoración de mi habitación, probablemente lo habrían colocado con la esperanza de dar un cierto consuelo a mi anterior disposición. Las flores eran realmente hermosas, se trataban de unas sencillas, pero bien mantenidas, margaritas. Lo que era realmente curioso de estas es que no se las solían encontrar fuera de la primavera, sin embargo, allí se hallaba un bonito arreglo de estas.

Tomé un par de estas entre mis manos, me era curioso el rápido significado que les podía dar, más allá de que usualmente se las conociera por la belleza. Siendo unas flores que habían brotado en una época que no les correspondía, sobreviviendo en tan buen estado contra todo pronóstico era, por lo menos, alentador. 


Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Así entretuve mi mente por un momento más, hasta que, inevitablemente, mi mente pasó desde la curiosidad, hasta el aburrimiento y finalmente al deseo de dormitar, aunque fuera unas pocas horas. Sin embargo, siendo consciente a cada momento del frío que hacía tiritar cada centímetro de mis huesos, me dejé estar allí sentada por unos minutos más. En donde adelanté el inevitable desenlace a ese par de margaritas, arrancando los pétalos uno a uno a pesar de sentir cada una de mis extremidades ligeramente entumecida.

La tan extraña, y renovada molestia que causaba, sensación de frío me había permitido otro corto momento más de lucidez. Considerando la idea de retomar aquel entrenamiento con armas que ahora se sentía tan lejano, como método para mantenerme en calor y para asegurarme de por lo menos disponer de alguna herramienta con la cual defenderme. Hasta que, por fin, el sueño me ganó antes de siquiera deshacer mi camino hasta la cama.

Frozen & BurnedWhere stories live. Discover now