Capítulo 24

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"Catástrofe"

—¡Yo necesito ir contigo! —chilló molesta, inflando el pecho al momento de erguirse.

La mujer de edad, llamada Honey, contempló comprensiva a la joven que se encuentra haciendo un berrinche, pero sabe perfectamente que Sebastián suele ser igual de terco que esa maga oscura. Siendo imparcial en la situación se limitó a sonreír mientras ve como ambos se desafían con la mirada, admitiendo internamente que se está divirtiendo al ver a su compañero largar humo por las orejas gracias a esa niña igual de caprichosa.

"Y yo que creía que tú postura era inquebrantable."

Pensó.

Observó con adoración a la maga de mirada, por el momento, oscura y agradece que ella se encuentre con ellos, ya que últimamente las cosas han estado un tanto aburridas.

No había nada nuevo a excepción de esa organización estresante.

Además, no es divertido hacer enfadar a su pareja, Sebastián, el mago de quid arcano, suele ignorarla cuando ella intenta sacarlo de quicio. Pero la historia cambia cuando esa fémina de mirada afilada lo enfrenta, hasta puede jurar que nota diversión en su compañero cuando dialoga con alguien que es igual a él. Y se siente agradecía con ella por haberse cruzado en su camino, porque fue instantáneo el sentimiento de emoción cuando la vio ingresar a Voluptatem.

Quedó completamente sorprendida con esa chica de mirada aburrida y gestos desinteresados, tal parece que el destino deseó que se encontrase con el mismísimo calco de Sebastián Slorrance, el Patriarca* perdido del Imperio.

—Tú voz me da dolores de cabeza. —musitó con pereza. —Cállate mocosa.

Lo escuchó refunfuñar, por lo que una curva nació en sus labios rosados cuando se encontró con el disgusto de Slorrance. Sonrío de oreja a oreja, pero no dijo nada para poder seguir disfrutando del espectáculo.

Estando sentada junto a la mesa de la estancia principal, de la mansión abandonada, miró atentamente el berrinche de los adultos.

—No puedes evitarlo viejo. —puntualizó con obviedad, siendo audaz a la hora de referirse de esa manera a su pariente cuando lo señaló. —Sé que estoy herida, pero necesito mucho más que esto para morir. —afirmó sin titubear, enfrentando al hombre de ojos claros.

—Lo pensaré. —dijo inexpresivo, posando las manos en la cadera a la hora de marcharse del lugar.

—Viejo cascarrabias. —murmuró, entre dientes, cruzando los brazos por debajo del pecho. —No, no y no. —hizo una perfecta imitación utilizando magia, haciendo morisquetas que le generaron una carcajada genuina a la mayor.

La joven de tez bronceada volteó abruptamente encontrándose con ella, ésta elevo ambas cejas viendo cómo el rostro de Ariztia se convertía en un tomate gracias a la vergüenza.

—Él empezó. —refutó con sonoridad y, a los segundos, un libro desde las estanterías de las galerías superiores cayó sobre su cabeza. —¡Carajo!

"No es nada nuevo proviniendo de ti, querido."

—Lo sé. Él suele tener oídos y ojos por todas partes, por lo que no sirve de nada la palabra privacidad cuando estás a su lado. Es demasiado quisquilloso. —comentó con una sonrisa, caminando hacia la menor.

La Joven Prodigio © BORRADORWhere stories live. Discover now