© Constelaciones [ Saiki K ]

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— ¡Mire, Cyborg Cider-Man número dos, está ahí, justo ahí! — Yuuta miraba la televisión con estrellas en sus ojos, mirando la película de su héroe sidra favorito por tercera vez seguido del día.— ¡Está usando su super poder, mire mire!

— Lo estoy viendo.

— ¡¿En serio!?

— En serio.

Saiki se encontraba sentado a un lado del energético peli verde de cinco años. El esper había sido notificado por la madre del niño, le pidió que cuidara de él mientras ella se hacía unos encargos, y como él estaba disponible aceptó—más bien fue Kurumi quien había accedido a su petición—.

"Santo cielo, mi domingo fue desperdiciado." Kusuo miró de reojo al pequeño quien seguía gritando lo genial que era la película, en donde supuestamente estaba él siendo el héroe Cyborg Cider-Man dos. Se suponía que él debía aprovechar el día en lo que él quisiera, el día de ayer había hecho sus tareas para la próxima semana y solamente quería estar disfrutando de su gelatina de café en la cafetería Mami.

Hablando de eso...

Cruzó sus ojos, utilizando su clarividencia para poder ver la cafetería en donde trabajaba su compañera Mera. Pudo apreciar unos clientes de más, pero no fuera de lo común, eran solamente los que iban habitualmente. Miró más allá al fijarse en Haru, quien leía un manga totalmente concentrado mientras comía una gelatina de café.

"Te envidio..."

— Cyborg Cider-Man número dos.— Fijó su mirada nuevamente en Yuuta, quien lo miraba con un leve puchero en sus labios regordetes.— Tengo hambre, quiero comer algo dulce.

— Vas a engordar si sigues comiendo cosas dulces seguido.

— ¡Pero yo quiero, siempre que cómo un pastel o un chocolate que mi mamá compra no engordo! — El peli verde trataba de convencer al mayor, quien suspiró mientras se levantaba del sofá, lo miró expectante ante el esper.— ¿Cyborg Cider-Ma-...?

— Está bien, vamos.

— ¡Hurra! ¡Cyborg Ciber-Man número dos es genial!

Yuuta imitó la acción del esper, levantandose del sofá, colocándose a un lado del adolescente que ya se encontraba poniéndose sus zapatos para salir, todo haciendolo con una deslumbrante sonrisa.

— Ya lo sé. Ven, déjame ponerte bien tus zapatos.

— ¡Ajá!