Buenos días

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Capítulo LII
Ariztia Monique

Inhalo antes de ingresar a la habitación en donde se hospedan Cristel y Caesar.

—Buenos días —murmuré.

Me aferro con fuerza al pomo de la puerta porque me siento nerviosa, siendo honesta, tengo cierta incertidumbre sobre la extracción que hizo Sebastián porque el hermano de la chica estaba grave.

No obstante, la luz ilumina sus rostros sonrientes, suavizo mi expresión y sin poder evitarlo, una curva nace en la comisura de mis labios al momento de cruzar miradas.

—Es un alivio ver que estén bien —musité—. ¿Cómo estás, Cristel? —pregunté siendo amable.

Aun así, sentir el amor de Cristel a través de un abrazo hace que mi corazón se ablande.

Le correspondo por todas las veces que me negaron una muestra de cariño y me llamaron traidora, porque aferrarme a su cuerpo me genera sensaciones inexplicables.

—Gloria a la Luna del Imperio —murmuró, en mi oído, besándome la mejilla.

Mis pupilas se dilatan y el corazón palpita con frenesí, porque mis mofletes se ruborizan por ello.

Me quedo callada, observándola a los ojos mientras le regalo una sonrisa. Estos pequeños instantes son los que hacen que mi conciencia vuelva a creer en el camino que decidí abandonar años atrás por obligación.

—¿Cómo te encuentras? —cuestioné, enarcando una ceja.

Caesar me observa expectante, quizás, curioso por mi apariencia. Es decir, la razón de esa acción es porque Honey me vendó el cuerpo de pies a cabeza, ya que para sobrevivir tuve que tomar medidas desesperadas.

—Bien, Emperatriz. Aún no soy capaz de asimilar que tuve la oportunidad de ver su pasado. Le rogamos su misericordia por nuestro comportamiento errático —confesó, a lo que sonreí con ironía.

—No voy a molestarme porque hagan su trabajo —respondí, encogiéndome—. Todo lo contrario, Caesar. Es un orgullo ver su lealtad y admiro su pertenencia a El Imperio —manifesté, sentándome a su lado en el catre—. ¿Conocieron a Sebastián? —pregunté curiosa.

—¡Es un hombre escalofriante! —chilló Cristel.

—Oye... —amenazó, su hermano, fulminándola.

—Déjala, ya va a darse cuenta —comuniqué, tocando su hombro—. Cristel —llamé, por lo que me vio confusa—, vas a acompañarme de nuevo a La Región de Agua. No hemos terminado allí —ordené.

—¿Es necesario? Es decir, no es que dude de usted. Pero mi magia a comparación de la suya es cuestionable. Además, la Matriarca no va a parar hasta encontrarnos —explicó alarmado.

En cambio, fruncí el ceño, oprimiendo los labios mientras me aferro a mis brazos.

—Elizabeth no es un problema para nosotros —murmuré—. Le arrebaté su quid —confesé con severidad, bajando la mirada al suelo.

Ellos se ponen de pie asombrados, tal vez, espantados por haber realizado una acción inhumana para los magos.

No obstante, yo no tenía opción, Elizabeth es una maga sana e iba a ganarme si no jugaba sucio. Y sé que no debo arrepentirme porque no había otra salida, pero ella no entraba en razón.

Además, me importa más encontrar a Jale a salvo que revivir viejos recuerdos con las personas que me mataron.

El castigo de Elizabeth será no ser poseedora de magia por haber actuado sin razón y recordar como padeció su hermana. La venganza solo envenena el alma, más que la esencia oscura.

La Joven Prodigio © BORRADORحيث تعيش القصص. اكتشف الآن