© Constelaciones [ Saiki K ]

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Haru se estaba comportando... De una manera extraña.

Mera estaba consciente de ese hecho, desde ese día en donde ambos hablaron y sobre el regalo para el padre del pecoso, todo fue distinto, no había algo que ocultar ni evitar.

A ella le dolía, siempre sentía su pecho pesar al ver a su amigo cada vez más desanimado. No era idiota, sabía que Shimizu trataba de actuar como siempre; seguía siendo amable con ella, la esperaba en la puerta de su salón para poder pasar tiempo juntos, le daba un poco de su almuerzo y todo eso... Pero ella podía ver más allá.

Haru empezó a tener ojeras debajo de sus ojos, sus labios se veían más partidos y cada vez comía menos. Sus uñas se habían vuelto cortas, como antes solía estarlo, y eso la molestaba. Haru siempre había tenido un cuidado a sus uñas cuando empezaron su amistad, pero ahora estaban descuidadas y maltratadas.

Hubo días en que Haru pedía un tiempo para estar solo, en donde le decía que podría tener todo el tiempo que ella podría querer en estar con sus amigas de su clase. Pero ella no quiere eso, quería estar con él. Amaba a sus compañeras y no las cambiaría por nada en el mundo, pero sería mentir si dijera que elegiría a las demás encima de Shimizu.

Chisato ama a Haru, y lo quiere proteger.

Había desarrollado un cariño de hermandad con ese tranquilo chico, sus sentimientos nunca fueron románticos pero cada vez más deseaba tener más tiempo con él. Anhelaba conocer sus demás caras, sus pasatiempos, sus momentos felices o tristes, y otras cualidades más que él ocultaba ante los demás.

Pero... Se veía cada vez más cerrado. Parecía que cada día que pasaba él evitaba tener tiempo con ella, los momentos en que él la dejaba a su casa se esfumaban poco a poco. Sus sonrisas se veían forzadas y hablaba menos.

Mera está asustada, no quiere ver a su amigo como era antes. No quiere que él vuelva a encerrarse y privarse de los demás, no quiere que deje de ser su amigo. Porque sí, Mera conocía a Haru desde antes de que él visitara por primera vez la cafetería Mami.

Los años anteriores él no estaba inscrito en la Academia PK, pero en este si lo estaba. Al principio de año él se veía así de demacrado, podía verlo usar siempre un cubrebocas y en la hora de almuerzo se encerraba en el baño con su bento. Nunca supo porqué lo hacía hasta que se dio cuenta de que se burlaban de él. Le agarraban sus cosas y lo tiraban por la ventana o al basurero, lo agarraban de su cabello o lo empujaban y le decían insultos por sus innumerables pecas.

Desde ese momento ella supo que debía de ayudarlo. Puede que ella no sea de mucha ayuda, ¿qué podría hacer por él siendo una pobre y con constantes golpes de hambre? Aún así, no se detuvo. Ella a escondidas le ayudaba a recuperar sus libros y cuadernos perdidos, y cuando los encontraba en mal estado ella misma trataba de poner cintas adhesivas para juntar sus partes. Le decía al inspector que supervisara las actitudes de los que molestaban a Shimizu, entre otras cosas. Y así, poco a poco el pecoso dejó de usar su mascarilla, sus ojeras se veían menos visibles y ya no se encerraba en el baño.