Capítulo 08

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"Ariztia"

Elevando ambas cejas, me acuclillo junto al cadáver a la hora de bufar para mis adentros.

Lo que ocurrió no se va a borrar de la mente de Jale, al igual que mi identidad. Además, el hombre que hace poco salió de la casa sabe que la escarcha es protegida y es más que obvio de quien se trata. Es decir, no es habitual encontrarse con magos de miradas carmesíes.

"Debía tener todo bajo control."

—Lo lamento —suspiré, poniéndome de pie para voltearme y hacer una reverencia.

Aunque no encuentre otra opción, tengo que mostrar que estoy arrepentida por lo que hice, lo quiera o no.

—Debí estar al margen de la situación, pero era su vida o la de ellos, mi... —señor.

La fuerte bofetada que logra voltearme el rostro me deja sin aliento debido a la sorpresa que me produce el gesto de la escarcha. Pero guardo silencio y no replico en el mismo instante que se aferra a mi camisa, agitándome con todas sus fuerzas, porque puedo sentir a flor de piel los nervios de Jale.

El terror hace que sus latidos sean frenéticos y sus ojos reflejen paranoia, pero me siento incapaz de empatizar con esos sentimientos. Aun así, algo dentro de mí se remueve con inquietud.

Me encuentro apática, sin ser apta para experimentar lo que alguna vez pude sentir a la hora de asesinar alguien de esa manera.

De todos modos, volteo la cabeza para ver el cadáver mientras sigo siendo sacudida por un lloroso Jale. Estoy ausente, ya que contemplar cómo la sangre tiñe más la alfombra hace que mis ojos se apaguen.

Yo no era esto, porque sé que sentir desdén ante una situación que desde un principio es inhumana no es normal.

"Yo no soy así, Jale. Lo juro."

Aunque no tenga la necesidad de disculparme por mis acciones, abrazo a la escarcha porque he perdido la consciencia cuando escuché que el sujeto se dirigía de manera insolente hacia este pequeño niño.

Tengo mucho que aprender acerca de Jale Fields, pero la razón de saber que ahora mismo él es hostigado por una organización acelera el procedimiento. En mi situación actual debería confesar mis pecados, redimirme y aceptar quién fui, sin embargo, no estoy dispuesta a perderlo todo de nuevo. No quiero morir. El hecho de haber oído que ese hombre aclamaba con cinismo que asesinó a la madre de Jale hizo que mi cuerpo sea peón de mis deseos más oscuros.

"Por un tonto descuido quizás todos sepan quién soy y por eso tenga que alejarme de ti. Y no quiero hacerlo."

Mis manos, manchadas de sangre, arropan el rostro de mi pequeño señor una vez me acuclillo mientras le brindo una sonrisa de compasión para que pueda entender que él está bien. Limpiar sus lágrimas me trae calma haciendo que mi corazón se tranquilice por efímeros instantes, quizá, él sea ese algo que yo debía tener en mi otra vida.

Apoyar su cabeza en mi pecho para transmitirle seguridad genera que mi corazón lata, porque dejo de sentir frío cuando lo veo molesto o con una mueca en el rostro.

"Una razón por la que luchar."

—Era su vida o la de ellos... —mumuré, por lo bajo, apegando mi frente a su cabeza.

Siento una opresión en el pecho que no me deja pensar con claridad cuando percibo a través de mi quid el miedo de Jale. Mi corazón duele y me produce desconcierto, al igual que oír los sollozos de la escarcha.

Lo único que puedo hacer es abrazarlo con fuerza para sentir cómo él cede y se aferra a mi camisa.

—Sé que duele niño, sé que duele mucho... —susurré, por lo bajo, cerrando los ojos porque ellos empiezan a picar al momento de sentirme aturdida por su llanto.

La razón de ser más fuerte para ser su pilar hace que inhale con fuerza y aclare mis pensamientos.

"Yo soy su potencia, mi señor. No debo caer porque necesito mantenerlo en la cima."

Me pongo de pie con él en brazos y subo por las escaleras para dirigirme hacia la habitación de él. Debe estar limpio, una vez más, porque tiene que quitarse la sangre que he dejado en su rostro por accidente.

"Luego voy a encargarme de ese cadáver."

Froto sus mejillas con cuidado al momento de ayudarlo a tomar un baño siguiendo con su suave cabellera albina. Él se encuentra abrazándose a sí mismo, manteniendo el mentón recargado en las rodillas mientras le doy un baño.

Tengo que admitirlo, jamás me he visto o pensado en una situación similar, para mí, es extraño cuidar de alguien y enseñarle a desenvolverse, lo es aún más. Pero cuando veo a Jale frustrarse porque no le salen las pociones de magia, me produce cierto revoltijo en el estómago, contemplarlo fallar y replicarme el por qué no lo logra, me saca una sonrisa, lo cual es extraño porque jamás creí volver hacerlo otra vez.

A veces, siento que me quitaron todo sin preguntármelo, cuando veo las estrellas desde el vivero de la casa y contemplo la luna, recuerdo lo que tuve que pasar antes de llegar aquí. A mi nuevo hogar.

De esa manera, dudo que a día de hoy ellos se preguntaran si en verdad fui yo la culpable de aquellos crímenes. Yo solo recuerdo el desprecio en sus miradas y, voy a ser honesta, me hiere pensar que mis antiguos compañeros fueron capaces de considerar que yo lo hice.

"Me arrodillé rogándoles piedad a días de mi ejecución."

En medio de aquel debate caí al suelo de rodillas, pidiéndoles misericordia, olvidándome por completo de mi dignidad enfrente de todos esos hombres y mujeres. Las casas más importantes me dieron la espalda. Ellos se cansaron de difamarme, de escupirme una y otra vez, de golpearme, y, cuando ya no daba más, todavía seguían visitándome para sacarme la verdad.

Mis días dejaron de tener mañanas, tardes y noches, porque ellos se habían convertido en sueños que al momento de abrir los ojos eran pesadillas vivientes.

No puedo dormir, cada vez que lo intento obtengo recuerdos de un pasado que logra atormentarme, porque la muerte me persigue hasta en mis sueños.

—Ariztia.

Jadeo.

Por unos segundos me siento ida por la sorpresa, así que, me recargo en el umbral de la puerta, llevándome una mano hacia la cabeza por la presión que recibí al recordar el pasado.

Busco a quién me llamó de esa manera, encontrándome con Jale en la tina, observándome con una ceja elevada sin comprender mi extraña actitud.

—El otro día oí que Sofía se refería a ti de esa forma.

Asiento, desorientada, por lo que me dirijo hacia él para ayudarlo a que salga de la bañera, arropándolo con una toalla blanca.

—De ahora en adelante, te voy a llamar así.

La Joven Prodigio © BORRADORWhere stories live. Discover now