«Capítulo 45: "Las esperanzas de los creyentes"».

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—Tráela —rogó—. No quiero morir, Cristel... —susurró en un hilo de voz. Incluso cuando su único deseo en el mundo es serle fiel a su nación, sabe que no podrá hacer nada si en unos días muere.

Sin embargo, lo comprendió todo al ver a ese quid envenenado, cuando los recuerdos de la oscuridad lo cegaron no tuvo otra salida que caer inconsciente y ver los acontecimientos del pasado con horror. Es más, las náuseas por sentir el dolor de cada tortura lo obligaron a desear con todas sus fuerzas aferrarse a la idea de abrir los ojos de una vez.

Él anheló la razón de salir de una pesadilla que fue la realidad de la que todos se encuentran odiando por un crimen que no cometió.

—Caesar... —balbuceó preocupada, entrelazando la mano del contrario con fuerza— vamos a tener problemas y no podremos resolverlos... solo tienes que mirar adónde estamos viviendo —lloró con impotencia, contemplando la bajeza de una casa en ruinas, viendo las mantas sucias que cubren el cuerpo de su hermano mayor—. No somos nadie, Caesar —se lamentó con pesar, manchando las sabanas con sus lágrimas—. La Matriarca va a tacharnos de herejes, seremos sentenciados a muerte porque no es fácil sacar alguien como la hereje de la prisión —razonó, tratando de no ver el pecho desnudo de él, el cual está siendo consumido por la maldición, porque la hace sentir una inútil.

—Hemos sido engañados, Cristel —confesó con los ojos llorosos, lamentándose por lo que nadie dijo hasta el día de hoy—. La Emperatriz es inocente... siempre lo ha sido... —sollozó, sintiéndose avergonzado, teniendo grabados los gritos de piedad para que las torturas se detuvieran. Viéndola caer de rodillas enfrente de todos para pedir misericordia, la cual nadie le dio—. Escúchame, Cristel. No tengas miedo, ya que tu hermano mayor está aquí y va a protegerte —afirmó, acariciando suavemente la cabeza de su familia—. No tengas miedo, Cristel. No temas por la vida de tu hermano mayor —susurró, siendo abrazado precipitadamente por ella, quien sin importar las circunstancias liberó el llanto que la presionaba.

—¡Ellos van a matarte! —estalló horrorizada, gritando desesperada por lo que se está avecinando—. ¡No quiero perderte!

"Yo tampoco, hermana."

(...)

—¡Escúcheme! —estallé molesta, contemplando la melena azabache de aquella duquesa impertinente—. Necesito que Ariztia esté con vida —sentencié con dureza, siguiendo a Gomory entre los humedales porque ella no tiene intenciones de oírme.

La duquesa se volteó con ambas cejas enarcadas, mostrándose incrédula a mis palabras. La curva que nació en la comisura de sus labios sangrientos me produjo enojo, por la simple razón que ni siquiera pretende escuchar la situación que está consumiéndolo todo.

—La vida de Su gracia no depende de ti o de mí —respondió siendo inexpresiva, viendo hacia otra dirección para no enseñarme su mirada decaída.

"Te duele, Gomory. Te duele, pero eres orgullosa como para admitir que consideras a Ariztia familia."

Pensé.

—Entonces... —me sentí abatida por el simple hecho de verla voltear en medio de estos malditos caminos húmedos.

Gomory no pretende ayudarnos.

—N-No sabemos quién es Ariztia... —susurré sin aire, teniendo pánico por aquello que sólo Sebastián sabe— porque... —me sentí ahogada, lo cual no es habitual— porque... —lo siento—. ¡Ariztia va a morir en poco tiempo porque ni siquiera su Talismán va a curarla! ¡La oscuridad ya avanzó lo suficiente como para enfermar su corazón!

El rostro de Gomory se descompuso, desvelando la verdadera expresión de desesperación que tan bien se había guardada hasta el momento. Sus ojos azules se humedecieron de sangre y se obligó a sí misma a tensar la mandíbula, rechinando los colmillos, por la rabia que empezó a desbordarla.

—Odio a los humanos —musitó rabiosa mientras derrama lágrimas.

—No somos inmortales, Gomory —respondí comprendiendo su sentimiento, sin embargo, me acerco a ella con decisión—. El poco tiempo que tenemos con vida debemos valorarlo, porque en la mayoría de los casos nuestra partida no depende de nosotros y Ariztia está enfermando aún más para poder estar junto a Jale —declaré comprensiva, posicionándome enfrente de esta bella mujer que se encuentra destrozada.

Pero Gomory quiere seguir mintiéndose y por esa misma razón decide disfrazar aquel insoportable dolor con ira.

—Una debilidad... —suspiró entristecida, levantando la cabeza para observar el azul del cielo—. Una razón... —murmuró abrumada quizás porque se encuentra recordando, por lo que no me atrevo a interrumpirla—. Su gracia solo desea alcanzar las esperanzas de volver a sentirse en un hogar —confesó enternecida, sorprendiéndome por sus palabras que han sido expresadas con cariño. Ella desvió la mirada hacia mí, viéndome con cierta pizca de emoción—, pero está posponiendo su deseo por el bien de los demás. Eso me hace recordar a Bael... —reveló con dolor—. Él la hubiera protegido en aquel entonces sin temor a una rebelión, incluso verla habría sido una catástrofe porque amaba a esa niña solitaria —lloró en silencio.

La respeté, las tortuosas lágrimas que se deslizan por esas pálidas mejillas de la duquesa me produjeron empatía, por lo que ha sido hasta el momento la vida de muchos jóvenes que han sido golpeados por la existencia misma.

Un nudo se apoderó de mi garganta con rapidez.

"Yo también odio la guerra."

Pienso en muchas cosas cuando contemplo la desesperación de un llanto que no pretende llamar la atención, el cual es peligrosamente silencioso porque así esté siendo liberado el consume con disimulo. Sin embargo, me atrevo a revelar que Gomory está recapacitando con aquellas lágrimas sangrientas que demuestran una realidad desastrosa.

Yo, honestamente, me atrevo a caminar hacia ella para abrazarla, rodeándola con mis brazos para trasmitirle que ahora mismo ya nadie va a estar solo en una lucha que lo va a consumir todo. Las esperanzas de salir victoriosos son devastadoras, pero entre más aliados tengamos, más pronto podremos descansar y volver a casa, porque ese ha sido el deseo de los dioses al enviar a seres tan poderosos a la Tierra. 

Los magos han peleado por años, pero ninguno se detuvo a pensar en lo crueles que han sido al ignorar los deseos de entidades que aguardan en las sombras para ser liberados de sus desgracias y quienes lo han hecho... hoy están todos muertos.

"¿Lo recuerdas, Sebastián?"

Pensé.

Sintiendo los brazos de Gomory aferrarse a mi cuerpo con necesidad, como si yo fuera una madre al consolar a su niña, porque lo único que tenemos en todo esto es a nosotros mismos.

Yo recuerdo muy bien el sentimiento de desesperación, cómo podría olvidarlo, mientras contemplaba cómo la vida se detenía a mí alrededor, porque la muerte es aterradora y jamás voy a poder librarme de esa daga que ha estado apuñalándome durante años. El hecho de estar rogando en el campo de guerra mientras nadie me escuchaba me desesperaba, ya que estaba sola rodeada de muerte y destrucción.
No obstante, en medio de la oscuridad me atreví a seguir la luz, unas manos se aferraron con fuerza a las mías y me trajeron de vuelta, arriesgándolo todo, incluso la alquimia que protegemos con tanto esmero, para traerme una vez más mientras yo me estaba deshaciendo.

—No debemos pasar por alto la bondad de los emperadores, Gomory, incluso cuando ellos no están a nuestro lado... —susurré en un hilo de voz, recordando lo primero que ví al despertar de nuevo, los ojos de Sebastián repletos de angustia— harán lo imposible para que no nos consuma la oscuridad. Así que, por favor, no dejemos a Ariztia sola. Ella lo ha dejado todo a cambio de nada y debemos respetar, por mas cuestionables que sean, las acciones que la han llevado a estar en donde está ahora.

No tenemos que abandonarlos a ellos, quienes han estado solos durante toda su vida. Sebastián no dudó en salvarme, incluso Ariztia no se rinde en la búsqueda de Innfødte y Jale, es más, así no adore a las naciones, ella indirectamente sigue protegiéndolas porque las esperanzas de ver a un pueblo unido la siguen impulsando a creer.

"Para mí, ellos, Sebastián y Ariztia, son luz porque no se han rendido ante un mundo que desde el principio les dio la espalda. Ellos son verdaderos guerreros."

La Joven Prodigio © BORRADORWhere stories live. Discover now