⇢Capítulo 23.

281 51 82
                                    

⇢Sin editar, lo siento si se me pasó algo.

Sus manos recorrieron su cabello por última vez antes de tomar las llaves y salir. Estaba nervioso, mordía sus labios con fuerza y su respiración se cortaba entre cada paso que daba a la puerta, además de un leve dolor en su estómago lo llevaba a detener sus pasos para respirar profundo.

—Liam, voy a salir unas horas. —dice evitando el contacto visual.

—Está bien. Antes de que te vayas, Michael tuvo unas complicaciones en las entregas, te llamó pero tú teléfono está apagado.

—¿Qué ocurrió? —la preocupación se refleja en su voz, olvidándose por completo de lo que estaba haciendo. —¿Está bien?

Liam asintió tomando las tazas de la mesa de servicio, acomodandolas en la bandeja.

—Probablemente estará aquí antes que tú. Ve tranquilo.

El rubio asintió, su teléfono pesó en el bolsillo de su chaqueta mientras caminaba a la salida, ajustó su bufanda y tomó una bocanada de aire antes de seguir su camino a la parada de autobuses.

Hace tiempo no usaba el transporte público solo, salía solo lo necesario y con Michael alrededor siempre tenía compañía para hacer trámites importantes o compras de emergencia. Pero en ese momento no podía ir con él. Así que el camino se hizo algo eterno sin su incesante conversación, a la que ponía total atención.

Finalmente llegó a su destino, un restaurante caro en aquel barrio que jamás había visitado solo, donde los recuerdos no son buenos, pero ya no le hacen daño como solían antes de conocer unos ojos verdes.

Las puertas se abrieron cuando entró, una bonita y alegre muchacha lo recibió, dio el nombre de la persona que lo invitó y ella le dijo que estaba esperándolo hace mucho tiempo, pero no sintió culpa. Solo asco. Así que la siguió entre las mesas, personas almorzando entre ropa lujosa, joyas y negocios, mientras intentaba no marearse, llegaron a la terraza. El viento golpeó su rostro, su estómago dolió un poco al verlo.

—Gracias. —murmuró hacia la chica, quien solo sonrió y se fue.

Al parecer no había notado su presencia, su mirada estaba perdida en lo que había debajo de aquella barandilla de metal. Miró sus botas cafés algo sucias y quiso reír porque recuerda como Michael tropezó con ellas una vez que las dejó en el pasillo.

Y ahí estaba, nuevamente en sus pensamientos, pero era agradable pensar en él. Así que decidió caminar hasta aquel hombre que rompió su corazón, al hombre que lo lastimó y por el que casi pierde lo que más ama hacer. Sus pasos, por fin, firmes y su mirada fría se encontró con eso ojos cafés sin expresión que lo miraron sorprendidos.

—No pensé que vendrías.

—Solo vine a decirte una cosa.

David lo miró, un escaneo completo para finalizar en sus ojos. Azules, fríos, algo aburridos y furiosos.

—¿Quieres tomar o comer algo? —ofreció ignorando el tono que usó el rubio. —Te extrañé.

Una sonrisa amarga cruzó el rostro de Luke. Y sus ojos parecieron lanzarle balas.

—Déjame en paz. —dijo finalmente apretando sus puños dentro de sus bolsillos. —No quiero que vuelvas por mi, no quiero que luches por recuperarme. No te quiero en mi vida, David.

—Luke, prometí que volvería por ti, ¿lo recuerdas? Siéntate, por favor, conversemos. —el castaño sonaba algo desesperado.

—Te hablo en serio. —su mandíbula se tensó. —Ya arruinaste mi vida una vez y no permitiré que lo hagas de nuevo. No quiero tus flores, tampoco cartas y si das un paso cerca del café te vas a arrepentir. Ya no estoy solo.

⇢Café Pendiente ☓Muke Clemmings☓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora