flirt | 35

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Subíamos las escaleras con prisa entre risitas, nuestras manos entrelazadas hasta llegar a mi habitación. Ahí, me dio la vuelta –ya que yo iba delante– y me tomó de la cintura para pegarme a su cuerpo, sin esperar mucho para besarme. Por más que estuviera todavía un poco molesto de pensar que había escogido pasar la tarde con Yeosang y mentirle al respecto, sus labios marcaron un lento y calmado compás. Y por más que yo estuviera realmente desesperada, fue aquella la forma perfecta de comenzar todo.

Poco a poco fuimos a dar torpes pasos por el cuarto, cayendo entonces de espaldas sobre el colchón con él encima de mí. Por inercia, una de sus piernas quedó en medio de las mías, que se encontraban abiertas de par en par. Cortó la mínima distancia que había quedado entre nosotros, permitiéndome sentir una vez más su fuerte pecho contra el mío y creando una satisfactoria fricción entre nosotros. No dudé en quitarle la camiseta, así como él hizo con mi hoodie.

En cuanto volvimos a chocar nuestros labios, enredé mis manos en los cortos cabellos de su nuca, tirando un poco de ellos al sentir que empezaba a acariciar por mi estómago. Solté un suspiro y cerré mis ojos en cuanto posó una de sus manos en mi espalda baja para poder alzarla y deshacerse del sostén. Un tanto ruborizada por la exposición, llevé mis besos a su cuello, sacándole por su parte un jadeo al darle una pequeña mordida en la clavícula.

Acunó mis pechos con sus palmas, logrando que soltara un agudo gemido tras pellizcar uno de mis pezones. Tuve que detener lo que estaba haciendo para tirar la cabeza para atrás del placer que me provocaba, entonces teniendo toda su atención en mí. Tal y como yo, devoró mi cuello, ahora bajando las manos al borde de mis pantalones deportivos. No pasó desapercibido para mí que, a pesar de no ser la primera vez que lo hiciera y yo estuviera más que obviamente dispuesta, esperó a que le confirmara con un asentimiento el poder apartar la prenda.

Una vez estuve tan solo en bragas, también me encargué en dejarlo en sus tremendamente sexys bóxers negros, que se entallaban a la perfección dejándome admirar su bulto. Con las ganas de tomar yo un poco del control, lo empujé de los hombros para darle la vuelta en la cama y quedar yo encima. Pasé mis manos por el medio de su marcado abdomen hasta llegar a mi objetivo, entonces apretándolo con un poco más de confianza que la otra vez. Por más que no quisiers admitirlo, tenía pensado aplicar la millonada de consejos que me habían dado Boo y Yeon.

Le di una pequeña sonrisa pícara –mentiría al decir que no la había practicado frente al espejo– antes de bajar la tela, consiguiéndome con su miembro a mi disposición. Estaba decidida a hacer aquello que no había podido hacer la otra vez. Efectivamente, empecé con un casto beso en la punta, sacándole un gemido por la sorpresa, después pasando la lengua de abajo a arriba como dijo Yeon. Ignorando el hecho de estar temblando un poco de los nervios, llevé mis manos a la base y entonces bordeé la punta con la lengua un par de veces.

—Mierda...

No pude evitar alzar la mirada, topándome con un jadeante Jaehyun de ojos cerrados, labios entreabiertos y cabeza echada hacia atrás, recordándome cómo había quedado yo con sus toques hace poco. Fue suficiente para darme aquel empujón de confianza que necesitaba, ahora adentrando todo lo que pude dentro de mi boca. Se me había recordado que no podía olvidar succionar, así que eso hice mientras tomaba el resto con mis manos y marcaba un ritmo agradable. Así duramos un rato, deleitándome a más no poder con sus gruñidos, gemidos y jadeos. Eso me impulsaba a trabajar con más entusiasmo, hasta que él mismo me apartó y acostó de nuevo sobre mi espalda.

Sacó la única prenda que me quedaba, sonriendo como un niño en dulcería al ver cuán húmeda me encontraba ya. Al notar que se había relamido los labios, no pude contener el taparme la cara con las manos de la pena, sintiendo cómo mi cara ardía de golpe. De cualquier forma, el bochorno no me duró mucho, pues se encargó de reemplazarlo con satisfacción al sentir sus toques en mi zona más sensible. Tan solo trazó unos pocos círculos, entonces metiendo un dedo dentro de mí. A los segundos, metió uno más, y para este punto yo ya estaba vuelta un manojo de gemidos de placer.

Para mi sorpresa, vergüenza, satisfacción y pronta liberación, unió a su lengua a todo esto, moviéndola con una rapidez inhumana justo en mi clítoris. Aceleró los movimientos de sus ahora tres dedos, provocando que mi espalda se curvara y apretara las sábanas desesperada por aquel repentino cambio. Una vez conseguí parar mis pequeños espasmos, lo atraje hasta poder unir nuestros labios nuevamente, ahora siendo este un beso desesperado, ardiente y erótico.

Se apartó por un momento, dejándome de lo más confundida en mi sitio, pero pronto entendí la cosa al verlo rebuscar en su bolsillo del pantalón. Sacó una fina billetera de cuero negro, y seguidamente expuso un pequeño paquete plateado. Tragué saliva, un poco nerviosa por lo que seguiría, a pesar de quererlo con todas mis fuerzas.

Retornó a la cama, primero dándome un corto beso en la frente, y no antes de preguntarme si todo estaba bien se colocó el preservativo. Me dediqué a tomar aire –según sus indicaciones–, y a cerrar los ojos fuertemente, esperando por su siguiente movimiento. Tomó una de mis manos con firmeza para entrelazar nuestros dedos, clavando la otra en mi cintura y entonces sentí cómo se adentraba. Al contrario de lo que tenía en mente, no dolió tanto. Se lo atribuía a lo empapada que me hallaba, así como a lo delicado que fue en un principio, dando suaves estocadas en lo que llenaba mi rostro y cuello de cortos y dulces besos.

—Jae... —gemí con la respiración entrecortada al pasar unos pocos minutos. Se sentía de maravilla de por sí, pero necesitaba más—, m-más... rá-pido.

Confirmó con un gruñido, así acelerando sus movimientos sin ser lo suficientemente duro como para lastimarme. Solté una parranda de gemidos, y por si fuera poco agregó uno de sus dedos a mi manojo de nervios. Sus manos aterrizaron en mis caderas, marcando un ritmo ensordecedor. Mi mente estaba nublada del placer, y lo único que pude hacer por mi parte fue acercarlo hasta poder besarlo. Clavé con fuerza las yemas de mis dedos sobre sus fornidos brazos, notando que sus estocadas se tornaban cada vez más veloces y desordenadas.

No duramos mucho más, yo corriéndome por segunda vez y él aparte con mi ayuda. Luego nos tumbamos sobre nuestras espaldas, ambas respiraciones agitadas y con la vista clavada en el techo. Caí en cuenta de toda la situación unos minutos más tarde, repentinamente sintiéndome un poco tímida de estar por completo desnuda a su lado con tanta libertad. Estaba más que segura de que no habría nadie en casa aún, así que sin mirar atrás desaparecí por el pasillo hasta llegar al baño, donde me encerré.

Pegué la espalda a la puerta, posando una de mis manos sobre mi descontrolado pecho. Me acerqué luego al espejo, notando lo roja que se encontraba mi cara. Hice todo lo que pude para limpiarme –estaba más que hecha un desastre allá abajo–, y luego me eché una salpicada de agua fría en el rostro. Me habría tardado un tiempo, porque escuché cómo él tocaba la puerta desde afuera suavemente.

—Yoojin, ¿está todo bien? —cuestionó Jaehyun, su voz temblando un poco en lo que asumí sería una combinación de preocupación y culpa. No quería hacerle sentir así, por lo que suspiré antes de asomar la cabeza—. ¿Estás bien? —repitió, acunando mis mejillas entre sus manos. Podía sentir mi rostro ardiendo, y era incapaz de verlo a los ojos—. Yoojin, lo lamento tanto, yo pensé que-

—¡Jaehyun! —lo interrumpí alarmada; no quería que sacara conclusiones así de apresuradas y terribles—. Estoy bien... mierda, más que bien. Es solo... Yo... —cerré los ojos por no saber qué decir, escogí decir lo que traía en mente y ya— Joder, que acabamos de tener sexo, me da mucha pena.

—¿Pena? —se rió levemente después de soltar un suspiro de alivio, y entonces pude verlo a la cara. Su ceja estaba alzada, por lo que hice un puchero—. Ya, ya —negó con la cabeza sin borrar su sonrisa, abriendo la puerta por completo y atrayéndome a su pecho en un reconfortante abrazo que aproveché para esconder mi sonrojo y desnudez—. Mira, no tienes que sentir pena conmigo. La verdad es que planeo hacer esto un millón de veces más, y no quiero que corras al baño cada vez.

—Sabes —empecé, despegando mi cara de él para verlo a los ojos al hablar—, leí que es bueno orinar después del sexo. Así que debería correr al baño cada vez.

—¿Eso quiere decir que aceptas ese millón de veces? —ladeó una sonrisa con sugestión, a lo que reí y asentí, en un intento de que no llamara tanto la atención el rubor en mis mejillas.

—Jaehyun, un millón es poco.

Flirt || Jung JaehyunUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum