⇢Capítulo 15.

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La lluvia no tardó en caer sobre ellos y obligarlos a separarse para caminar hacia adentro nuevamente. Luke sostenía la mano de Michael con fuerza mientras ganaban algunas miradas, especialmente de Annie, quien se contuvo de hacer alguna expresión mientras atendía una mesa.

Caminaron juntos hasta la oficina del rubio, donde la estufa a gas estaba encendida, la luz suave los iluminaba de una forma protectora y cálida. Los ojos de Luke se mantenían en el semblante triste de Michael.

—Perdóname. —Las palabras salieron lentas de sus labios, aguantó un puchero al ver como aquellos ojo azules lo miraban confundido.

—No tienes que disculparte. Está bien llorar y no te iba a dejar solo.

Michael sonrió entremedio de un sollozo y se abrazó a si mismo, acercándose un poco más a la estufa, las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas y no sabía qué hacer para detenerlas.

—Oye, Mike. —Unas manos heladas pero suaves se posaron en su barbilla, su mirada borrosa por las lágrimas se juntó con aquel azul electrizante. —Todo estará bien.

Sintió sus brazos rodearlo otra vez, aceptó el abrazo con algo de necesidad, envolviendo aquella cintura delgada entre sus brazos con fuerza y aquel cabello rubio con olor a frutas acariciar su mejilla mientras sus hombros eran rodeados y suaves dedos acariciaban su espalda.

Ambos se mantuvieron así por un largo rato, disfrutando de los brazos del otro mientras el llanto de Michael bajaba lentamente, los sollozos ya no hacían doler su pecho y las lágrimas se secaban en sus mejillas, al igual que su ropa al estar tan cerca de la estufa. Luke besó su mejilla antes de separarse lo que le provocó un leve sonrojo y una risa nerviosa por parte de ambos.

—Gracias. —Susurró. Aún seguía sosteniendo su cintura y las manos del rubio reposaban con tranquilidad sobre sus hombros. —Eres un ángel, ¿lo sabías?

Luke rió. —No lo soy.

—Lo eres, definitivamente lo eres.

—¿Por qué lo sería?

—Llevas tranquilidad a donde quiera que vayas, tus ojos transmiten aquella luz única y ¿estás seguro que no tienes alas?

Subió sus manos por la espalda de Luke, acercándose un poco más mientras ambos reían. Estaban tan cerca pero a ninguno parecía importarle, ni siquiera habia aquel nerviosismo que te hace decir tonterías cuando estás con esa persona especial, todo era cómodo y cálido.

Hasta que dos toques en la puerta los hicieron separarse en contra de su voluntad. Luke caminó hasta abrir la puerta y Michael notó como la calidez se iba poco a poco.

—Hey. —Calum estaba sonriendo del otro lado de la puerta. —Ya saqué toda la basura.

Michael rió junto a Luke, Calum no lo encontró muy gracioso pero se unió a las risas al ver a su mejor amigo así luego de que lo vio entrar llorando.

—Bueno, pueden hablar aquí. —Luke les dice mientras abre más la puerta. —Voy a atender la caja. Enviaré algo para ustedes.

—No es necesario, Luke.

—Tómalo como un regalo por ayudarnos con la basura. —Le responde a Calum, allí está nuevamente la sonrisa antes de cerrar la puerta.

Calum se voltea lentamente hacia Michael, quien sigue de pie al lado de la estufa y está mirando la puerta cerrada.

—Lo siento si fue por algo que dije. —Comienza el moreno sentándose en una de las sillas frente al escritorio. —No quise ponerte incómodo, a veces no mido mis palabras y muchas veces meto mi nariz donde no me llaman.

⇢Café Pendiente ☓Muke Clemmings☓Where stories live. Discover now