De camino a Troya y un rey fuera de casa

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El rey de macedonia había accedido a ir con ellos en el camino de ganar la guerra. Percy le comunicó a su majestad que irían al futuro en la noche por lo que este se preparó y consiguió sus mejores armas y su mejor armadura.

El tiempo pasó con lentitud para ellos y eso no le gustaba a Percy. Este estaba caminando de una forma muy inquieta por el lugar mientras esperaba a que la orden del tiempo perdido les hiciera un camino de vuelta.

Annabeth estaba intentando calmar a su pareja, pero esta no pudo conseguirlo por lo que se juntó con Thalia y Luke que miraban el cielo en el atardecer. Ese era el cielo que había antes, se podía ver que no había tanta polución como en su tiempo, por lo que era más hermoso de ver, que pena que Percy no podía verlo por sus nervios.

En el momento en el que el sol se ocultó vino Alejandro que vestía con una armadura de bronce con adornos rojos y en su cintura había una espada reposando en su vaina y poco después lo que parecía ser un portal por el que tenían que cruzar. Alejandro miró el portal con cautela, pero cuando vio a los demás cruzar este también lo hizo sin dudar.

Cuando el rey cruzó pudo notar un aire notoriamente más frío que el de Grecia por lo que abrió los ojos y vio un bosque que nunca había visto antes. Estaba acostumbrado a ver olivos, cipreses y otros tipos de árboles perennes, pero ahora delante de él había píceas y árboles que no había visto todavía, aparte de que las personas que había allí vestían ropas muy extrañas.

- Bienvenidos de vuelta. - Dijo Gwen con una sonrisa.

- Hola. - Dijo Percy tras comprobar que, exactamente no había pasado nada de tiempo fuera. - Ya tengo claro el siguiente destino, pero dejaré que el grupo descanse un poco, la próxima será un poco más difícil de conseguir.

- ¿Quién es? - Dijo Zöe seria.

- Diomedes y Aquiles. - Dijo Percy llamando la atención de todos. - Los dos participaron en la guerra de Troya en el mismo bando, pero será muy complicado hacer que los dos decidan acompañarnos.

Cuando dijo esto, Percy, dio por terminado el día y dejó a todos los del grupo hacer lo que quieran para descansar, lo que englobaba a Alejandro. Este decidió dar una vuelta de reconocimiento por el lugar.

El campamento base, según él, era bueno temporalmente hablando. Habría un momento en el que este campamento se quedaría pequeño y no sería funcional. Vio que había una forja que por razones que él desconocía, trabajaban a un ritmo inferior a lo que él esperaba.

Las caballerizas estaban un poco desoladas, pero los animales estaban muy bien cuidados, y los barracones estaban llenos de esas personas que vestían raro. Pudo ver que algunos de ellos eran familia divina de él, pero los demás parecían un poco lejanos a él, como primos o algo parecido.

Cuando llegó la hora de irse a dormir, uno de los que eran hijos de Hermes le acompañó a una cabaña en la que él dormiría esa noche, pero decidió no dormir por le momento. Quería asegurarse de que no había nada malo en ese lugar.

En su paseo nocturno descubrió dos montículos de tierra con dos piedras con notas en ellas. Él no entendía lo que había escrito en ellas pero pudo ver que estaban los signos de Hefesto y Afrodita. Alejandro no era tonto, sabía que había algo que había pasado. Movió un poco la tierra que había en los montículos y pudo descubrir cenizas. Habían perdido a dos de sus camaradas y por lo que había visto en el campamento base, eran dos personas con influencia, puede que lugartenientes o comandantes.

Cubrió con rapidez las cenizas que había descubierto y se fue a su cabaña. A él le gustaría acompañar a ese líder, Percy, puede que le sirviera en su nuevo destino, pero creía que sería mejor quedarse en ese lugar. Él era fuerte y podía proteger la zona en caso de peligro.

El rey de los mestizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora