⇢Capítulo 44.

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No estaba seguro de cuánto tiempo más podía seguir viviendo así, sintiendo asco y pena por él mismo, queriéndose arrancar la piel cada vez que toma un baño, asqueado de su reflejo.

Soltó un sollozo contra su mano cuando David, por fin, lo soltó y lo dejó caer a su lado, ni siquiera se atrevió a mirarlo y cuando este se dio la vuelta para abrazarlo, las náuseas aumentaron al sentir como su piel aún húmeda se pegaba a la suya, no soportaba el olor a su perfume así como no soportaba sus manos ásperas recorriendo su piel lastimada.

Llevaba meses viviendo esa pesadilla y se arrepiente tanto de haber tomado el teléfono en aquel momento de desesperación. Aquel día en el que se condenó a ser infeliz.

Dejó las lágrimas caer contra la almohada cuando recordó aquel día.

Michael estaba tarareando una canción en la cocina, él se encontraba en la sala, revisando las cartas y citaciones de los abogados de su padre, sacando cuentas y pesando en alguna solución a su problema, pero no había solución.

Hasta que días después, cuando estaba resignado a perder su cafetería, llegó el mensaje de David diciéndole que podía ayudarlo, sus intenciones eran buenas en el mensaje, no notaba nada extraño hasta que se reunió con él en uno de los restaurantes a los que solía llevarlo, le ofreció dinero a cambio de volver con él. Una gran suma con la que cubriría toda la deuda. Pero debía dejar a Michael.

Y estaba tan asustado por perder lo que construyó con tantos años de esfuerzo, que su mente se nubló, pensaba en lo decepcionada que estaría su madre, entonces le rompió el corazón al hombre que amaba y que sigue amando.

Así que le pidió tiempo a David para terminar con Michael, pero no pudo y actuó como un idiota, sabía que si volvía a encerrarse en si mismo, él se iría. No le dio explicaciones y se las merecía, tampoco alcanzó a decirle que lo sentía, aunque las palabras no eran suficientes, debía decirle que nada era su culpa, lo dejó ir sintiéndose culpable. Y eso es lo que más le duele.

Aún lo recuerda hablando sin parar mientras él intenta una receta nueva, mientras cocina algo para ambos, cuando está en su oficina, las discusiones sin sentido con Liam, Calum y Annie, la forma en que su rostro se iluminaba cada vez que ganaba una de esas discusiones. Su rostro adormilado en las mañanas y el cansancio en sus ojos cuando iban a dormir.

Lo extrañaba tanto.

Se levantó con cuidado cuando sintió la respiración pesada de David.

El agua caliente lo recibió esperando poder desechar cualquier rastro de él, pero no era suficiente, su piel ardía cada vez que pasaba la esponja con fuerza por todo su cuerpo y aun así sentía asco de él mismo.

—Ashton —susurró cerrando la puerta de la antigua habitación de Michael detrás de él, todo estaba igual desde que se fue. No sé atrevía a mover nada.

—¿Luke, estás bien?

Se sintió culpable por haber despertado a Ashton, pero era el único momento en el que podían hablar con tranquilidad.

—Si —susurró apretando con fuerzas la tela de la cortina, pequeñas gotas de lluvia comenzaban a caer—. Te llamaba para eso, para decirte que estoy bien y no tienes que preocuparte por mi.

—Siempre me voy a preocupar por ti, Luke. Y estoy buscando la forma de ayudarte.

Una sonrisa triste apareció en sus labios.

—Déjalo, Ashton, no hay una solución a esto y ya lo acepté —se maldijo mentalmente cuando su voz se quebró al final, fingió tos y habló—. Y quería preguntar como- ¿cómo está él?

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