"El tiempo y el aire son iguales, sabemos que estan aquí pero nunca los vemos"
"Con mantas de oscuridad, coronas de espinas y ojos brillantes, los dioses siguen aquí; entre sus castillos de piedra y bestias horrendas, ellos esperan el momento de vol...
Este capítulo contendrá violencia, un intento de violación, se te pide prudencia y moderación, leer bajo responsabilidad. Si es mucho, se recomienda que no se lea.
Recuerda todos los temas de violencia siempre se deben denunciar, busca ayuda profesional y nunca se queden callados.
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Una semana después, el castillo había sido reconstruido, con muros y torres más altas, era escalofriante, aún sentía punzadas en algunas partes de mi cuerpo.
Me visitaba pidiendo perdón, que nunca interina herirme de nuevo, para terminar culpándome por sus acciones. Las legh terminaban de colocar maniquíes con vestidos y coronas, cada movimiento que daban era rápido y certero, sobre las mesas, una exhibición de piedras preciosas acompañadas con plata y oro, casi se comparaban con todas las cosas dentro de esta habitación, desde la cama grande, los espejos con marcos de plata, cobijas y mantas bordadas con lana y hilo plateado, no lo puedo negar era realmente muy bonito ver aquello, pero con solo ver mi reflejo recuerdo el por que me lo muestran.
—¿Cuál te gusta más? —alejándome de la única ventana, camine a uno de los maniquíes, eran telas caras y algunos diseños eran mejor que otros, pero no quería ninguno por el momento.
—Ninguno —sentí su mano en mi cadera, tensé mi cuerpo, alejándome sutilmente de él.
—A mi me gusta ese —señaló a uno de mangas de gasa, con un corsé cubierto de piedras miltree, con falda suelta y destellos rojos — estoy seguro que te quedaría hermoso.
—No lo quiero
—Bueno hay más
—No quiero ninguno — colocó sus manos sobre mis hombros, contuve el aliento.
—Mi Daena, entiende la reina debe tener todo lo más hermoso, las mejores telas, las joyas más caras, las sábanas más tersas, merece todo lo hermoso del mundo
Sentí como dejo un beso sobre mi hombro, mi estómago se hundió, quería alejarlo, golpearlo, no quería su tacto.
—Pero yo no quiero serlo —lo escuché soltar una risa.
—Mi vida, tenemos todo el tiempo, ya veras que querrás —dejo otro beso sobre mi cabeza soltándome, volteé a ver que hacia, camino hasta las joyas tomando un collar de diamantes y amatistas brillantes.
