Capítulo 31

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"Atardecer"

—¿Puedes creerlo? —musité asombrada observando las tonalidades anaranjadas del cielo. —A veces tengo la sensación de que todo lo que estoy viviendo no es real.

—Tiendes a meterte en problemas, supongo que es esa la naturaleza que te define. De todos modos, tienes suerte de que Honey suela actuar rápido. —contestó siendo inexpresivo, pero en aquel tono de voz logré apreciar orgullo por parte de Sebastián hacia esa mujer.

La brisa de la tarde acarició mis mejillas y, por primera vez, me permití cerrar los ojos para poder disfrutar de la oportunidad que se me ha concebido. A veces, tengo el presentimiento de que todo esto es un sueño interminable, el mismo que se esfumará una vez abra los ojos y todo lo que haya vivido se quede atrás. Aun así, más que un sueño presiento que son recuerdos vacíos por la honesta melancolía que siento por haber vivido sucesos que no tienen perdón, incluyendo la compleja situación de perder a Jale.

—Sé que no soy invencible y que tarde o temprano alguien vendrá por mí, pero incluso cuando la muerte sea inevitable no debo romper mi palabra. No puedo hacerlo. No quiero hacerlo. —me sincero hurgando en la gabardina para apretar el talismán de mi pequeña escarcha.

—Veo que eres alguien incorregible. —carcajeó haciendo que ponga los ojos en blanco. —Pero no dejas de ser sincera cuando se trata de ese niño. —aclaró, por lo que asentí.

—Él cree en mí. —sonreí recordando sus sinceras palabras, las cuales calaron profundamente en mi corazón. —Si fuese la Emperatriz del Imperio no dudaría en verlo como mi mano derecha. Él es la clase de mago que... no me traicionaría y yo tampoco lo haría. —asiento sin dudarlo.

En cambio, él elevó ambas cejas divertido. Aquí, encima de una inmensa roca, en la costa de la isla de Slorrance me doy el gusto de apreciar la paz del momento. Él está de pie detrás mí mientras yo me encuentro sentada abrazándome las piernas contra el pecho. De cualquier forma, volteo percatándome de lo que ocurrió horas atrás.

—¿Dónde te habías metido? Yo pensé que estabas en la Región de Viento.

Él hizo un ademán para que guarde silencio, a lo que oprimo los labios agarrando una roca pequeña para lanzársela a la cara, pero Sebastián logró esquivarla.

—¡Idiota! Debes ayudar a una dama en apuros, ¿acaso no tienes modales? —chillo enfadada, generándole una carcajada.

—¿No crees que estás siendo crítica conmigo? —preguntó entrelazando las manos detrás de la espalda.

—¡Estoy bromeando! —exclamé ardida. —¿Dónde carajos estabas? Merezco una explicación por haber metido la pata sin saber que no estarías ahí para ser mi plan B. —replico poniéndome de pie, pero cuando lo hice él me empujó.

Las consecuencias fueron obvias cuando pegue una bocanada de aire al ponerme de pie hecha un desastre. Me abracé a mí misma cuando la brisa empezó a congelarme, ya que había caído directamente al agua.

—Sabes que no eres la única que tiene prioridades, ¿no? —mis mejillas se ruborizan con potencia por la molestia.

—¡Lo sé! Pero deberías decirme lo que planeas, estamos atrapados en esto, ¿no? ¡Y no vas a empujarme otra vez! —grité hirviendo de la rabia cuando él guió su mano en mi dirección.

La Joven Prodigio © BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora