Comienza la guerra

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Percy se había enterado de la peor noticia que podía haber recibido. No solo habían muerto seis semidioses, ellos eran solo los que habían muerto en la enfermería por las heridas causadas por el repentino ataque de las sombras, pero resultaba que habían muerto otros diez semidioses por el ataque sorpresa.

Lamentó las perdidas e intentó buscar sus restos, pero solo había quedado parte de sus ropas y zapatos, solo unos pocos pudieron identificarlos. Decidió que más tarde en la noche se haría el el rito funerario de la pira ígnea y las monedas ya que en ese momento tenía que ponerse en contacto con el campamento Júpiter.

En su despacho hizo un arcoiris y llamó a Gwen. Tardó un rato en aparecer la imagen y cuando apareció mostró a una chica cansada y un poco sucia con tierra y puede que sangre.

- Percy, no es buen momento para hablar. - Dijo ella cansada. - Hemos sufrido un ataque.

- Nosotros también. - Dijo Percy muy serio llamando la atención de la pretora. - A nosotros nos ha atacado Hiperión, imagino que a vosotros os tocó Krios.

- ¿Cómo lo sabes? - Dijo ella un poco sorprendida.

- ¿No os lo contó Plutón? - Dijo este confundido. - Me dijo Hades que iría con vosotros para comunicaros de que Erebus le había avisado de que los titanes se habían aliado con él y que era posible que atacara.

- Cuando él vino ya había comenzado el ataque. - Dijo ella un poco triste. - Si lo hubiera sabido a lo mejor no habríamos perdido a cinco soldados.

- Nosotros hemos perdido dieciséis. - Dijo este llamando la atención de Gwen. - El cabrón vino con sombras reforzadas con armadura y prendió fuego a nuestro bosque, nos pilló de sorpresa.

- Lamento oír eso. - Dijo ella un poco triste al saber que ellos habían tenido más bajas que ellos. - Por el momento me gustaría que mis soldados tuvieran una noche tranquila, ¿Hay algo más de lo que me quieras decir antes de que corte?

- Sí, quiero que nos juntemos, si seguimos separados solo seremos blancos a los que aplastar fácilmente, si nos aliamos en este momento y trabajamos juntos podremos plantarles cara y no perder a nadie. - Dijo este muy serio. - Espero que pienses en ello.

Ella asintió y cortó el mensaje. Cuando se terminó la conversación entraron en el despacho Annabeth y Clarisse, las cuales estaban un poco preocupadas y cuando vieron a Percy no se sintieron mejor.

Este estaba triste, enfadado y frustrado. Pensaba que si tenía buenas condiciones y libertad en el campamento podría mantener a todos a salvo, pero no era cierto. A partir de ese momento pasaría a ser un régimen un poco más estricto.

Una vez el ambiente se relajó un poco pasaron a hacer los ritos funerarios de los caídos. En el lugar, mientras cremaban los cuerpos y sudarios de los dioses, él pudo ver la cara de sus compañeros. Algunos tenían una cara asustada, otros dolida, los más pequeños lloraban sus perdidas. Percy solo pudo pensar en lo que tendría que hacer de ahora en adelante.

En esa misma noche, Percy estuvo sin dormir planeando como sería su nuevo plan. Si formaba un régimen de ciudad estado no cambiaría mucho la cosa, solo pondría más guardias de los que hay en ese momento, por lo que decidió hacer algo un poco más arriesgado. Se encargaría de llamar a Medusa para que le consiguiera gente, monstruos o lo que sea que quisiera trabajar para él a cambio de vivir tranquilamente.

Cuando llegó la mañana Medusa le había mandado un carta vía servicio postal Hermes diciéndole que en una semana le mandaría cien activos capaces de defender reinos enteros, un grupo de mirmidones que habían accedido a volver al mundo de los vivos con tal de estar un poco más cerca de lo que sería su familia divina.

El rey de los mestizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora