El nacimiento de una leyenda

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Era una noche como una cualquiera. Las personas caminaban y disfrutaban de la luna llena en Grecia, las parejas iban cogidas de las manos, los dueños de puestos de comida callejera ofrecían su comida a todos los que pasaban por delante mientras que otros habían tenido un buen día y podía permitirse no gritar por la calle.

Era una noche hermosa a vista de los mortales. Pero lo que no sabían era que, no muy lejos de esa ciudad había un templo que había sido tragado por la tierra y que no había visto la luz del día en muchos años. En ese templo bañado por la oscuridad residía una estatua de un ser con alas, como un ángel, que reposaba su cuerpo en una roca que debería ser un asiento. No llevaba nada en sus manos y en su rostro solo había una expresión molesta, como si algo hubiera pasado que le molestase, como si se hubiera golpeado el dedo meñique del pie con una silla o algo.

Poco a poco, dicha estatua fue agrietándose. Si esta estatua fuese normal podría ser victima de la erosión, la humedad o cualquier ora cosa, pero, esta estatua era distinta. Cuando las grietas cubrieron toda la estatua una capa de piedra o mármol cayó dejando a la vista un hombre con un cuerpo musculoso vestido únicamente con unas túnicas de color negro como el cielo en la noche, su cabellera era medianamente larga, un poco más abajo de los hombros, de un color azabache, sus ojos eran castaños oscuros y sus alas de ángel eran negras como las de un cuervo.

Este ser había caído al suelo del templo con un ruido sordo. - ¿Dónde estoy? - Preguntó a nadie en particular. Él sabía que no estaba en el lugar donde se había puesto a dormir en un primer momento, su templo estaba en la cima de una pequeña colina, pero ahora estaba en un lugar oscuro, tenía que salir de allí.

Los mortales que estaban disfrutando de la noche notaron como un temblor se hacía presente. Muchos se asustaron ya que no estaban acostumbrados a que el suelo se moviera, mientras que otros ya les daba igual. A lo lejos una figura alada emergía de la tierra como un ser maligno de una película de superhéroes. Este ser miró desde los cielos como estaba su querido dominio. Este era el ser más poderoso cuando la noche reinaba y era capaz de manejar el vacío. Erebus contempló todos los cambios.

La última vez que estuvo despierto había unos humanos muy parecidos a estos, solo que más tontos, no paraban de pedir y cosas por el estilo. Pero estos eran distintos, eran muy independientes, incluso le ignoraban, cosa que enfadó de sobre manera al dios primordial.

- ¿Cómo osáis ignorarme sucios mortales? - Dijo con una rabia que no cabía en él. Alzando una mano concentró su energía creando una esfera de poder, pero, una mueca de dolor y cansancio apareció en su rostro. - Tenéis suerte que para liberarme de mi letargo haya tenido que consumir gran parte de mi poder. Dormiré por un tiempo, unos años serán suficiente. Cuando vuelva, Tártaro será testigo de vuestra caída a los infiernos.

Con eso dicho y con mucho cansancio volvió a su templo subterráneo y descansó para recuperar todas sus fuerzas.

Pero contemporáneamente a estos secesos, el milagro de la vida había sucedido. Una mujer llamada Sally Jackson había terminado de dar a luz a un hermoso niño de cabellera azabache y ojos heteromáticos, su ojo izquierdo era verde mar, mientras que su ojo derecho era gris como las nubes de tormenta. Su madre decidió llamar al niño Perseo ya que era uno de los pocos héroes de la cultura griega que había tenido un final feliz. Ella sabía bien de quien era hijo, pero le preocupaba una cosa, su madre Estelle Jackson le había contado sobre su infancia. Ella fue una hija de Atenea que vivió en un campamento cerca de Manhattan, por lo que se mudaría allí para poder estar cerca en caso de un problema.

Ella estaba muy preocupada, su hijo era una cosa rara a sus ojos, era un ser con tres cuartas partes divinas. Debería mantenerlo a salvo de cualquier amenaza. Tenía miedo, este chico llamaría mucho la atención de los monstruos, por lo que intentará todo lo posible para protegerlo.

El rey de los mestizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora