Capítulo 16

125 22 2
                                    

"Carmesí"

—Nadie volteaba a verme, hasta que se dieron cuenta que podría ser una posible amenaza. —suspiro, desganada, levantando la mano para observar como ella está vendada.

Luego me siento tocándome suavemente la nuca, ya que anteriormente he sido golpeada por un hombre encapuchado y, siendo honesta, duele como si cientos de demonios me hubiesen arrastrado hacia las tinieblas.

A cambio me limito a voltear la cabeza para visualizar con suma atención en donde me encuentro. Percatándome, automáticamente, que estoy en una habitación en ruinas.

Es un pequeño cuarto con paredes de grandes bloques de piedra cubiertos de moho y suelo del mismo mineral revestido en polvo.
Junto al catre, agradezco que esté limpio, se encuentra una candelabro oxidado y a su lado una mecedora, sobre ésta están los zapatos que Gomory me prestó. En el centro de la habitación, de buen tamaño, yace una mesa de madera deteriorada, encima y debajo de ella hay una variedad de papeles, también hay jarras vacías de vino.
Enfrente de la mesa se encuentra una inmensa ventana con vidrios sucios y rasguñados con cortinas rasgadas que antiguamente de seguro eran blancas. Ellas por poco están tendidas en el suelo.

Sin embargo, mi corazón da un vuelvo que logra estremecerme, es instantáneo el gesto de apuntar con la mano hacia la puerta cuando ella es abierta.

Mi hechizo se libera sin pensarlo dos veces y mis pulsaciones se aceleran repentinamente, pero abriendo de par en par los ojos mis latidos se detienen por segundos viendo cómo el hechizo es esquivado por Lucy. Ella se tropieza con una bandeja en las manos haciendo un desastre y yo, torpemente, me pongo de pie con el mismísimo pánico colgado en el rostro.

—¿Q-Qué haces aq-aquí?... —cuestiono alarmada, balbuceando debido a la sorpresa de verla tendida en el suelo.

Me acerco a Lucy o trato, ya que tambaleándome por segundos me mareo en el lugar por haber sido brusca al momento de ponerme de pie. Llevo una mano hacia mi cabeza, soltando unas cuantas groserías seguido de ayudarme con la mesa para poder estar de cuclillas junto a ella.

—Eres una mujer impertinente, debiste haber tocado la puerta antes de entrar.

Trato de excusarme a pesar de saber que fue mi culpa por estar a la defensiva, por lo que tocando el suelo con la palma de la mano hago que la leche tendida en el suelo vuelva a su vaso de acero, al igual que el pan fresco a su plato.
Aunque el hecho de cubrirme la boca antes de toser me ayuda a no manchar el recipiente con mi tos y sangre. Lo suponía. Aún no estoy curada, más cuando seguir usando magia me hace daño.

Abro los ojos de par en par irguiéndome en el lugar por la sorpresa, me cohibo observando mis cabellos castaños enfrente de mi. Sintiendo como ellos me cubren la espalda y rozan mis hombros desnudos. Y, nuevamente, me doy cuenta que he bajado la guardia, porque el hechizo de apariencia se ha esfumado.
Por otro lado, el saco de Gomory no está en la habitación y eso me inquieta, ya que las manchas en mi cuerpo son visibles o al menos las que están expuestas, ya sean hombros y brazos.

Inhalo con fuerza seguido de exhalar lentamente. Me sofoco sintiendo como las gotas de sudor bajan por mi frente.

—¿Dónde estamos? —cuestiono con brusquedad.

No obstante, bajo la mirada al suelo, no puedo evitar sentirme una basura por no ser agradecida por el acto de buena fe de Lucy. Ella se pone de pie con una sonrisa diminuta en el rostro, curvando los labios cuando deja la bandeja en la mesa apartando algunos papeles y jarras antes de señalar el vaso de leche.

La Joven Prodigio © BORRADORWhere stories live. Discover now