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"Esto no puede ser cierto"

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"Esto no puede ser cierto"

Pensó el esper al ver que el chico del otro día nuevamente se había sentado al frente de él, sin despejar su mirada en el mismo libro de la vez pasada.

Su día ya había sido demasiado ajetreado y lo único que quería en ese día era estar solo con su amada gelatina de café, tranquilo, sin desvíos y sin sus compañeros de clase de por medio.

Pero aquel pecoso había empeorado lo que quedaba del día.

Ahora sin duda no escucharía sus pensamientos, mientras que estuviera con ese libro entre sus manos, no quería traumarse como esa vez, Mera al día siguiente en clases le había traído una uva, literalmente una, porque pensaba que con eso lo ayudaría, no sabía en qué, pero si a ella le haría feliz si alguien le daba comida, de seguro también él.

Dirigió su mirada en la recién nombrada, quien se acercaba poco a poco a su mesa, colocándose al lado del pecoso.

— Bienvenido otra vez, ¿algo del menú?— Sonrió, el pelinegro apuntó lo mismo que antes...— Café amargo ¿será lo único que pedirá?— Asintió sin dejar de leer el libro.— Está bien, lo traeré en seguida.

Suspiró, si lo ignora como éste también lo hacía, su día no acabaría tan mal. Agarró la cuchara para degustar de su pedido, fascinado por el sabor más su rostro no mostraba ninguna expresión.

— Vaya, sus dedos son demasiado largos para hacerlo gemir de ese modo...— Nuevamente casi se atraganta con la gelatina al escuchar el leve susurro que emitió el pecoso.

Si no lo pensaba, lo decía en voz alta, ¿qué más?

De reojo vio como Mera traía la taza que contenía el líquido amargo, se veía algo apresurada y su rostro se veía algo nerviosa, había pasado algo con su jefe de seguro pero tampoco le importaba.

Es más, no se sorprendía al ver como su compañera se tropezaba con algo inexistente, y el pedido del pelinegro ahora se encontraba en los cielos, a punto caerse encima de ese mismo chico.

Escuchó un leve grito por parte del pecoso al ser quemado por el café recién servido, mientras se levantaba algo apresurado de la mesa y haber soltado el libro que apenas unos segundos estaba leyendo absorto.

El libro cayó justo al frente del esper, viendo en esas páginas una imagen explícita de como alguien metía dos dedos extremadamente largos -tanto que te hacían dudar si era de un ser humano- siendo introducido por la entrada del contrario.

Sin duda alguna ahora se sentaría en otro lado.

© Constelaciones [ Saiki K ] Where stories live. Discover now