⇢Extra #2

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Caminaba de un lado a otro, estaba nervioso y no podía poner un pie afuera de la habitación porque Calum le iba a gritar, así que esperó pacientemente a su amigo, quien debía llegar en cualquier momento con su traje.

Miró una vez más su celular y no contuvo las ganas de llamar al que sería su esposo en unas horas, así que marcó su número y se sorprendió cuando lo llamó. Pasaron su última noche como novios disfrutando de una botella de vino, riendo en la sala de su casa nueva mientras trataban de poner atención a la película que habían elegido, pero terminaron perdidos en los labios del otro, sus amigos llegaron temprano a la mañana siguiente y como su cabeza seguía nublada por el vino no le importó que solo los hayan encontrados cubiertos con una manta en la alfombra.

—¡Mike!

Una enorme sonrisa cruzaba el rostro del rubio a través de la pantalla, se veía tan radiante, tenía el cabello mojado y sus rizos aplastados contra su frente.

—¿Cómo estás, Lu?, ¿dormiste bien?

Luke asintió, luego lo vio morder una tostada.

—Estamos a dos pisos de diferencia, ¿quieres que te mire por el balcón?

Michael soltó una carcajada, se había resistido toda la noche para no ir a la habitación del rubio porque extrañaba abrazarlo mientras dormían, aunque Luke lo empujaba durante la noche, le hizo falta.

—No queremos enloquecer a Anne y a mamá, creo que esta conversación es ilegal, pero quería decirte buenos días —hizo un puchero y escuchó la risa de Luke—. Buenos días, Lukey.

—Buenos días, Mike. ¿Te gustó tu desayuno?

Asintió, había llegado con una bonita nota escrita por él. Se estaban quedando en un hotel, la ceremonia y la fiesta se realizarían en uno de sus lujosos jardines, tenían dos habitaciones reservadas para prepararse y el hotel les había asegurado habitaciones disponibles para los invitados que querían quedarse.

—Yo también te amo, Luke —le respondió haciendo referencia a la nota—. Y prometo que voy a dejar de abrazarte tanto durante las noches, sé que te da calor.

—Está bien, pero no tiene que ser ahora, puede ser a largo plazo. Sé que aún tienes esas pesadillas.

—Y abrazarte me ayuda a ahuyentarlas —admitió. Luke sonrió con cariño.

—¡Pero a veces te aprovechas!

Ambos rieron, era cierto, a veces esos abrazos se convertían en más.

—Aún así me gusta —continuó el ojiazul—. ¿Por qué aún no te bañas, Michael? Yo ya lo hice.

Bajó el celular y le mostró la bata color melocotón que cubría su cuerpo, Michael elevó una ceja y se mordió el labio, luego notó las mejillas de Luke teñidas de rojo.

—Calum va a tardar un poco, ¿por qué no vienes a mi habitación?

—Me vas a tener tres semanas en una isla, Michael. Paciencia.

—¡Luke Robert Hemmings, ¿qué haces con ese teléfono?!

Y la llamada se cortó. Así que se apresuró a esconder su teléfono porque Anne los habia descubierto hablando y pronto le diría a su madre, así que puso su mejor cara de niño inocente cuando ella entró a la habitación y lo miró con el ceño fruncido, para luego decirle que debía ir a tomar un baño o ella le daría el baño con el agua del florero.

Si. Todo iba perfecto aquel día.

Hasta que los nervios comenzaron a amenazar su cuerpo, náuseas, euforia, manos temblorosas, estaba más pálido de lo normal y derramó dos veces el agua sobre la cama mientras su madre lo ayudaba con el traje.

⇢Café Pendiente ☓Muke Clemmings☓Where stories live. Discover now