El camino de regreso

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Ya habían pasado unos días desde que vieron como Gilgamesh se deshizo de una diosa con un solo movimiento, incluso con su toro. Desde entonces, Percy había sido mandado a trabajar con las líneas fronterizas para que fuese matando los monstruos que se encontraran cerca junto con Clarisse. Por otro lado, Annabeth, había sido llamada para trabajar en la corte para ayudar al mismísimo rey por sus buenos resultados.

Mientras ellos trabajaban en Uruk pudieron ver como el rey podía hacer gala de sus aptitudes, tanto como rey como de luchador. Pero había un lado malo, Percy cada vez que había regresado a su tiempo siempre sentía algo parecido a descender en una montaña rusa cuando iba a volver, pero no había podido sentir eso en ningún momento, por lo que no iban a volver por el momento y llevaban casi un mes en la antigua Mesopotamia y eso preocupaba mucho a Percy.

Actualmente estaba en lo que se consideraba su cara acompañado de sus dos parejas mientras comían un poco de carne que había traído la hija de Ares. Esta había sido cocinada gracias a una hoguera que habían hecho en el exterior. Esto podía ser perfectamente una escena de un futuro en el que Percy viviría con Clarisse y Annabeth.

Cuando terminaron de comer se hizo presente una presencia. Era el líder de la guardia del rey que tenía una cara que indicaba que algo no estaba bien y les pidió que les acompañara al zigurat.

Todo el camino sucedió en silencio, cosa que incomodó un poco a los tres viajeros temporales. En el momento de su llegada el rey estaba sentado en su trono mientras los miraba, poco después hizo una seña y todos los sirvientes se fueron de la sala.

- Bueno, me aburro. - Dijo el rey llamando la atención de los tres chicos. - ¿Cuándo nos vamos a ir?

- No lo sé. - Dijo Percy haciendo que Gilgamesh lo mirase un poco confuso. - El que nos mandó dijo que no sabría cuanto tiempo tardaría en mandarnos de vuelta debido a la lejanía que hay entre nuestros tiempos.

- Entiendo. - Dijo Gilgamesh mientras asentía. - Pero eso no cambia lo que siento, me aburro y quiero diversión, por lo que me vais a acompañar a una pequeña misión que tengo que hacer.

- ¿Ha ocurrido algo? - Dijo Annabeth un poco confundida por no estar al tanto.

- Voy a revisar las torres guía. - Dijo Gilgamesh. - Últimamente han reportado que ha habido más monstruos que salían del mar. Yo iré para, aparte de preguntar como han ido la exploraciones por mar a echar un vistazo para ver que hay.

Los tres asintieron solo para ver como el chico se levantaba de su asiento y comenzó a caminar, lo que provocó que los tres le tuvieran que seguir. Por lo que vieron pudieron notar que el viaje ya estaba preparado y tenían un carro tirado por dos toros.

El camino que tenían que hacer sería un poco largo, de una hora y media si todo iba bien y los toros no quisieran parar a pastar. El rey, acompañado de nuestros protagonistas estaban en la parte de atrás del carro mientras eran resguardados del sol por una tela mientras un soldados conducía el carro.

Mientras el tiempo pasaba, Clarisse y Percy preparaban sus armas y Annabeth pulía su daga. Mientras ellos hacían eso, Gilgamesh estaba componiendo poesía, después de todo, el fue el compositor de Enuma Elish, el poema de la creación.

Fue fortuna que pudieran llegar rápido al lugar en el que tenían que estar temprano. Los tres chicos estiraron las piernas mientras el rey se dirigía la torre guía para poder hablar con el responsable de su información.

No pasó mucho tiempo hasta que Percy se acercara al mar. El tacto con el agua salada le reconfortó, llevaba mucho tiempo sin poder sentirla con su piel. Puede que en ese tiempo no existiera su padre al ser una era anterior a la olímpica, pero el mar le reconocía como alguien portante.

El rey de los mestizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora