Además, la escuela está llena de cosas extrañas y misteriosas, la voz que escuchó en la bodega, por ejemplo, parecía seguirla a todos lados y nadie más era capaz de escucharla. Resultaba obvio que estaba tratando de encontrarla específicamente a ella, porque esta voz no se dejaba seducir por nadie más. Esta voz le pertenecía.

—Aunque no lo creas, esta escuela es uno de los lugares más seguros en la ciudad por ahora, por eso debes estar conmigo, para que pueda protegerte.

No sabía por qué aquella voz en su cabeza nunca le pareció malvada o le causó desconfianza. Lo más lógico habría sido que dudara de su propia cordura, pero no fue así, en cambio su presencia se sintió natural y se acopló a su vida de manera sorprendentemente rápida. A veces pensaba que se debía a su naturaleza de bicho raro, mientras que en otras ocasiones se imaginaba que estaba bajo un hechizo, aunque estas últimas eran poco frecuentes y se borraban de su mente con facilidad.

Si le hubiera prestado más atención a ese instinto, se habría dado cuenta de otras cosas.

De todas formas, Nicole pasó un tiempo deambulando por los pasillos, sintiéndose estancada en un espacio que no le pertenecía, añorando estar más allá de lo que había vivido hasta ese momento, por lo que cuando tuvo la oportunidad, decidió aprovecharla al máximo.

La noche del festival de primavera había muchas estrellas que trataban de opacarla, incluso aunque Darla e Irene habían desaparecido de la fiesta, Sunshine Dickens parecía empeñada en robar las miradas de todos.

Ella, por supuesto, también lo hizo sin siquiera intentarlo, últimamente le daba la sensación de que Claus ya era demasiado insignificante a su lado, se había transformado en una forma borrosa a la que nadie miraba, los chicos incluso comenzaron a coquetearle frente a él. Claus siempre fue celoso, pero en ese momento no podía contener su furia, porque parecía que ya nadie lo respetaba, solo trataban de llegar a ella.

La situación tenía a Nicole profundamente satisfecha, ese era el tipo de mujer que deseaba ser, alguien que volviera loco el entorno en el que se encontraba sin importar lo pacífico que fuera y de hecho lo estaba consiguiendo.

Al principio Marshall Dallas estaba divirtiéndose con Dickens, parecía regodearse frente a todo el mundo por haberla obtenido, aunque solo estaban bailando, él estaba seguro de tenerla en sus manos. Sin embargo, comenzó a perder el interés con el paso de los minutos y de vez en cuando echaba un vistazo a Nicole, ella sabía que estaba impresionado con su apariencia esa noche. Nunca había volteado a verla, por lo que debía encontrarse muy conmocionado por dejarla escapar de su radar.

Ella sabía que si agitaba sus pestañas él no podría apartar la mirada, aunque quisiese. Sin embargo, aunque las cosas estaban muy bien ahí, casi de manera inconsciente tuvo la necesidad de ir en busca del punto de vista de Archibald. Ella estaba segura de que podría sentir el anhelo en él, porque Archie siempre se aseguraba de echar un vistazo soñador hacia donde ella estuviera.

No estaba preparada para la imagen que la recibió.

Frente a ella, sonriendo y extendiendo la mano, estaba Darla Fisher Montgomery, viéndose tan inocente mientras intentaba engatusar a Archibald con esos ojos embrujados.

Como si hubiera recibido un golpe en la cara negó con la cabeza, retrocediendo un poco, y mirando a su alrededor con aturdimiento. Su corazón se aceleró de golpe, el aire se sintió pesado y parecía que el mundo a su alrededor era un poco más gris. Tenía ganas de vomitar.

Ella pensaba que Archibald estaba lejos del mundo normal, que nunca se dejaría engañar de la misma manera en que lo hicieron los demás hombres, pero era mentira, puede que en la superficie fuese un bicho raro, pero la naturaleza humana era igual en todos.

Sobre mi cadáver (HDLO#1)Where stories live. Discover now