¿Señor Fields?

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Capítulo II
Ariztia Monique

Lo estuve pensando toda la mañana y llegué a la conclusión de que debo quedarme durante un largo tiempo, ya que estoy dispuesta a seguir los movimientos qué hace el brujo de la casa. Y si mi memoria no me falla, la última vez que nos encontramos, ellos pretendían apoderarse de Las Siete Regiones.

Y, abriendo un paréntesis, sé a la perfección que mientras permanezca en la residencia, ese brujo hará experimentos conmigo, pero puedo manejarlo. Después de todo, ¿qué podría ser peor que la muerte? Exacto, nada, más cuando ya la experimenté una vez.

"Ahora que lo pienso, tuve un pasado catastrófico y volver como una paria no será la excepción."

—Qué tragedia —bufé, soplando algunos mechones que se han instalado en mi rostro mientras acomodo las plantas mágicas del vivero de la casa—. ¡No hay arreglo! ¡Todas han sido infectadas de raíz y su cuidado es... esto no tiene nombre! —estallé molesta.

"Pero hay una solución."

Sonreí con picardía, observándome las manos sucias por la tierra húmeda.

—La fuente de estas plantas posee suficiente magia oscura como para alimentar mi quid.

En el balbuceo conmigo misma me dirijo hacia la puerta y vigilo si alguien se encuentra cerca. En especial aquella empleada entrometida que me sigue a todas partes, porque voy a admitir que no puedo sentir su núcleo gracias a su carencia de maná.

Supongo que quizás fue aprendiz de ese brujo, pero no fue capaz, y él la desechó.

—¡Emp! Es una molestia —chasqueé la lengua contra el paladar.

Vuelvo al vivero y entierro una de las manos en una maceta.

"Para ser un brujo es un tanto negligente con sus pertenencias."

En el momento que levanto la cabeza me encuentro con mi reflejo, en las vidrieras sucias del vivero, y me genera incomodidad.

Mis ojos se tornan carmesíes a diferencia de mi brazo que, al extraer la esencia oscura de las plantas, empieza a tener manchas violáceas. Para mi mala suerte las venas se tornan negras y muy pronto presentan las náuseas por sentirme descompuesta.

Cubrí con el brazo libre mi boca y cerré con rapidez los ojos para poder concentrarme.

"No pensé que estuvieran tan descuidadas..."

(...)

Me analicé el antebrazo con el entrecejo arrugado, este no podría estar peor. Aunque sincerarme, tengo que admitir que quizás hice más esfuerzo del que debería, ya que es algo obvio que a mi quid le tomará tiempo acostumbrase a un cuerpo que carecía de magia. Además, puede que me haya excedido con mi quehacer, es decir, ahora mismo en el vivero del jardín no hay ni una sola planta que contenga fuerza maligna, lo cual es un punto a favor, pero no sí, en la actualidad soy una paria.

Espero no meterme en más problemas, no obstante, sé que llamaré la atención de aquel sujeto lo quiera o no.

De mala manera, rasgo la parte inferior de mis pantalones holgados, uniendo el dedo índice y el corazón, roce mi brazo para hacer un corte superficial y de esta manera la herida empezó a sangrar. Luego, con mucha paciencia, me dediqué a vendarlo cubriendo los hematomas que ha generado la extracción.

"Si mis cálculos no me fallan en cinco, tendrá que desaparecer. En cambio, la herida durará hasta mañana."

Me pongo de pie en un salto para acercarme a la mesa y contemplar pensativa la madera antes cubierta por musgo. A más tardar, tomo una maceta con tierra y la lanzo al suelo produciendo un desastre. De igual forma, liberé un chillido agudo o intenté seguido de hacer un hechizo para cubrir la tierra y los pedazos de cerámica con sangre.

La Joven Prodigio © BORRADORWhere stories live. Discover now