El final

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Erebus se había convertido en una estatua y ahora Percy estaba tirado en el suelo mientras tenía las guadañas de mano de Erebus en el cuello apuñalando sus arterias carótidas, cada vez que este respiraba sentía como su sangre pasaba a su respiración.

Gilgamesh fue con él lo incorporó y vio como Percy perdía poco a poco la consciencia. Puede que el pueda luchar todo lo que quisiese, pero no estaba en su poder el curar a los demás. En esos momento solo pudo pensar en Enkidu, como murió en sus brazos sin poder hacer nada por él, lo peor que tuvo que hacer en ese momento fue comunicarse a su novia que él había muerto por su culpa.

En el momento que Percy cerró los ojos unas partículas de luz comenzaron a salir del cuerpo de Gilgamesh. Su existencia en esta línea temporal estaba vinculada a Percy ya que era el único que podía soportarlo ya que la orden del tiempo perdido tenía que hacer los viajes a través del tiempo, por lo que si tenían vinculado a uno de los héroes que habían traído tardarían más en hacer los viajes.

En poco tiempo la noticia de que Erebus había caído se extendió por el ejército que seguía vivo. Gritos de alivio se hicieron notar, llantos tanto de alegría como de pena por haber perdido a alguien, pero desde lejos se pudo ver a un par de chicas que corrían hacia la posición de Gilgamesh.

Annabeth y Clarisse corrían hacia ellos. El echo de que no veían a Percy levantarse les estaba preocupando. En el momento que llegaron a la posición no pudieron evitar sacar lagrimas por la situación de su compañero sentimental.

- ¿Qué ha pasado? - Dijo Clarisse mientras Annabeth se ponía al lado de Percy.

 -Él me dijo que sería el cebo para Erebus para que yo lo aprisionara con Enkidu. - Dijo el sumerio en un tono triste. - Pero este fue herido de gravedad.

- Todavía respira. - Dijo Annabeth en un tono desesperado. - Llamad a un hijo de Apolo, o a Apolo mismo, al alguien.

Clarisse corrió hacia el ejército y solicitó a todos los hijos de Apolo que la acompañara. Detrás de ella iban corriendo cerca de quince chicos, la gran mayoría había muerto con un ataque del dios primordial.

Estos cuando vieron a su rey tirado en el suelo con dos armas clavadas en su cuello se alarmaron y entraron rápidamente en un estado en el que solo un médico puede entrar. Todos miraron las armas en el cuello del chico y todos habían llegado a la misma conclusión, si retiraban las guadañas este perdería más sangre, pero si las dejaban no podrían trabajar.

Cauterizar la herida no era una opción ya que llegaría a cortar la circulación de la sangre en gran medida y eso sería malo para su estilo de vida, probaron a ir retirando las guadañas mientras le hacían tragar néctar, pero la regeneración de su cuello era muy lenta.

En otro lugar, con los dioses.

Tanto Poseidón como Atenea estaban observando la guerra junto con los demás dioses. La diosa no pudo mirar cuando Percy decidió sacrificarse mientras que Poseidón solo podía mirar con una mirada seria para parecer digno por fuera, pero en su interior era una marejada de nervios.

No fue hasta el momento en el que los hijos de Apolo discutían entre sí que Atenea quiso hablar.

- Apolo. - Llamó Atenea haciendo que uno de los gemelos lo mirase. - Sé que no debemos ayudar a nuestros descendientes para que florezcan sus verdaderas fuerzas, pero... te pido, no... te suplico que lo ayudes.

Apolo miró al chico y como este estaba perdiendo poco a poco su vida.

- Yo también te lo pido. - Dijo Poseidón en un tono muy serio. - Por favor, salva a mi hijo.

Apolo miró al chico, este se había portado bien con sus hijos, bueno, con los hijos de todos además de que había sido un buen líder para ellos por lo que si él moría muchos semidioses perderían a un pilar y muy pocos podrían ocupar su puesto.

El rey de los mestizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora