Capítulo 25

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"Quid pro quo"

Se vieron entre sí mientras la tormenta de nieve arrasaba con todo a su paso.

Sus cabellos son zarandeados por el viento y su mirada carmesí se percibe cansada. De hecho, cada fibra del cuerpo de Ariztia está consumida, pero su propio consuelo está en creer en que en algún lugar de las siete regiones se encuentra oculto el niño que tanto busca.

La pequeña escarcha, Jole Fields.

Es consciente que no puede dar más de sí, pero no dejará de intentarlo y en sus planes caer de rodillas no está previsto. Pero el corazón parece ser extraído de su cuerpo, porque el dolor que siente no la deja respirar con normalidad, ni mucho menos su quid podría seguir aguantando el esfuerzo sobrehumano que genera el hecho de seguir estando de pie.

Los magos de la región se acomodan junto al Tótem Sagrado de Luz para brindarle su poder, hasta el punto de drenar sus pobres núcleos, porque están al tanto de que eso no bastará y solo la Matriarca podrá hacerlo o, en medidas desesperadas, alguien lo suficientemente poderoso para que mantenga en pie a toda la región, es decir, el Monarca del Imperio, quien era inexistente pero con los nuevos sucesos todo ha cambiado.

Las leyendas empezaron a ser ciertas.

—Eres alguien digno de verme a los ojos sin que me burle de ti, aun así, yo no soy como los demás magos que te perdonarán la vida. Esto es un momento decisivo. —declaró con clase, teniendo una sonrisa radiante en el rostro. —Siento la pureza del quid que llevas en tu cuerpo y en él no consigo ver maldad, ¿por qué continuar con un plan absurdo Alexander Fields? —cuestionó siendo arrogante.

 —Siento la pureza del quid que llevas en tu cuerpo y en él no consigo ver maldad, ¿por qué continuar con un plan absurdo Alexander Fields? —cuestionó siendo arrogante

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Monique levantó la mano para cubrirse el rostro cuando se percató que furiosas nevadas empezaron a ser constantes. Dándose cuenta de que la rudeza de las repentinas oleadas no es normal, no cuando hace unas horas atrás el frío congelaba las pestañas y ahora mismo el calor genera que los magos se desabriguen por sentirse sofocados.

"Algo no anda bien."

Pensó.

No obstante, se detuvo un momento para contemplar los pequeños copos de nieve caer en la palma de su mano izquierda, y, con una sonrisa en el rostro recordó los cabellos albinos de aquel niño cascarrabias.
En ese instante el pecho se le encogió, la sonrisa del pequeño Fields se apoderó de su mente y por unos segundos se permitió verlo enfrente suya.
La imaginación de la joven maga se dispersó y su ilusión se percibió real, porque escuchó la dulce voz del pequeño pronunciar su nombre y animarla para que lo siga a quien sabe dónde. El cuerpo se le erizó de pies a cabeza, su labio inferior tembló por desear siquiera balbucear el nombre del niño o llamarlo como habitualmente solía hacerlo, mi señor.

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