La discusión olímpica

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El niño había desaparecido. La diosa de la cacería, sus cazadoras y los semidioses se quedaron callados. Si nos concentrábamos mucho se podría escuchar como los engranajes giraban a toda potencia en la cabeza de Artemisa, mientras que en la cabeza del joven sátiro solo podía pensar que no quería tener problemas con Percy.

Se tomaron unos minutos para poder relajarse un poco de la tensión que habían sufrido los semidioses y sátiro al tener que huir de esos monstruos. Ya una vez más relajados pusieron rumbo al campamento.

El viaje transcurría en silencio, cosa que era perfectamente normal. Imaginaos como deben sentirse ellos, las cazadoras habían sido ayudadas por un niño, si hubiera sido un semidiós la vergüenza habría sido menor que ser ayudadas por un niño pequeño de nos más de diez años; los semidioses estaban confundidos, no sabían nada de un ser llamado Benefactor X, por lo que tendrían que buscar información para, por lo menos, saber que era; mientras la diosa estaba completamente perdida en sus pensamientos, por lo que tendría que llevar este tema a la sala del consejo olímpico. Por otra parte, el camino fue completamente tranquilo, como si ya se hubiera completado un cupo de monstruos diarios.

Poco a poco se fueron acercando a la entrada del campamento. Era de noche, por lo que no había mucha gente fuera por el toque de queda, el cual se iba a poner en pocos minutos, los que quedaban fuera solo eran los líderes de cabaña que se aseguraban que no quedase nadie de sus cabañas fuera. En el momento en el que los semidioses pisaron el campamento se sintieron más seguros que antes, como si estuviesen en casa por primera vez en mucho tiempo.

- Chicas, nos quedaremos aquí por un tiempo, Zöe ¿podrías llevar a los nuevos a la casa grande? - Informó y preguntó la diosa. - Yo tengo que ir a hacer algo, partiremos pasado mañana, os merecéis el descanso.

La cazadoras asintieron a lo que dijo su ama y la teniente indicó a los tres nuevos que la siguieran. Los tres no podían dejar de ver todo lo que había a su alrededor. Parecía tan clásico y a la vez tan campestre. No se dieron cuenta cuando llegaron a una cabaña típica de madera que se suele ver en programas de gente viviendo en la naturaleza. Allí, sentado en una mesa de madera mientras jugaba un solitario con las cartas, había un hombre que no parecía importarle mucho la presencia de los recién llegados.

Zöe solo le dijo un suave "hola", mientras que este solo contestó con un gruñido. Era de esperarse de Dioniso. Sin esperar nada más de parte del dios del vino se metieron en la casa grande y fueron directos al cuarto donde había un cartel que ponía "Quirón, entrenador del campamento.", abrieron la puerta solo para descubrir que no había nadie, cosa que preocupó a la hija de Atlas.

Completamente confundida salió de la casa grande mientras era acompañada de los res semidioses que no entendía una mierda de lo que estaba pasando. Cuando salieron de la cabaña vieron a un hombre mitad humano mitad caballo corriendo, más bien galopando hacia ellos.

- Chicos, lamento mucho llegar tarde. - Dijo este mientras se ponía a la altura de los niños. - Estaba en la ciudad cumpliendo con una tapadera, cuando terminó la cena de profesores vine lo más rápido que pude.

- ¿Viniste corriendo todo este camino? - Preguntó la cazadora un poco preocupada por como los mortales lo habrían visto.

- No, tomé el carro de la condenación. - Dijo Quirón mientras señalaba a la puerta. - Por favor entre y hablemos un poco de lo que sois y lo que vais a vivir de ahora en adelante, tenemos hasta un vídeo de orientación hecho por el mismo Apolo.

Zöe miró con compasión a los tres que habían entrado con Quirón a la casa grande. No había visto el vídeo, pero si lo había hecho Apolo no tendría que ser muy bueno. Sobre todo porque el dios de las bellas artes hacía las cosas por pura inspiración, ahora le estaba dando por hacer poesía con versos alejandrinos, no quería pensar que sería después.

El rey de los mestizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora