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Papá aún no venía

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Papá aún no venía.

Trataba de no arrugar la hoja entre sus manos, golpeaba su pie al piso de manera rápida para no estar tan ansioso. Miró el reloj que se encontraba colgado arriba en su costado, eran las once en punto, se preguntó el por qué ese hombre aún no regresaba a casa.

Soltó un suspiro que no sabía que contenía al ver a su madre en el marco de la puerta, que conectaba a la cocina. Traía puesta su bata y unas cómodas pantuflas color rosa caramelo. Le sonrió frunciendo el entrecejo.

— Cariño, ya es tarde.— Escuchó a su madre hablar, mientras se adentraba más a la sala de estar en donde él se encontraba, se sentó a su lado en el sofá.— ¿Por qué no mejor se va a la cama? Mañana es jueves, tienes clases.

Negó con la cabeza.— Está bien mamá, me iré si no vuelve en una media hora más.— Contestó, regalandole una sonrisa para no preocuparla.— Puedes descansar mientras tanto.

— Bueno, pero te irás al cumplir los treinta minutos ¿ya? — Asintió sin flaquear su sonrisa.— Haru... Sabes que esto no es necesario ¿verdad? — El pecoso desvió la mirada a un punto inexacto de la habitación, su sonrisa desapareció por unos instantes, pero volvió a surgir al mirarla de nuevo.

— Quizá, pero no pierdo nada intentándolo.— Habló tratando de ser optimista.— Puede que hoy papá vuelva temprano.

— Si tú lo dices...— Dijo entre suspiros. Se acercó un poco más para darle un beso en la pecosa mejilla del pelinegro, este se rió levemente al sentir cosquillas. Se levantó del sofá mientras se encaminaba a las escaleras, volteó a verlo nuevamente.— Nos vemos, no tan tarde.

— Sí, ya te dije.— Haru sacudió su mano levemente como despedida.— Descansa mamá, te amo.— La mujer sonrió enternecida por lo último.

— Yo también te amo.

Fue lo último que escuchó de la fémina antes de subir al segundo piso. Inhaló profundamente mientras se apoyaba en el respaldo, observó el techo por unos segundos mientras sentía la textura de la hoja entre la yema de sus dedos. Deseaba a que su progenitor llegara temprano, como lo había prometido en la mañana antes de irse a su trabajo. Trató de relajarse y pensar positivamente de la situación.

Está bien, su padre vendrá antes de las once y media, confiaba en él. Dejó salir el aire entre sus labios, tocó la parte inferior de su comisura, luego tocó los de arriba. Se quejó en sus adentros al sentir los secas que estaban, si tendría la oportunidad se iba a comprar un bálsamo de labios, no quería que siguiera maltratadas.

Siguió divangando en sus pensamientos y recuerdos mientras que los minutos pasaban.

Uh...

No tenía valor para fijar su mirada en el reloj que estaba en la pared, no queriendo ver los minutos pasados desde que su madre había hablado con él. Pero sabía que tenía que hacerlo, y así lo hizo.

Sus dorados ojos fueron lentamente hacia el objeto, apretó su mandíbula al ver la hora.

Once con cuarenta y dos minutos.

No volvió. Y rompió su promesa. Otra vez.

A la mierda.

Apretó la hoja que tenía tomado hace minutos, arrugando el papel en el proceso. Quiso cortarla en pedazos pequeños hasta disolverla por completo, pero se contuvo. Le costaba mantener su respiración con normalidad, mordió su labio inferior sin pensar el posible daño que se estaría haciendo.

¿De qué sirvió estudiar horas para sacarse la mejor nota de su clase, si su padre no iba a ver su esfuerzo? No importaba cuanto se esforzara para ser el primero en algo, parecía que ese hombre no tenía ni el más mínimo interés en saberlo. Pero oh, su trabajo era tan importante y especial, no importaba que su familia lo necesitara y que se estuviera corrompiendo por su ausencia, después de todo él les está dando el dinero.

Haru lo amaba, pero sabía lo estúpido que era a veces.

Lo amaba más cuando no estaba en ese maldito trabajo de oficinista. Siempre tenía una sonrisa amable y sus ojos brillaban como los de su madre, que ahora estaban con algo de ojeras por el insomnio. Quería volver estar en sus brazos y que le hablara de su día, y que también hablara de sus pecas, porque sí, había heredado las pecas de su padre, pero el mayor no tenía esa cantidad tan exagerada, sólo unos cuantos repartidas de aquí y allá.

Siempre decía que no debía de avergonzarse de sus manchas, que eran parte de él y debía de aceptarlas. Pero ahora le resta importancia diciendo lo cansado que estaba por su trabajo, y decía que ya no estaba para sus juegos de inseguridad.

¿Desde cuando tener menosprecio hacia tu propio cuerpo es un juego?

Pero el mayor al saber lo que decía, se disculpaba, abrazandolo mientras le daba leves golpes en su espalda para compensarlo.

Empezaba a odiar esos abrazos sin sentimientos genuinos.

Se levantó del sofá, tirando la ya arrugada hoja encima de la pequeña mesa de enfrente. Caminó con cansancio por las escaleras mientras se dirigía a su cuarto. Tuvo cuidado en no hacer ruido para no despertar a su madre, aunque ella tomaba esas pastillas para descansar.

Se tiró a su cama en cuanto entró. Se sacó las zapatillas sin esfuerzo, tirandolas a un lado. Enterró su rostro en su blanca almohada. Quizá también se le haya olvidado que ese mismo viernes era su cumpleaños.

Bueno, no es como si fuera la primera vez que se le olvidaba.

Bueno, no es como si fuera la primera vez que se le olvidaba

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Holiu.

Haru puede ser todo un ángel, pero eso no quita el hecho de que se pueda enojar.

Me estoy preocupando, estoy actualizando mucho, es raro en mi jqnzmw.

Una pregunta, si tuvieran a Haru frente a ustedes ¿Qué le dirían?
No importa si escriben una biblia entera, siempre leo sus comentarios porque son bellísimos. 😔💕

Cuidense, love yourself. 💜

© Constelaciones [ Saiki K ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora